POR JOSÉ LUIS CABO SARIEGO, CRONISTA OFICIAL DE RIOSA (ASTURIAS).
En esta foto aparecen muchos de los parajes de las estribaciones del Picu Rasón y del Reguerón donde, aún hace sesenta años, se segaba hierba en parajes con grandes desniveles:
INTRODUCCIÓN.-
Cuando era un niño, por los años 1952-1955, recuerdo que mi padre miraba a través de los prismáticos las estribaciones del Picu Rasón (1.659 m.) a finales del verano, desde la casa en que vivíamos en La Vega. Yo le preguntaba que era lo que miraba y me contestó que había gente «andando a la hierba». Pasado el tiempo, cuando era un adolescente, era yo quien observaba las vallinas del «Picu Rasón» a ver si localizaba a alguna persona o, en el mes de septiembre, alguna vara de hierba. Estaba impresionado de cómo era posible que, con el gran desnivel que se apreciaba, pudieran existir personas que se arriesgasen a recoger hierba en estas zonas poniendo en peligro su vida. Las personas era muy difícil localizarlas pero las varas de hierba si se podían ver. Que pena no haber dispuesto de una buena cámara fotográfica y haberlas plasmado para la posteridad.
La calidad de los pastos de altura de la Sierra del Aramo es algo que todos los riosanos conocen y que ya puso de manifiesto el ingeniero belga D. Alfonso Dory en su Memoria sobre las Minas de Cobre de Texeo (Riosa) publicada en la revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería de Madrid en el año 1893. El Sr. Dory, de forma magistral y gráfica describe el sistema de pastoreo que ya, en aquella época, se desarrollaba en la Sierra del Aramo durante la primavera y el verano y que, en la actualidad (S. XXI), se mantiene de forma idéntica para aprovechar los pastos de montaña, que él califica de excelentes, como consecuencia de la manera en que se forma la capa de tierra vegetal que cubre la ladera de la montaña por encima de la caliza.
Estas son sus palabras: “Actualmente la arcilla, formada por el légamo (limo, barro) que acarrean las aguas, se ha depositado en las anfractuosidades (irregularidades de la caliza); la tierra vegetal, de excelentes pastos, cubre la caliza desde su base a la cúspide, los habitantes de los valles abandonan desde el principio de primavera al fin del verano los ganados en estas praderas, donde crece en abundancia la hierba larga, fina y olorosa de las grandes altitudes. Al llegar los primeros fríos, los ganaderos bajan de nuevo a los valles, la montaña se cubre con un espeso manto de nieve, que se conserva a veces hasta la primavera”. En esta parte de la exposición le sale la vena poética cuando dice: “Al retintín de los cencerros sucede, en el Aramo abandonado, el fragor de la tormenta; el viento del norte barre del el océano hacia las cumbres de la montaña los negros nubarrones que en ella se condensan, y los fulgores del rayo que raja un árbol o hiende la roca iluminando a menudo la cresta de la sierra”.
Por lo que sabemos, el aprovechamiento de los pastos de la Sierra del Aramo se remonta muchos años atrás en el tiempo – hasta el neolítico -, pero lo que pocas personas saben es que además del aprovechamiento directo por parte del ganado vacuno, caballar y lanar, también se aprovechaban segando determinadas zonas a las que el ganado no podía acceder por su peligrosidad, para después transportarla a los establos donde alimentaban a las reses durante el invierno.
Nos pareció interesante indagar sobre las personas que, siguiendo la costumbre de sus ancestros desde tiempo inmemorial, segaban estas zonas de difícil acceso para procurar un poco más de hierba a sus ganados, incluso poniendo en peligro su vida. Eran gentes aguerridas y sacrificadas, que subían por pendientes de desniveles brutales sin tener miedo a lo que pudiera ocurrir.
Necesitábamos más información sobre esta actividad tan arriesgada y recurrimos a una persona que con doce años ayudaba a su padre, José Umbiera, en la recogida de la hierba en estos parajes tan inhóspitos y peligrosos. Me refiero a Eliseo Álvarez, de Felguera. Fueron muchas cosas y muy interesantes, las que nos comentó Eliseo y, de entre todas ellas, hubo una que llamó nuestra atención, el que las mujeres tenían una participación activa y al mismo nivel que los hombres. Y no eran ni una ni dos, sino muchas. Más adelante os ofreceremos más detalles de esta actividad.
ZONAS SUSCEPTIBLES DE SIEGA.-
Con independencia de que hubiera otras zonas de la vertiente oriental riosana de La Sierra L´ Aramo que se segaran, la zona más importante, estaba situada en las estribaciones y vallinas del Picu Rasón (1.659 m)- Los Cualmaos – de dientro y de fuera -, «Vachines Menues», «Vachina Ancha», «Vallines del Tixu en el «Arguixu Enchu», «Los Felguerones, La Vallina los Xatos … – y en El Reguerón -La Cava -, lugares con un gran desnivel y a los que no podía acceder el ganado, hasta el punto que los vaqueros vigilaban e impedía que se adentraran en estos parajes con frescos y abundantes pastos. Fueron muchas las reses que se derribaron – despeñaron – al escapar a la vigilancia de los ganaderos.