POR MARIA DEL CARMEN RICO NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE PETREL -PETRER (ALICANTE)
A la gente de Petrer nos gustan y nos son muy familiares los apodos o motes. Uno de ellos muy popular y que siempre he escuchado en mi casa es el de Les Moretes. Este apodo hacer referencia a cuatro hermanas Remedios, Dolores, Pepa y Adela Payá Payá, nietas de Gabriel Payá Payá (1831-1905) el popular Tío Moro que fue alcalde de Petrer en varias ocasiones durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Eran hijas de Dolores Payá Payá (1860-¿?) y de Juan Bautista Payá Poveda. Dolores fue una de las hijas de Gabriel Payá Payá y de su primera esposa María Josefa Payá Beviá.
Del matrimonio entre Dolores Payá Payá y Juan Bautista Payá Poveda nacieron diez hijos. De estos sobrevivieron cinco y el resto falleció al poco de nacer. Fueron estos: María Dolores Librada Payá Payá nacida en 1883, Ildefonsa Elvira nacida en 1885, Luis nacido en 1886, Bernardo Gabriel (sobrevivió). 1887-1962, 5. Dolores (sobrevivió y fue la única casada y con descendencia) 1889-1967, Remedios Paya Payá (sobrevivió )1891-1977, María Josefa (Pepa) 1893-1978, Adela Payá Payá 1900-1982, Francisco Antonio Payá Payá 1895. Otro Francisco Antonio Payá Payá 1897.
Dolores Payá Payá hija de Dolores Payá Payá y nieta de Gabriel Payá Payá se casó con Enrique Payá Belda (1887-1967) y fueron padres de: Enrique Payá Payá nacido en 1917, Juan Bautista Payá Payá nacido en 1919 y Dolores (Lola) Payá Payá (1924-2015). Esta última se casó con Hipólito LLorente Verdú.
Las Moretas están unidas a la historia del teatro Cervantes pues fue el alcalde Gabriel Payá Payá quien mandó construirlo y en la escritura por la cual su hija Dolores Payá Payá lo vendió al ingeniero noveldense José Sala Sala, por la cantidad de 13.000 ptas., fechada en Elda el 18 de diciembre de 1920, aparece un curioso gravamen por el que la propietaria y vendedora, Dolores Payá Payá, reclama la reserva del palco número 3 compuesto de seis asientos y mientras no exista el palco (cuya construcción está en proyecto) disfrutar de seis entradas con sus butacas, en la fila número tres, para ella y sus cinco hijos, algo que fue respetado siempre por quienes regentaron la sala hasta la desaparición de la última persona que recibió este legado. En la escritura aparecen, las primitivas medidas del Cervantes y curiosamente se cita como uno de los lindes la bodega propiedad de Josefa Payá Amat, segunda esposa de Gabriel Payá.
En el año 1972 todavía vivían tres de las cuatro hermanas Remedios, Pepa y Adela. Habían sido cinco hermanos, pero Gabriel, el único varón, y Dolores habían muerto con anterioridad. Dolores fue la única de los cinco hermanos que se casó y, fruto de ese matrimonio, nació una hija, Lola Payá Payá que se casó con Hipólito Llorente, con el que tuvo dos hijos. Las Moretas fueron unas mujeres entrañables. Remedios y Adela eran abiertas y acogedoras, Pepa era menos habladora, pero su gesto bondadoso y su eterna sonrisa hacía que todos la apreciasen.
Los trabajos que desempeñaron estas jóvenes eran los propios de las mujeres en los años que les tocó vivir. Remedios y Adela trabajaron como aparadoras durante algunos años, mientras que Pepa se ocupaba de las tareas de la casa y de la cocina, pero las tres tenían una habilidad especial para las labores. Remedios cosía primorosamente y uno de sus trabajos más notables fue, sin duda alguna, el corpiño que cosió para la imagen de la Virgen del Remedio, además de otras labores que adornaron, en ocasiones muy especiales, el altar de la iglesia de San Bartolomé. Adela, por su parte, manejaba muy bien el ganchillo; tejía colchas, tapetes y delicadas puntillas que adornaban luego las prendas interiores, así como los juegos de cama, mantelerías, cenefas de cortinas y un largo etcétera. Sería Remedios, sin duda alguna, la que enseñaría a coser a Lola, su única sobrina. Y lo hizo muy bien, a juzgar por los resultados: Lola, la última de las Moretas, tenía unas manos maravillosas para la costura, tanto daba que fuesen labores aparentemente sencillas como otras más pesadas y engorrosas; nada se le resistía. Su punto fuerte eran las prendas de vestir. Tenía una especial habilidad para el corte y muy buen gusto para la confección. Las prendas que confección se caracterizaban por su esmero y pulcritud.
Pepa, por su parte, era la que manejaba los bolillos y de sus manos salieron preciosas labores de encajes y puntillas. Posiblemente algunos de los delicados bordados y pinturas sobre seda fueran también obra de Pepa, pero el caso es que entre las tres hermanas dejaron un legado de primorosas labores a las que habían dedicado miles de horas de sus vidas. Lola guardaba cuidadosamente parte de esos preciosos encajes de bolillos. Eran trabajos delicados que requerían de mucha paciencia y habilidad, y Pepa había demostrado tener esas cualidades. Especialmente, paciencia.
Con éste escrito hemos querido tener un recuerdo y rendir un pequeño homenaje a las Moretas, pero muy especialmente a la que era para aquellos los que la conocieron “la tía Pepa”. Todos los que visitaban esa casa iban a “casa de Pepa”, y así siguió siendo incluso después de su muerte. A Pepa le encantaban los niños, y el huerto de las Moretas era un espacio ideal para los juegos. Por allí corretearon sus sobrinos-nietos, Hipólito y José Enrique, así como todos los pequeños de la familia Sempere-Bernabéu, con la que las hermanas mantuvieron una entrañable relación de amistad durante toda su vida.
Posiblemente fue Estefanía Llorente Cortés el último bebé de la familia al que Pepa le dedicó su atención y su cariño. La niña vivía con sus padres en el piso de arriba de la vivienda propiedad de las Moretas y esa cercanía permitió que las tres, Remedios, Pepa y Adela, disfrutasen durante unos pocos años de su primera sobrina-biznieta.
Pepa Payá Payá falleció en 1978 y siempre tuvo un trato muy cordial y afectuoso con todos y aunque sus últimas semanas de vida fueron muy duras nunca se quejó. Fue una de esas personas que pasan por la vida sin hacer ruido, casi de puntillas, pero quienes la conocieron tienen de ella una excelente opinión.
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