LEVANTANDO CABEZA
Mar 25 2016

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

La bocina en la Plaza Nueva. Viernes Santo, 1941. / Foto A. Ballester
La bocina en la Plaza Nueva. Viernes Santo, 1941. / Foto A. Ballester

En 1941, hace setenta y cinco años, la ciudad de Orihuela con sus autoridades al frente, en referencia a nuestras procesiones de Semana Santa, estaban intentando recuperarse de una situación trágica en la que dentro del contexto de una guerra fratricida el patrimonio artístico se había visto diezmado. Sin embargo, gracias a la labor defensora de varios oriolanos, como Justo García Soriano, algunas obras del inmortal Francisco Salzillo pudieron salvarse de la incultura, cuya barbarie destrozó gran parte de nuestros pasos. Un año antes se hizo lo que se pudo respecto a nuestras procesiones, si bien, hubo un momento clave con la iniciativa de la fundación de la Hermandad del Silencio, y de la Cofradía del Ecce-Homo gracias la Casa Social Católica. Con ello, venían a sumarse a las ya existentes de la Cofradía del Perdón, Mayordomía de los Dolores, y las Cofradías del Lavatorio y del Pilar con el paso de San Pedro Arrepentido. Sin dejar a un lado al Excelentísimo Ayuntamiento que de inmemorial organizaba y presidía la procesión del Santo Entierro.

Las procesiones quedaban reducidas al Domingo, Martes, Miércoles, Jueves y Viernes Santo, desfilando respectivamente, en la tarde del primer día, la Mayordomía de los Dolores, o Mantillas, desde la iglesia de Santiago, con la imagen de La Dolorosa (María Santísima del Consuelo que se venera en la iglesia de San Juan de la Penitencia). Presidía dicha mayordomía Manola Pescetto. El Martes Santo era la cita en la iglesia de San Gregorio, con la Cofradía del Perdón, con el paso de La Caída, con iluminación eléctrica, y cuyos «efectos procesionales son muy valiosos. Guión, estandarte con placas de plata y clarines de metal dorado». Era presidente de esta cofradía Evaristo Cárceles Soriano. En esa noche hacía aparición la Convocatoria con su ‘carro triunfante’.

En el Miércoles Santo la cita pasionaria era por partida doble, ya que por la tarde desde la iglesia de Santa Ana del convento de San Francisco, hasta el Santuario de Monserrate, hacía estación la VOT de San Francisco y Mayordomía de Nuestro Padre Jesús, siendo las que más pérdidas sufrieron en su patrimonio artístico durante la Guerra Civil (los pasos de la Samaritana, Cena, Oración en el Huerto, Azotes, Negación de San Pedro, Verónica, San Juan y la Dolorosa, Descendimiento Nuestro Padre Jesús y la Magdalena que abrazaba el madero del Cristo de la Agonía). En aquellas procesiones de nuestros padres y abuelos, sólo desfilaron en 1941, la nueva imagen del Abuelo esculpida por José Sánchez Lozano y La Agonía de Salzillo. Tal vez como recuerdo, e incitando a la recuperación de la situación trágica que se había vivido años antes, la portada de la sencilla revista o guión de las procesiones de Semana Santa de ese año, impresa en los Talleres Tipográficos del Oratorio Festivo, reproducía a la citada imagen con la Magdalena. En la noche de ese día y desde la iglesia de San Agustín, salían la Cofradía El Lavatorio, cuyo presidente era Juan Villaescusa Ballester; la Cofradía El Pilar presidida por Alejandro Roca de Togores; la Cofradía del Ecce-Homo, cuyos hermano mayor y presidente eran, respectivamente, Luis Almarcha Hernández y Juan Pertusa Andreu. Asimismo, representaban a la Casa Social Católica en la misma José Gas Cañizares y José Rodríguez Lozano. Estas tres cofradías desfilaban con imágenes de Francisco Salzillo, y eran las sucesoras de la antigua Mayordomía de Nuestra Señora del Pilar, que desde el siglo XVIII salía de la ermita de la Cruz en el Barrio Nuevo. En la noche del Jueves Santo, a las diez, y desde la iglesia de Santiago, la Hermandad del Silencio, con efectos procesionales «rigurosamente humildes y sencillos» desfilaba con la imagen del Cristo del Consuelo.

En esa noche, a la espera de la Procesión General de Viernes Santo, las calles se llenaban de bullicio, y las gentes acompañándose de chocolate y buñuelos, esperaban la diana a las tres de la madrugada de las bandas de cornetas y tambores, y música de la Centuria Romana que estaba a cargo de Luis Boné Rogel. Una hora después era el momento del desfile de Los Armaos, y a las cinco desde el Santuario de Monserrate salía la procesión con los siguientes pasos: Lavatorio, San Pedro Arrepentido, Ecce-Homo, La Caída, Nuestro Padre Jesús y Cristo de la Agonía. La tarde del Viernes Santo, a las ocho, desde la Catedral salía la procesión del Santo Entierro, con las imágenes de San Juan, La Diablesa (mutilada durante la Segunda República), El Sepulcro con el Cristo Yacente de la iglesia de San Juan de la Penitencia y la Soledad (probablemente la misma imagen que desfiló el Domingo de Ramos). Era «portador del Pendón que abre marcha en la procesión el Caballero porta-estandarte o Caballero Cubierto llamado así por gozar del privilegio de no descubrirse ni a su paso por el interior de los templos», que ese año fue Fulgencio Ros Alifa. El itinerario de la procesión fue el siguiente: Ramón y Cajal, Plaza Cubero, San Agustín, San Isidro, Plaza Nueva, Plaza de Cubero, López Pozas, Plaza de Abastos, Sarget, interior de la Catedral, Sarget, Santa Lucía, Sagasta, Ballesteros Villanueva, Alfonso XIII, Soledad y Ramón y Cajal.

Así, «Orihuela en un ambiente que huele a claveles, rosas y azahares, en horas tibias del abril levantino, medita las finezas dolorosas de Cristo; y en fe, arte, fervor, penitencia, joyas seda y flores ofrece un himno sublime a la Cruz triunfadora del infierno y del pecado».

Esta fue la Semana Santa de 1941, hace setenta y cinco años, en que el ambiente pasionario oriolano empezaba a levantar cabeza, y que transcurrida la misma, el alcalde Mariano Belda Garriga, decía en ‘Semana Santa Olecense’: «Que las procesiones que acabamos de ver sean sólo boceto de las venideras. Que el entusiasmo, orden y compostura de este año se supere en muchos venideros, es nuestro deseo y nuestra obligación». Y, como una premonición, la Semana Santa oriolana con los años, ha sido declarada de Interés Turístico Internacional, y todo ello fue posible gracias a aquellos que levantaron cabeza y supieron recuperarse de la situación trágica que habían vivido.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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