POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El término Leva según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, entre otras acepciones, significa: Reclutamiento forzoso de los mozos del pueblo, para servir en el ejército, en caso de necesidad, sin tener en consideración la edad.
Ya, en el siglo IX, los súbditos uleanos, que habían cumplido los 15 años, se encontraban divididos en dos agrupaciones: los que se dedicaban a las labores agrícolas y ganaderas de su patrimonio y los que quedaban disponibles para ser reclutados y servir en el ejército. Entre el 50% que quedaban en el pueblo, siempre estaban los más pudientes de esa sociedad feudal y, de esa forma eludían los riesgos que pudiera ocasionar cualquier conflicto armado.
Aunque estaba escrito que así fuera, como los turnos debían ser rotatorios, cuando era alistado cualquier mozo que pertenecía a la clase emergente, podía ser canjeado por otro joven del pueblo, a cambio de bienes materiales y mantenimiento de la familia.
El escribano, ante el alcalde y un par de testigos, notificaba dicha permuta, haciendo constar qué, si el soldado fallecía o quedaba inválido, sería recompensada la familia, o él, con una subvención vitalicia y si se arrepentía y desertaba antes de ser licenciado, caería todo el peso de la ley, castigándole con privación de libertad y trabajos forzados.
Más adelante, en plena hegemonía feudal, las levas de los campesinos se utilizaban para cubrir las necesidades de los soldados de armas, por lo que su misión consistía en ser exploradores del terreno, zapadores, leñadores, panaderos, etc., pero nunca como guerreros.
A principios del siglo XVIII, todos los hombres solteros, útiles y capaces, comprendidos entre los 18 y 25 años, eran reclutados de inmediato si las necesidades de la nación lo requerían, recibiendo un adiestramiento rápido; según sus aptitudes.
Traigo a colación el caso de un soldado miliciano de Ulea totalmente documentado. El testimonio, con un sello de veinte maravedíes, es el siguiente:
Año mil setecientos cuarenta y tres
“En la villa de Ulea en treinta días del mes de mayo del año 1743, ante mí, el Escribano Público, y testigos, comparecieron D. Joseph Pareja, vecino de la villa de Ulea diciendo que, hallándose mancebo y pedirle el reemplazo de Pedro Arellano, vecino de esta villa, soldado que era del Regimiento de Milicias, que componen la ciudad de Murcia y su Reino, de la Compañía de D. Diego Matheos, el que ha sido excluido de todo servicio y, en atención a deber a la villa algunos agasajos, se compromete a servir en dicho Regimiento por el tiempo de 12 años y, si antes de cumplirse este tiempo cesasen las milicias o cesase el servicio por esta villa, podrá destinarse, libremente, a las tareas de su casa de Ulea, de donde es tal vecino y seguirá recibiendo los abastos de aguardiente, aceite, vinagre y carne. Si se trasladase a vivir a otra villa, se le retirará dicho abastecimiento, como estaba preceptuado.
Estando presentes los señores Francisco Yepes Montoro y Joseph Piñero López, alcaldes ordinarios, así como D. Diego Pérez Tejedor y asistidos por D. Joseph Thomás Montoro, se dio curso jurídico y personal en esta villa de Ulea. En nombre de los demás capitanes, que en adelante prestarán voz y conocimientos, aceptarán dichas Escrituras tal y como en ellas se mencionan.
Por seguridad de esta villa, dicho Joseph Pareja, cumplirá el referido tiempo de servicio, según y como va explicado. Solamente será alterado si, por un accidente o enfermedad le sobreviniese la muerte o una invalidez, en cuyo caso, si a esta villa se le pidiese, repondrá con otro ciudadano, por medio de leva militar, para sustituir a dicho Joseph Pareja. Si por otro cualquier motivo el señor Pareja desertase del Regimiento, tendrá la obligación de responder por la villa de Ulea, reponiendo con otro soldado a su costa y, si cesaren las actividades de dicho Regimiento de Milicias quedará exento de tal obligación; como se hace constar en las Escrituras refrendadas, en Ulea, por el señor Notario, del fiel cumplimiento ante las Justicias y Jueces de Su Majestad.
De esta Escritura fueron testigos D. Antonio y Joseph Ramírez Piñero y D. Juan Padilla, vecinos de la villa de Ulea que firmaron los que supieron y por los que no; los abajo citados. Yo, el Escribano, doy fe y conozco: Joseph Piñero López. Joseph Thomás Montoro. Juan Pérez Martínez. Antonio Ramírez Piñero. J.M. Llamas. Ante mí; el Notario: Alonso Quesada
Las levas del ejército, a principios del siglo XVIII, en la segunda mitad del siglo XIX, a principios del siglo XX y en la década de 1936 a 1946 eran tan exigentes para los escasos varones de Ulea que, a partir de los 11 años eran tallados y puestos en lista.
Los alcaldes desde el año 1725 hasta el 1749, Francisco Yepes Montoro y Joseph Piñero López se encontraban en una encrucijada ya que cuantos partían, de forma obligatoria a los frentes de combate, rara vez regresaban con vida. Por tal motivo, se ausentaban del pueblo y se marchaban a la Mancha en la época de la siega o la vendimia, y como solían ir indocumentados y no existían sistemas de comunicación para avisarles, no regresaban y eran dados como prófugos. A veces aparecían a los pocos años y, en algunos casos, desaparecían para siempre. Si alguno regresaba, o era capturado, le aplicaban las leyes militares y eran condenados según ordenaban las leyes de las milicias. Si la ausencia era justificada, le alistaban de nuevo y quedaban a disposición de las milicias de Su Majestad.
El alcalde Joaquín Miñano Pay, que estuvo al frente de la Corporación Municipal desde 1849 hasta 1887, se tropezó con el gran desastre de la epidemia de cólera que asoló a la población y la diezmó en más de 325 habitantes, sobre todo niños y jóvenes y pidió a las autoridades militares de la Región de Murcia, que no exigiera las levas militares a los jóvenes.
Los alcaldes Antonio Tomás Sandoval y Damíán Abellán Miñano, alcaldes, desde el año 1899 hasta 1911, se encontraron con la terrible Guerra de África, y cuantos eran destinados a luchar en las montañas del Rif y en el monte Gurugú, o en Sidi Ifni, ante las sanguinarias huestes de Ab—El—Krin, comprobaban qué, solamente regresaban un 15% del contingente alistado por la leva militar.
En la década de 1936 a 1946, Franco llegó a reclutar hasta tres millones de soldados por medio de la leva militar, por si se presentaba algún conflicto bélico exterior qué, afortunadamente, no se dio. Los alcaldes: Francisco Abellán Ruíz, Domingo Salinas Carrillo, Francisco Moreno Sánchez, José Abenza López, Francisco Miñano Miñano, Aurelio Hita Carrillo y Luis García Fernández, respiraron con alivio al no ver reclutado a ningún mozo del Ulea, con carácter urgente, por medio de la leva del ejercito y solo hacían el servicio militar los soldados de reemplazo.