POR MARÍA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN).
Se dice que la leyenda es la inspiración colectiva de un pueblo que por medio de sus formas y nudo dramático expresa su modo de ser y de sentir. Muestra por medio de ella su propia identidad, que contrapone con acentuados caracteres diferenciales a la de los pueblos vecinos. De ahí que su nacimiento requiera la aceptación de la comunidad, por cuanto es razón fundamental y garantía de su pervivencia secular. El héroe y el mito convertidos en un valor compartido por la colectividad, acabarán siendo un componente simbólico de las aspiraciones profundas de la sociedad y de los intereses de sus capas dirigentes.
Son muchas y variadas las leyendas que nuestros abuelos nos cuentan y que hoy, queremos dar a conocer a los más jóvenes y, al mismo tiempo, hacer de estos relatos germen de un turismo sostenible en nuestra Villa, y contribuir a la perduración de ésta bella y rica tradición oral.
Queremos empezar este relato con la leyenda acerca del nombre de Frailes. Se cuenta que el nombre viene de fraude, por los muchos robos que se cometían en la zona. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que en la comarca se encuentran muchos abrigos rocosos y cuevas en las que instalar la morada o resguardarse de las inclemencias del tiempo, pero no por ello el nombre vendría de las gentes de mal vivir que pudieron resguardarse en ellas. Esta afirmación errónea acerca del nombre la hace Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico Estadístico publicado entre 1846 y 1850. Parece ser que Madoz nunca estuvo en estos lugares, pues no hemos encontrado en las Actas Capitulares ninguna alusión a esta personalidad, tan eminente en su época, de viaje por estos pagos.
Al contrario, tenemos noticias de que el nombre de Frailes viene del árabe ALFRALYAS, cuyo origen posiblemente no fuera árabe, sino anterior. No sabemos lo que significa pero se ha querido ver que los habitantes de esta tierra a gentes rudas que se escondían en las cuevas que salpican aquí y allá la orografía frailera.
De las sucesivas fronteras que conoció la historia hispana medieval, ninguna se mostró tan propicia a la producción de leyendas como la frontera de Granada, la más nutrida de romances y otras creaciones literarias construidas, a menudo, a partir de insignificantes episodios guerreros, magnificados con la intencionalidad manifiesta de la exaltación de valores culturales de gran importancia para la sociedad del momento. En este contexto surge en El Espinar, cortijada perteneciente al término municipal de Frailes, la leyenda de Juan de Arjona.
A este Juan de Arjona se le atribuyen varias gestas de carácter legendario pero, de entre todas, la que más interesa a los fraileros es la hazaña que protagonizó Juan de Arjona en el Portillo del Espinar.
Se cuenta que Juan, que se encontraba cazando en el Espinar, tras percatarse que ciertos moros llevaban cautivos cristianos, les increpó que los dejasen libres. Los moros no le hicieron caso a Juan e incluso lo acusaron de borracho. Arjona cargó contra los moros granadinos que intentaron despeñar a los cristianos cautivos, pero no lo consiguieron, pues una rama a la que se asieron fue su salvación.
Los moros huyeron, y los cristianos que habían sido liberados, en señal de agradecimiento, desde entonces enviaron presentes todos los años a la familia Arjona como signo de agradecimiento.
También de ésta época musulmana hay otra leyenda, y esta sí muy popular en la localidad. No hay frailero que no cuente la leyenda de la Cueva del Tesoro. Se cuenta que, en tiempos de los moros, esta cueva, situada en las inmediaciones del puente de la Presilla, a las afueras del casco urbano de Frailes guardaba en sus entrañas tesoros incalculables en joyas, monedas y toda clase de riquezas procedentes de las razzias y rapiñas de los moros. Se dice que estos tesoros estaban protegidos por una reja de oro que se cerraba con un cerrojo del mismo metal.
No sabemos que nadie traspasara esa reja dorada aunque se cuenta que una mujer conocida como “la Pincela” tenía un brazalete de oro, que había encontrado en la cueva, y que tenía forma de serpiente. Los fraileros llaman “bicha” a esta pulsera. Nadie vio tan magnífica joya pero se especuló que la vendió y obtuvo un buen dinero por la joya con el que solucionó sus problemas económicos y fue la envidia de sus paisanos.
Una cancioncilla referida al suceso decía:
La cueva de la Presilla
se ha convertido en dinero.
Y el que quiera hacerse rico
que trabaje en el bujero.
De siempre, generación tras generación los fraileros hemos escuchado la historia de la Cueva del Tesoro. Los muchachos como en un rito iniciático entraban en la cueva y algunos tuvieron problemas para salir acrecentando aún mas las leyenda. Nadie recuerda haber visto la reja de oro, pero sí hachas de piedra y otros objetos prehistóricos hoy ya desaparecidos desgraciadamente. También se dice que esta cueva era muy larga y tenía una salida a las eras del “Mecedero”. Hoy en día esta comunicación no existe, pues la roca caliza ha cerrado esa vía de paso. Cierto es que se trata de una leyenda y que ningún espeleólogo ha entrado para su estudio en el interior.
Acercándonos un poco más en el tiempo hay otra leyenda que no podemos dejar de lado, se trata nada más y nada menos que del poblamiento y conquista de Frailes.
Se dice que hace muchos, muchos años, todo el término de Frailes estaba formado por encinas, y los pájaros recorrían todos los montes sin tomar tierra pues los árboles estaban tan espesos que apenas se veía el suelo.
En estas condiciones naturales, el sitio era el idóneo para hacer carbón, de ahí el nombre de uno de los cerros del pueblo, Las Carboneras. Estos rancheros se instalaron en torno a la fuente del Nacimiento, de rica y fresca agua en verano, y templada en invierno. Con el paso de los años, y como el negocio del carbón iba en aumento, éstos carboneros se trajeron a sus familias y se instalaron definitivamente en el lugar. Construyeron sus casas de retama y un pequeño castillo para defenderse de los enemigos por encima de la fuente, y se quedaron creando lo que hoy es Frailes. Y esta es la leyenda de como se fundó la alquería de Alfralyas.
La población fue creciendo y se talaron árboles conforme iba aumentando el número de habitantes, y se fueron poniendo en cultivo las tierras. Las que eran ricas en agua se dedicaron al cultivo de regadío, como en los Linarejos, que se cultivó lino; y las que no tenían agua se dedicaron al cultivo de secano, como garbanzos, cebado o trigo.
Estos colonos fueron teniendo descendientes y ocupando el territorio. Es entonces cuando el rey Alfonso XI conquista la zona y el territorio frailero no escapó al dominio del rey castellano. Y como no podía ser de otra manera, hay otra leyenda que se refiere a la conquista de Frailes por las tropas alfonsinas, y que dice así:
Los pobladores de la alquería de Alfralyas tenían muchas cabras, que fueron utilizadas por los cristianos para conquistar el poblado. Los cristianos colocaron luces en los cuernos de los animales y de esta manera creyeron los moros que era un ejercito muy numeroso de hombres los que se disponían a atacar la población. Los moros se sintieron impotentes e iniciaron la huida, entrando los cristianos triunfantes en Alfralyas, que pasó a llamarse Frailes. Se puso en su escudo una cruz, por su pertenencia a la Abadía alcalaína, dos castillos por haber sido conquistado por el rey castellano, y dos llaves cruzadas pues quedó en la frontera con Granada. No sabemos la verosimilitud que puede tener este relato pero sí queda un dicho popular que reza:
Frailes es un corral de cabras,
la Ribera de cabritos,
Santa Ana de maricones,
y Alcalá, de señoritos.
En Frailes como en tantos otros lugares también se cuentan historias de Duendes, brujas y encantadas. La frondosa vegetación que proporcionan los ríos, unido al toletole del agua, y a la escasa iluminación, hacía que en las largas noches de invierno, en aquellos temporales de lluvia y nieve, al calor del hogar, se contaban historias que siempre habían pasado a algún conocido, pero del que nunca se daba el nombre.
Así se decía que en La Puente Alta, salía una vieja cerniendo higos, y a las niñas bonitas se las llevaba a su cueva y nunca más se llegaba a saber de ellas ni de su paradero. O las historias de brujas que en sus reuniones, que hacían totalmente desnudas, iniciaban su vuelo en una escoba con la sentencia: sin Dios y sin santa María, volar querría. Y se levantaban del suelo asidas a su escoba iniciando su vuelo por los tejados de la villa, tocando instrumentos y cantando, para que los hombres que salían a verlas quedaran encantados por ellas. Una de las frases que decían era: Tres de Alcalá, una de la sierra, y la que toca el pandero, valdepeñera.
En las inmediaciones del Puente de la Presilla, era una zona propicia para todo tipo de fenómenos extraños. Y es en este lugar donde se cuentan muchas de las apariciones de duendes, espantos y fantasmas de diversa naturaleza, que adquieren o se manifiestan de formas muy variadas. Estas apariciones podían referirse a efectos sensoriales: ruidos extraños, visiones extrañas, olores determinados. Pueden ser seres invisibles, almas en pena, seres desaparecidos, demonios o seres perceptibles de extrañas formas, como duendes, animales, etc.
Un día un valdepeñero venía a Frailes para ver a su novia; y al llegar al puente de la Presilla, que antiguamente era la entrada a Frailes para los que venían de Valdepeñas de Jaén, se detuvo, pues había visto un borrego que en medio del camino parecía estar perdido. Desmontó de su caballo y tomando al pequeño animal se lo puso en su cuello de tal manera que las patas y manos del animal quedaban hacia delante, y la cabeza cerca de sus oídos. Cuando había pasado un rato, el cordero dijo al hombre: ¿A que tú no tienes dientes como yo?, al mismo tiempo que le mostraba su dentadura.
El caballero sintió verdadero pánico y lanzó al animal al suelo, quién al caer se convirtió en un ovillo de lana. Entonces el hombre pensó que ya que no podría comerse el cordero, al menos su novia podría tejerle, mientras hablaban en la ventana, una bufanda para los crudos inviernos. Así que tomó la madeja y la metió en el bolsillo de su gabán.
Al llegar a casa de su novia le contó lo sucedido y introdujo la mano en el bolsillo para dar fe de su historia y que su amada pudiese tejer su chalina, y cual no fue su sorpresa cuando el ovillo de lana se había convertido en un excremento.
Pero de entre todas las leyendas la que es más popular entre los fraileros, y la más conocida en los pueblos vecinos es que en Frailes se le hizo bailar a la pava.
De siempre se ha contado en la villa que en una ocasión dos amigos se apostaron si uno de ellos era capaz de hacerle bailar a una pava; pues de todos es sabido lo sosos y cautos que son éstos animales, y lo difícil que sería hacer que bailara. Pues bien, llegado el día convenido, ambos amigos quedaron en el lugar acordado que no era otro que una tahona. Y en el lugar compadeció uno de los apostantes con una pava y la banda de música. Seguidamente partió una nuez por la mitad y acopló cada una de las mitades a las patas del animal a modo de tacones, y situó a los músicos en la puerta del horno. Hizo que tocaran una pieza musical y metió la pava en el horno. El animal se quemaba las patas y las subía y bajaba acompasadamente una y otra vez para evitar la quemadura; y de éste modo la música sonaba y sonaba y la pava bailaba y bailaba. De esta manera la prueba fue superada y ganada la apuesta. Y cuando se quiere hacer alusión a lo listos e ingeniosos que son los fraileros, de dice que en Frailes se le hizo bailar a la pava.
Y por último, no podemos dejar de mencionar dos leyendas urbanas que corren de boca en boca entre los lugareños, y que dan señas de identidad a los que hacen de ésta amena y deliciosa villa su hogar.
La primera es el rumor que corre entre los mayores sobre que en Frailes hay un índice tan alto de suicidios por el gran número de nogales que verdean y dan fresca sombra en su territorio. Se podría deber a que las ramas del nogal son fuertes y resisten lo suficiente para aguantar el peso de un cuerpo colgado. Aunque también se apunta la posibilidad de que este alto número de suicidios se deba a un tema cultural; la expresión tan arraigada entre nosotros de decir “me ahorco” que lo vemos con mucha naturalidad desde pequeños y no nos produce todo el horror que lleva consigo el acto del suicidarse.
La segunda de las leyendas urbanas que siempre se ha contado en Frailes pero de la que no podríamos dar razón histórica es la que cuenta que en una ocasión fue una comisión de representantes del Ayuntamiento de Frailes a ver al Gobernador de la Provincia. Pasaron a la sala de espera, mientras el secretario anunciaba al gobernador la visita que debía recibir con estas palabras: Señor, hay una comisión de Frailes que quieren verle. A lo que el gobernador respondió: Que pasen sus reverendos. Confundiendo a los habitantes de Frailes con el clero regular.
Ésta anécdota se ha contado siempre y creíamos que se trataba de una leyenda o un chiste fácil sobre la confusión a la que lleva el gentilicio de los que viven en Frailes. Pero el mes de octubre de 2011, en un viaje a las Islas Canarias, uno de los cronistas oficiales de la villa de Madrid, Enrique de Aguinaga, me refirió la historia y me dijo que en su casa siempre se había contado porque su padre presenció el suceso, pues estaba destinado en el Gobierno Civil de Jaén. Era gobernador el Conde de Torrepando, y secretario un tal Hita, y la fecha 1930. Yo completo con el nombre del alcalde y de la corporación aquel año: alcalde, Antonio Gago Mudarra; y como concejales: Enrique Cano Cano, Rafael Castro Moya, Manuel Gago Pareja, Enrique Serrano Cano, Miguel Serrano Cano, Antonio Tello Castro, Dionisio Garrido Cano, Gabriel Tello Castro y Antonio Pareja Mudarra. Así que lo que siempre hemos considerado una leyenda no es tal sino que sucedió en realidad.
Hasta aquí el breve repaso por las leyendas relacionadas con Frailes. Hemos querido dar una visión general desde todos los puntos de vista: las leyendas que se pueden rastrear históricamente, las populares, las urbanas y hasta, como hemos observado con esta última, hechos reales que iban camino de convertirse en leyendas al perder sus coordenadas históricas.
Y esa pretende ser justamente la grandeza de este trabajo: rescatar vestigios de nuestra historia fosilizados en cuentos que pasan a través de las generaciones y donde se esconden retazos de la historia, del estilo de vida, de la forma de ser que tienen los habitantes de la comunidad que las acoge.
Hemos intentado acercar al público las leyendas relacionadas con Frailes de forma respetuosa y también teniendo presente que pueden ser leídas y escuchadas como una dignísima fuente de información a partir de la cual desvelar los secretos que aún guarda nuestra historia.
Creemos firmemente que este municipio ofrece mucho al historiador, y más si cabe al turista interesado, que en ningún caso quedará decepcionado al acercarse a Frailes.