Una de las obras literarias más deslumbrantes de Ginés Liébana es en mi opinión, la que lleva por título Sofá y querella , y en otras versiones posteriores, Sofá y querella, Casanova en Priego ; fue editada por el Ayuntamiento de Priego en 1995. Trata esta obra, de estructura teatral y ambientada nada menos que en 1768, sobre una fantástica e improbable visita a Priego del conquistador veneciano Giacomo Casanova, invitado por el virrey Antonio Caballero y Góngora para visitar al también cirrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, residente por aquel entonces en la ciudad del agua y del barroco.
Solo plantear la hipotética coincidencia del conde de Superunda con Casanova, ya impresiona, sobre todo si se conocen sus respectivas biografías. Dando por conocida la del veneciano, resumimos a continuación la del riojano.
Ginés Liébana conoció esta historia y su trágico final, a través de su amigo José Valverde Madrid, notario oriundo de Priego, historiador y Cronista Oficial de Córdoba y de Fernán Núñez; y construyó sobre ella una fantasiosa leyenda según la cual, Giacomo Casanova (en el relato Gerónimo Casaviva) viaja a Priego para visitar al Conde, aunque tiene la mala suerte de llegar el mismo día en que una carroza lleva al camposanto los restos mortales de Manso de Velasco.
Liébana pone el siguiente subtítulo a su obra: Libro ocurrido con la persecución a un burlador que descubre el amor y desde las primeras escenas, tras el entierro de Superunda, monta una fiesta veneciana en la que, según el propio autor «diferentes libertinos se disputan el protagonismo». Vicente Núñez ya definió los elementos consustanciales al teatro de su compañero y amigo: «trama sucinta, máscara cara y lenguaje disoluto». En efecto, reina la confusión entre los personajes y los tiempos, campea en el texto un estilo plenamente rococó: «Entre los invitados entran un diablo cíclope con tridente y un solo ojo, se sienta en la mesa con la muchacha de la clámide púnica». Todo es caótico, surrealista, provocador, sensual, insondable, alucinante, genial, onírico, exquisito, elegante- Ginesiano.
Es difícil imaginar en el Priego de 1768 un ambiente como el inventado por Liébana en Sofá y querella ; y sin embargo el autor coloca, aquí y allá, datos y alusiones perfectamente identificables en la población. Caballero y Góngora escribe a Casanova diciéndole que «allí se tiñen muy bien los sombreros y el bocaci; hay afanadores para todo, talegas de alhajas y tafetanes; van a encontrarse además con un discípulo de Canova». Existió realmente en Priego la posada de los Rescoldos donde intenta alojarse Casaviva, que «encontró una gran plaza rodeada de murallas y árboles donde estaban construyendo una gigantesca fuente de barroco desfigurado. En el fondo de la plaza había un humilladero erigido al pie de un manantial que mirarlo era un reposo».
Liébana, pintor de ángeles, estilista del lenguaje como de los pinceles, visitó primero la iglesia de San Pedro donde, con su libro Sofá y querella en las manos, contempló la tumba de José Antonio Manso de Velasco; admiró entusiasmado las grandes joyas del barroco prieguense; «el barroco -me decía- es el arte más profundo y el más bello». Bebió agua fresca en las fuentes del Adarve; recorrió despacio la casa-museo del presidente Alcalá-Zamora; gozó la exuberancia de la calle Río y vivió en silencio la Fuente del Rey, rodeada de murallas y árboles, para no perderse ni una nota del concierto interminable del agua y de los pájaros.
Cuando recibí a Ginés y a sus amigos, llevaba yo un propósito sacado literalmente de su propio libro: «Quiero que se lleve de Priego un recuerdo encendido».
Le he visto feliz en este día previo a su consagración como cordobés ilustre. Ha hecho gala durante estas horas de su ingenio, de su humor, de su inagotable entusiasmo, de su sencillez, de su infinita capacidad para hacer amigos. El, a sus 89 años, ha dejado en mí un recuerdo encendido.