POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Todo indica que la iglesia de San Martín de Escoto fue construida con materiales procedentes del monasterio de monjas benedictinas de San Martín de Soto, cuya comunidad fue disuelta por la mitra ovetense debido a la vida relajada y poco edificante a la que llegaron sus moradoras, puesto que el obispo don Gutierre las convocó en San Bartolomé de Nava a finales del siglo XIV, donde acusó a la abadesa y a las dos monjas que constituían la comunidad de graves faltas de indisciplina, por no guardar el voto de pobreza ni vestir el hábito monacal, así como por llevar unas costumbres de vida (“lubricam vitam…proles nefandas…”) contrarias a la norma de la orden benedictina a la que pertenecían. La abadesa fue enviada a Oviedo y las dos monjas fueron recluidas en el convento de Nava, suprimiendo su monasterio de origen. Con el tiempo, las monjas regresarían, volviendo a hacerse con el convento y -de nuevo- en la visita del obispo don Guillén (sucesor de don Gutierre), ya en el siglo XV, se encontró con una “grand disoluçion que era a grand peligro de sus ánimas de ellas e de otros improperios de la religión e regla de Sant Benito, las mandó mudar e pasarse al dicho monesterio de Villamayor”, conservando las monjas todos sus derechos sobre los bienes pertenecientes a Soto, con los que habían de mantenerse. El monasterio de Sta. María de Villamayor acabó de idéntica forma y por parecidos motivos que el de Soto, y todas sus monjas fueron trasladadas en 1530 al monasterio de San Pelayo de Oviedo, que ahí sigue con una respetable comunidad de benedictinas. El antiguo dominio monástico de San Martín de Soto pasó a convertirse en el coto de Llames de Parres. En la documentación de archivo se cita a la iglesia como San Martín de Excoto. Cuando mencionamos el topónimo de Soto de Dueñas venimos en recordar que estas “dueñas” eran las monjas de la comunidad a la que pertenecía buena parte de los terrenos del lugar y -ya en el siglo XVIII- el coto de Llames debía pagar al monasterio 40 reales de vellón, mientras los de Soto entregaban dos copinos de maíz y otros dos de escanda anuales. Todo el coto podía tener una extensión no lejana a los novecientos días de bueyes.
La planta de esta iglesia tiene un trazado común a los templos románicos rurales, y es notable su variada decoración. Con portadas del siglo XVI, arcos de medio punto, figuraciones heráldicas y humanas, escudos, tallas, geometrías, puntos, sogas y restos de pinturas que -a buen seguro- hacen de esta iglesia una de las joyas del concejo.
Cuenta con dos portadas de acceso en arco de medio punto, ejecutados con dovelas de despiece radial, descansando la puerta meridional sobre capiteles imposta y protegida por un alfiz sogueado que se apoya en dos cabezas de ángeles que hacen la función de ménsula. Un alfiz similar presenta la puerta occidental. Las dovelas de arranque de esta última puerta aparecen labradas, con un jarrón la de la izquierda y con un blasón de cuatro cuarteles la de la derecha. En la clave del arco de esta puerta resalta una cruz patada, sobre la cual destaca un relieve de cruz con ángeles.
Su interior no deja indiferente, con una armadura de madera que cubre la nave central en la que los vecinos trabajaron con entrega para restaurar algo de su pasado esplendor. Los nervios de la bóveda se apoyan en ménsulas figuradas con un entrelazado vegetal, un animal y dos toscas cabezas de hombre y de mujer. En el lateral sur del presbiterio se encuentra la capilla u oratorio de Santa Lucía, a la que se le atribuye un origen que pudiera ser prerrománico y en la que se aprecia una decoración con temas religiosos de época renacentista, del siglo XVI. En su lado meridional aparece la escena del enterramiento de San Martín, yacente dentro de un sarcófago y velado por dos personajes con barba, mientras en la occidental se aprecia una ya muy desdibujada imagen de Santa Lucía con amplios ropajes, nimbo y el platillo con los ojos, según la identifica la iconografía tradicional. La iglesia se sitúa en un bello emplazamiento, sobre una loma, dominando los campos que la circundan y hacia la que miran -desde hace siglos- numerosos barrios de Llames de Parres. Decenas de miles de peregrinos habrán visitado este templo en el pasado, situado al pie del Camín de la Reina.
Esta iglesia se encuentra dentro de la parroquia de Santa María de Viabaño.
San Martín de Escoto fue iglesia restaurada en 1985 y es el único edificio de todo el concejo de Parres que ha sido declarado Bien de Interés Cultural, según un decreto publicado en el BOPA el 14 de marzo de 1994.
Es por esta razón que no puede llevarse a cabo ninguna intervención en esta iglesia sin el preceptivo permiso expreso y escrito del Consejo de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, único órgano colegiado y autorizado para emitir informes, dictámenes y pronunciamientos relativos sobre el tema.
De modo que las obras realizadas en su interior, como fueron cubrir todo el suelo con láminas de madera de material aglomerado, pintura de paredes y techos, cambio del color de los lunetos del ábside (que pasaron del blanco al azul oscuro), y otras intervenciones llevadas a cabo, al haber sido realizadas presuntamente sin el permiso de Patrimonio Cultural, han provocado la denuncia de un partido político contra el cura que lo autorizó. Tema éste -por otra parte- de sobra conocido por todos, puesto que -además- el párroco de quien depende este templo, hizo pública dicha denuncia a los feligreses de Llames, lo cual no deja de parecer el mundo al revés.
Se forma que sobre dicha intervención -presuntamente al margen de la ley- todos seguimos esperando ver dónde está la autorización expresa del Consejo de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias para haberla realizado…
De nada sirve decir si el resultado de la operación ha sido más o menos afortunado, porque los gustos y caprichos de algunos no pueden estar nunca por encima de las leyes y normativas que rigen el sentido común y la defensa del patrimonio que hemos heredado de nuestros antepasados.