POR ANTONIO BOTÍAS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El astronauta Neil Armstrong tuvo que recorrer 200.000 kilómetros para reconocer, desde esa altura, lo que cualquier murciano sabe con solo subir a La Fuensanta. El americano se disponía a alunizar por vez primera en la historia. Pero antes alucinó al contemplar nuestro país desde el cielo. «¡España es maravillosa!», exclamó mientras su nave volaba a aquella distancia de la Tierra.
Este es solo uno de los detalles que la prensa murciana contaría, hace hoy medio siglo justo, en torno al histórico episodio. Murcia estaba, aunque con menos edificios y coches que ahora, como siempre lo ha estado cuando se desploma el calor infernal de sus veranos. A eso habría que sumarle que la fiesta del 18 de julio cayó en viernes, lo que ofreció a muchos un interesante puente y a todos el ya olvidado «pan doble». Encima, como nuevo aliciente para estar uno en su casa al fresco, concluía el Tour de Francia.
Los diarios describían cómo en la urbe comenzaban a colocar los primeros carteles en los comercios que rezaban ‘Abriremos en septiembre’ o ‘Cerrado hasta la última quince de agosto’. A ellos se sumaron aquel fin de semana histórico otros: ‘No abrimos hasta el lunes’.
Lunes cuando, por cierto, comenzaban los «Retales procedentes de la gran venta de julio» en Galerías Preciados, según la prensa. Y también en Cerdán Hermanos y Almacenes Coy. La Alegría de la Huerta ofrecía «artículos de siempre a precios de oportunidad».
Andaban entonces por la Región artistas como Juanito Valderrama, quien actuó en la plaza de toros junto a la Niña de la Puebla. O Lola Flores, que haría lo propio en la incipiente Manga para la elección de una miss. Entretanto, Curro Romero anunciaba su supuesta retirada. La empresa Iniesta casi monopolizaba el negocio del cine en la capital, con sus locales Rex, Gran Vía, Coy, Imperial, Cinema Iniesta o Murcia Parque, donde se proyectaba ‘El asalto al tren de Glasgow’, «para mayores de 18 años». Y no menos animación había en la sala de fiestas Pierrot o en la pionera Taplows. Para mayor actualidad, también el Ayuntamiento de Murcia aprobaba por este mes, ante la escapada de parroquianos a las playas, la pavimentación de calles. Así que la noticia de la llegada a la luna quebraba en parte la rutina asfixiante de la ciudad.
En vigilia para verlo
Bastaba conocer los horarios de Televisión Española para concluir, por muy iletrado que se fuera, que aquella no sería una noche normal. Por entonces se dividía la programación en cuatro emisiones, correspondientes a la mañana, sobremesa, tarde y noche. Algunos días incluían sus cuatro cartas de ajuste. La última de ellas, en torno a las 24 horas.
Desde esa hora y hasta las 7.45 no había nada que ver. Como tampoco lo había de las 10 a las 14 horas. Ni de las 17 a las 19.30. Solo cartas de ajuste. Pero en la madrugada del 21 de julio, lunes, cambió la programación. Los diarios anunciaron que «aproximadamente a las 6.30 horas, retransmisión directa desde la Luna de la llegada del ‘Apolo 11’ y de sus tripulantes». Historia pura.
Quienes confiaron solo en este anuncio se perdieron el espectáculo, pues se adelantó varias horas. Pero fueron pocos, si tenemos en cuenta que apenas se hablaría de otra cosa durante la jornada. De hecho, por la tarde de aquel día ya hubo conexiones para dar cuenta de los preparativos.
Los murcianos disfrutaron del momento esperado a las 3.56 horas de la madrugada, cuando Armstrong posó su pie sobre la superficie lunar y dijo aquella frase afortunada: «Un pequeño paso para el hombre, pero un paso gigante para la humanidad». Unos minutos después, el astronauta Edwin Aldrin hizo lo propio. No resulta exagerado apuntar que el mundo contuvo el aliento. En los televisores marca Inter contemplaron los murcianos cómo Armstrong, con voz temblorosa, daba sus primeros pasos sobre el satélite tras abandonar el módulo denominado ‘Águila’. La superficie lunar, en su opinión, era «muy fina, con partículas de arena. No parecen existir dificultades para caminar por ella».
Un bolsillo para lápices
Otro ingrediente noticioso incrementó durante la madrugada española el interés de la retransmisión. Los rusos también habían enviado su nave ‘Luna 15’, que remoloneaba por el mismo lugar que el ‘Apolo’, el llamado ‘Mar de la tranquilidad’.
Pero tranquilidad poca había allí. Ni en la Tierra. La incertidumbre sobre qué planeaba la Unión Soviética y la certeza de no querer quedarse atrás en la carrera espacial inquietó a muchos. La sonda sin tripulación despegó tres días antes que los americanos y fue a estrellarse poco después que Armstrong pisara la luna. Fracaso total.
Despejada la incógnita, los diarios ofrecieron ediciones especiales que pronto se agotaron y aportaban cuantiosos detalles de la epopeya lunar, en el caso de ‘Línea’ adornados con el espléndido humor gráfico de Baldo. En esas páginas se publicaron también otras noticias tan actuales como las inevitables obras veraniegas en los colegios del municipio o el registro de temperaturas, que superaban en sus máximas los cuarenta grados. Nada nuevo, y nunca mejor dicho, bajo el sol.
Unos días antes, las cabeceras murcianas adelantaron a sus lectores páginas y páginas donde les explicaban qué iba a suceder. En algún caso, se incorporaron muy rudimentarias ilustraciones que, por ejemplo, describían la llamada «unidad de movilidad extravehicular». Vamos, el traje de astronauta, también llamado «la prenda más complicada del mundo». Y, según esa ilustración, incluso llevaba su bolsillico «para linterna y lápices».
No toda la actualidad pasaba por la luna. Aquellos días había más cuestiones y no de poca trascendencia. Por ejemplo, al martes siguiente las Cortes aprobaron que el entonces príncipe don Juan Carlos sucedería al dictador Franco como jefe del Estado. El diario ‘Línea’ también tituló la noticia como «Una fecha histórica». Eso sucedía mientras los astronautas regresaban a la Tierra a 50.000 kilómetros por hora, volvían a maravillarse de la belleza de España y entraban a la atmósfera por la puerta grande de la Historia.
Fuente: https://www.laverdad.es/