POR ANTONIO HORCAJO MATESANZ, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)
“La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo». Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir”.
Estas palabras de Unamuno son las que me han llevado a estas reflexiones que, a vuelapluma, rememoro de una Segovia añorada, vivida con intensidad y acaso hoy olvidada.
Era una Segovia con identidad, cuajada de vida íntima y, acaso, muy distinta de la que hoy vivimos, siendo ésta mucho más plural que la de apenas hace unas décadas. Recuerdo bien como cambiaba la vida de nuestras calles cuando, aún no acabado el verano, volvía el ajetreo con la presencia de los cadetes de la Academia. los seminaristas a sus estudios y paseos, que imprimían una nota de juvenil alegría en filas de a dos y con sus becas rojas, acaso moradas algunas, cruzando sus pechos y descansando sobre sus hombros, desde casi párvulos hasta casi teólogos. Que de todo había, y nunca mejor dicho, en la viña del Señor.
Llegaban los internos de los Maristas y el aluvión de quintos que se incorporaban al Regimiento de la Plazuela del Quinto, hoy ampulosa plaza de la universidad con fuente luminosa incluida. Quien le iba a decir tanto avance a la próxima Fuente de la Dehesa, barrizal amable, donde al agua corría siempre a los pies del Cuartel de la Guardia Civil y la Casa Cuna, transformada luego en Hospital Militar y donde viví una de las más duras experiencias de mi vida, solo por ser segoviano y alférez en practicas en el Campamento de Robledo, entregando a una familia llena de dolor, un cuerpo amado.
Hoy todo eso ha cambiado. La Academia sigue siendo la Academia, cierto, pero los avances tecnológicos y otras reformas para su modernización ha motivado una profunda reforma. Ya no son aquellos artilleros de nuestra infancia y juventud que desfilaban en orden cerrado por las calles de San Francisco, Muerte y Vida, Puente de Muerte y Vida y José Zorrilla camino de Baterías, a unas duras jornadas de una preparación superior en todos los sentidos.
En El Adelantado aparecían avisos a la población y se nos ponía en guardia: tal día habría ejercicio de “tiro real sobre la falda de Matabueyes”.
Y en Segovia resonaban los zambombazos que ya era habituales y familiares, como algo nuestro y sin los que, acaso nuestra vida habría sido otra en los sonidos habituales. Sinceramente amigo lector, Segovia era otra con el ruido del cañón y el repicar de las campañas de la Catedral.
Aquellos cadetes a los que vimos muchas veces tirarse a caballo por las cuestas de La Piedad y el desfile, al regreso de Baterías, al son de la “Laureada Banda” (cuánto le debe Segovia y a sus músicos) aquella formación no era un espectáculo, era una vivencia ciudadana y, los domingos por la mañana, un gozo en el concierto de la Plaza Mayor.
Algunos de aquellos virtuosos del clarinete o del saxofón y otros instrumentos, en días de fiesta y los domingos por la tarde siempre, animaban los locales de Solera en la Plazuela de Muerte y Vida, el Pensamiento, en la calle José Zorrilla y en el Barceló en San Francisco para que los mozos, mozas y “militares sin graduación” “menearan el solomillo”, como se definía entonces a las ya dichas salas de baile popular.
Otros bailes había en Segovia de más rango, como el elitista del Casino y el del Circulo Mercantil, entonces en la Casa de los Picos, tan recientemente recordado por José Luis Salcedo, que en tratándose de Segovia siempre está a la que salta.
Pero hoy el tema es otro. La población de Segovia ha cambiado mucho. Hay gentes, bienvenidas sean si se integran, de diferentes etnias, preocupación entonces insospechada o inexistentes entre nosotros y mientras hoy nuestros jóvenes emigran.
No cabe duda Segovia ha cambiado. A mejor? No me corresponde a mí contestar esta interrogante. Me limito a observar sin atreverme a valorar. No nos estamos dando cuenta pero, poco a poco, la identidad está cambiando.
Es cierto que conservamos y, a veces, vivimos las viejas tradiciones pero, hasta donde me llega mi experiencia, hoy hay más artificiosidad que autenticidad en algunas de estas celebraciones. A permanecido lo anecdótico y se han camuflado, no digo perdido, las esencias. Cierto es que cada tiempo impone sus gustos, porque el presente tiene derecho a decidir su elección y también, no lo olvidemos, su responsabilidad.
No sería malo que cada ayuntamiento de nuestra tierra husmeara en sus viejas tradiciones, los usos y las costumbres heredadas y que se propusieran recuperar tan rico patrimonio. Eso que ahora se define como inmaterial y no es sino la herencia de todo un Pueblo, un Pueblo vivo. De tradiciones limpias, heredadas con gratitud inmaculada pero no del todo seguidas como corresponde.
Ahora se habla mucho de “despoblación” que fue sencillamente un hecho sociológico en la España de los años sesenta del siglo pasado y que se vivió, en un goteo constante, desde las zonas rurales a los grandes núcleos urbanos con mejor oferta de prosperidad y, acaso, solo de seguir viviendo.
Esto originó situaciones, como por ejemplo, que la Comunidad de Madrid albergada en aquellos años y que se mantuviera durante muchos (hoy no puedo afirmarlo, al no haber rematado aún los datos estadísticos actuales) una mayor población de segovianos que los que habitaban entonces en la provincia.
Ello llevó al Marqués del Lozoya, como Presidente del Centro Segoviano a escribir: “yo os confieso que de todos mis títulos, quizá aquel que íntimamente llevo con más orgullo es el de presidente del Centro Segoviano que es, en cierta manera, como ser Alcalde de esta aldea difusa de más de setentamil habitantes que somos los segovianos que trabajamos en Madrid”.
Confieso que no soy partidario de hablar de “despoblación” como antes digo, por ser un concepto erróneo y sí debemos hablar de “Repoblación” como meta a alcanzar y como acicate colectivo. Ahora recuerdo con gratitud, y le tengo muy presente en reflexiones de temas actuales no resueltos, a mi amigo y admirado profesor José Luis Sampedro, uno de los más íntegros hombres que he conocido y, sin duda, el más convincente maestro cuando nos orientaba una “estructura económica evolucionada y eficaz” que los equilibrios y el desarrollo humano lo hacen posible la infraestructuras acordes al tema. y, me pregunto: que infraestructuras tiene planteadas, además de los bacheos. nuestra Tierra de Segovia?.
De esto, amigo lector, de su déficit lamentable y de la falta de programas reales. si quieres, hablamos otro día. Pero quede claro que la ya vieja “despoblación” necesita menos palabras y más acción.
Por que, no es lo mismo rezar para que llueva y que se salve la cosecha, que coger el azadón y empezar a escardar. En Valladolid, con respecto a Segovia, de esto me parece que saben poco. Ojalá me apabullaran con demostraciones en contrario.
Fuente: http://www.eladelantado.com/opinion/tribuna/antonio-horcajo-lo-vivido-y-olvidado/