POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Creme Puff, una gata de Austin, vivió 38 años; Charlie, una guacamaya de Heathfield, 116; Sarita Montiel 150, según las pruebas del carbono-14; Hanako, una carpa japonesa, 226; Adwaita, una tortuga de las Seychelles, 255, el animal terrestre más longevo; una almeja de Islandia llamada Ming, en honor a la dinastía china que gobernaba cuando nació, vivió 400 años, el animal más longevo que se conocía; el carbayo de Valentín, en Tineo, quizá el árbol más viejo de Asturias, existía antes del descubrimiento de América; en Fortingall, Escocia, vive un tejo de 2.000 años; el Pinus longaeva, de Nevada, tiene 4.845; Samaúma, en la Amazonía, 5.800; el coral negro casi 10.000, ¿existe un ser vivo más longevo? Sí, la medusa Turritopsis dohrnii no conoce la muerte natural, cuando llega a la vejez comienza a rejuvenecer hasta que renace, en un ciclo sin fin, como si se pasara de rosca, la desgraciada.
Fuente: http://www.lne.es/