LES ROGAMOS QUE NOS ENVÍEN FOTOGRAFÍAS DE ESTE LUGAR. GRACIAS.
MÁNDENOS UN CORREO CON FOTOGRAFÍAS
“Lo que yo sabía de este pariente lejano era bien poco y casi todo falso, desde luego: un hombre que se encierra y que publica extraños artículos sobre arte antiguo, o libros de vecindades de un no menos extraño Ginés Pérez de Hita, comienza a ser imaginado por las gentes como un personaje raro sobre el cual se acumulan imaginaciones no menos raras. Hace su vida de noche, encerrado en su despacho. Apenas habla con la familia. No recibe a nadie. No habla con sus hijos. Así era que pretendía conocerme y ver algo de lo que pintaba. Mi madre me tranquilizó: `Qué cosas, es un sabio. Esos libros que tú lees, algunos los ha escrito él. Y es un hombre educado, eso sí, educado y hasta dicharachero´.”
Así presenta MANUEL MUÑOZ BARBERÁN a JOAQUÍN ESPÍN RAEL en el prólogo de la reeditada en 1986 obra del historiador lorquino Artistas y Artífices levantinos. El nombre de este ilustre lorquino figura ya como uno de los destacados de la historia local. Tampoco escapó su carácter a la pluma de Joaquín Arderíus que dijo de él: «es una de las mentalidades más masculinas y humanas que he tratado. Es un hombre riquísimo, no sabe lo que tiene. Pinta muy bien, escribe, sabe más que las brujas, y como le sobran los dineros, tiene la chifladura de las antigüedades. Es un hombre que a pesar de poseer patrimonio es un rebelde, que sabe y comprende el dolor de sus semejantes».
ESPÍN RAEL nació en el año 1875. Fue hijo único de una familia acomodada y recibió una herencia familiar que «con una hábil administración, le permitió no tener que desempeñar un oficio para vivir. Debido a esa situación económica favorable, desestimaría una formación académica tradicional adoptando un modelo de aprendizaje próximo al que se impartía a las clases pudientes de provincias en la segunda mitad del siglo XIX: instrucción escolar suficiente, formación humanística basada en la abundante lectura de literatura e historia y una iniciación en las Bellas Artes a través del dibujo, la pintura y la música», apunta Manuel Muñoz Clares en la revista Miscelánea.
Participó en la vida social de la época e incluso tuvo presencia en la vida política local próximo al partido Liberal. «Fue Síndico del Sindicato de Riegos, cargo que no ejerció por convicción, aunque sí hacía saber su opinión a través de la prensa local; formó parte del profesorado del Colegio Municipal de la Purísima Concepción, en 1924 y 1925, impartiendo las asignaturas de Historia Universal e Historia Literaria; perteneció a la dirección artística del Paso Blanco desde 1903; y fue socio de entidades culturales y recreativas de la ciudad, tales como el Ateneo o el Casino Artístico», añade Muñoz Clares.
PASIÓN LITERARIA
Hacía el año 1920 saca a la luz una pasión literaria e histórica que había estado cultivando a través de artículos en revistas y periódicos locales y regionales. Ese mismo año es nombrado miembro del Centro de Cultura Valenciana. Un año más tarde se le nombra archivero honorífico del Ayuntamiento. En 1934 el Consistorio decide que ocupe el puesto de CRONISTA OFICIAL DE LORCA tras la muerte de JOSÉ MARÍA CAMPOY. En 1941, fue designado académico fundador de la Academia Alfonso X y también de la Academia Real de la Historia.
«Entra en el Archivo para dar comienzo al ingente menester: hay que desempolvar 220.000 folios que, saliendo de los armarios, fueron cubriendo mesas, sillas y las repisas de las ventanas, hasta amontonarse en el suelo, abandonados desde tiempo inmemorial. Ir clasificando hoja por hoja, en orden de fechas y materias; agruparlas en legajos que sumarán hasta el número de 800; proteger los folios encuadernándolos entre dos tablas de su mismo tamaño y envolviendo todo el papel más oscuro que deje libre la parte abierta a la lectura para que en el dorso se escriba la detallación», describen Maruja Sastre y Eulalia Martínez en `Gente de Lorca´.
También MUÑOZ BARBERÁN hace mención en sus escritos a la labor de ESPÍN RAEL como archivero municipal. «Hizo un trato con el Ayuntamiento: él ordenaría el archivo, pero no cobraría absolutamente nada. Nadie se inmiscuiría en su labor y él nada pediría al Ayuntamiento, ni siquiera para los cartones y papeles, tinta y demás que empleara. Así realizó una labor pulcra y perfecta, durante más de treinta años (…) DON JOAQUÍN es el primer investigador lorquino que consigue reunir gran cantidad de datos sobre artistas de su ciudad o que trabajaron en ella. Publica innumerables artículos en periódicos locales y en revistas. Colabora en revistas especializadas y sus temas son variados: numismática, heráldica e historia en general (…) DON JOAQUÍN escribía llanamente bien; su castellano era terso y limpio, accesible a todos. Jamás se entregó a la pirueta técnica que le pudiera alejar de la comprensión de todos».
Sus escritos se publicaron en más de una veintena de ejemplares de Madrid, Murcia y Lorca. Existen publicadas además cinco monografías. La muerte le cogió trabajando a finales del mes de enero de 1959, tenía «un último artículo acabado poco antes y dos proyectos editoriales de mayor envergadura en la mente: `Anales de Lorca´ y `Antiguallas lorquinas´.
Una calle, y un centro cultural recuerdan a este ilustre lorquino porque al final se va cumpliendo el presagio de su amigo MUÑOZ BARBERÁN: «Con el tiempo, el nombre de este gran investigador lorquino se mantendrá e incluso crecerá en prestigio».
Textos: T. Martínez