POR DAVID GÓMEZ DE MORA, CRONISTA OFICIAL DE LA PERALEJA, DE PIQUERAS DEL CASTILLO, VALDEPINO DE HUETE, SACEDA DEL RIO Y CARECENILLA (CUENCA)
El origen del apellido Albendea, muy probablemente deba de relacionarse con la procedencia o vinculación en el pasado de alguna persona asociada a este municipio, y que como sabemos, se emplaza en el norte de la provincia de Cuenca.
A pesar de que a simple vista, el escaso conocimiento de la historia de las familias de esta comarca, nos lleve a pensar que los Albendea carecían de interés, nada más lejos de la realidad, estos en Huete ya estaban reconocidos como hidalgos, razón por la que veremos referencias de un Pedro de Albendea, citado por Manuel de Parada (2019, 295) como un noble más con los que contaba el municipio a principios del siglo XVI.
La importancia de los Albendea va incluso más allá del casco urbano de Huete, pues en una de sus pedanías, más concretamente en Caracenilla, florecerá una línea genealógica bastante bien apostentada, que partirá de Francisca de Albendea, quien al casar con Pedro Pérez, dejará una prolífica descedencia, con fundaciones, además de una buena posición social, cuyo apellido pasará a estar solapado como Pérez de Albendea.
En los tratados heráldicos, veremos como el escudo que se les asignará a los Albendea que decían tener un raigambre hidalgo, se ilustrará en campo azur con una sirena, que sostendrá un espejo de oro en una de sus manos, así como un peine del mismo metal en la otra, finalizándose en su parte inferior con unas ondas en plata y azur.
Si consultamos los libros parroquiales de Huete, a los Albendea los veremos enlazando con casas como los Cabildo a finales del siglo XVI, así como también en la parroquia de San Esteban, donde apreciaremos mayor cantidad de representantes, lo que se deberá muy seguramente a que esta es la parroquia con la que el linaje estaba más vinculado en la ciudad. Los dos representantes más antiguos que veremos en los libros sacramentales, son Pedro de Albendea y Juan de Albendea, quienes probablemente guardarían algún nexo con el Pedro citado unas décadas antes entre los miembros de la nobleza local.
Juan había casado con Catalina López, así como posteriormente con Isabel de Lorca en segundas nupcias. Por otro lado, leeremos el nombre de Pedro de Albendea, y que seguramente guardaría un parentesco muy cercano con Juan (ya que hemos comprobado que este apellido no era tan corriente en el vecindario optense), habiendo casado con Ana de Alcázar, y con quien tendrá varios hijos, que irá bautizando en la iglesia de San Esteban. Este será el caso de Quiteria en 1569 y Martín cinco años antes. Juan, el esposo de Isabel, bautizó en 1558 una niña llamada María, así como Catalina en 1562.
Al fin y al cabo, la familia de los Albendea, será una más que representará ese conglomerado de linajes de la pequeña nobleza, que al igual que los Romo, Arcas o Rincón, sin hacer excesivo ruido, veremos esparcido por diferentes lugares de la Alcarria, y que no siempre acabará revindicando una raíz o vínculo con la familia afincada históricamente en la principal ciudad, a pesar de que en origen estos pudiesen descender de un mismo tronco.
Su presencia en otros lugares de la zona es interesante el poder demostrarla, puesto que esta clase de familias de labradores hidalgos, jugarán un papel indispensable, que apoyado por linajes de la burguesía agrícola del entorno, darán forma a esos núcleos de poder, indispensables en el momento de radiografiar socialmente la gente del pasado, y así comprender el devenir de la economía de estas tierras, tanto a finales del medievo como en siglos posteriores.