POR DOMINGO QUIJADA GONZALEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMRAL DE LA MATA (CÁCERES)

Como aperitivo, sepamos que la danza es innata al ser humano, practicada desde la más remota antigüedad, ya fuera con motivo festivo e, incluso, religioso y guerrero.

Pero, por necesidades de espacio, centrémonos en Navalmoral.

Como los franceses destruyeron los archivos durante la invasión napoleónica, no existen datos escritos para que conozcamos cómo eran en el pasado. Pero, teniendo en cuenta cómo eran en otros lugares y la idiosincrasia de nuestra localidad, nos lo imaginamos.

Suponemos que los más remotos bailes se celebraban en el primitivo marco que aglutinaba las principales actividades del municipio: mercado, toros, etc. Es decir, la Plaza Vieja.

Por lo antes manifestado, ignoramos qué instrumentos tocaban. Pero es evidente que no serían muy diferentes de los que tañían en otros lugares: percusión (como la pandereta o cualquier otro objeto casero), puede que el arcaico rabel, las palmas y el cante.

Desde que disponemos de archivo, sabemos que Navalmoral siempre fue un lugar muy aficionado al baile. Incluso las autoridades los promovían en ocasiones especiales, como sucedió cuando se proclamó el Bienio Constitucional (22 de julio de 1854), que se celebró en la citada Plaza Vieja.

Ya en el siglo XX, disponemos de datos más precisos, gracias los cuales conocemos los locales donde acudían los jóvenes: el baile de «Angelillo» y el de la “Paja”. Al cumplir más de un siglo, no dispongo de datos precisos, ya que unos los ubican en el inicio del barrio del Cerro y otros más céntricos.

Pero sí contamos (porque pidió permiso al Ayuntamiento) con la información del más famoso en esa época: el baile del «Tío Quintín» (Martín, que disponía de un organillo, primero en la calle Ensenada y después en la esquina de Hernán Cortés con Capitán Haya).

En esa misma época, tenemos datos del día de las Candelas de 1908, cuando se celebra sesión de baile en el Teatro de Salvador (posterior Teatro y Cine Díaz, y Sala «Capri» al final), al que se entraba entonces por la rinconada de la calle Ramales (Pablo Luengo), ya que delante estaba el arroyo de La Quebrada. Pero las Verbenas seguían en la Plaza Vieja.

Pero, al año siguiente, aquel gran empresario que fue Agustín Marcos Nieto (“Amarnie”), construye un gran complejo en la calle Gabriel y Galán, dotado de Cine, Frontón y Baile (el famoso “Rosneo”, aún en pie, que regentaban el “tío Silva” y Martín Sarró Sánchez).

Los domingos y festivos menores, utilizaban ese local; en verano, la terraza del Frontón; y, en los grandes actos (Carnavales y similares), quitaban las butacas del cine y lo hacían allí (utilizando las orquestas el escenario).

El 16 de febrero de 1920, lunes de Carnaval, se crea el Centro Moralo: lugar y sociedad de reunión y diversión para numerosos moralos, especialmente de las clases medias y altas

– Objetivos: «actividades de recreo propias de cualquier Casino, ajeno a toda política». Aunque, a menudo, tuvieron gestos sociales o humanitarios dignos de mención. Fue el que más duró, siendo el protagonista del Carnaval en la posguerra.

En eso «felices años 20», el orden de bailes era éste: Vals, Polca, Mazurca, Pasodoble, Habanera, Chotis y Jota.

Pero, dado que el antes citado sólo admitían a socios, numerosos moralos organizan en fechas señaladas (Candelas, Carnavales, Bailes de Invierno y Verbenas de Verano) actuaciones a cargo de las Sociedades de Baile (como «La Victoria», «La Unión» y «La Armonía», todas ellas aparecidas en ese mismo año 1920, y que tenían lugar en el Cine «Díaz» o en «Amarnie» (dentro o fuera, según la estación del año). Que alquilaban cuando no los usaba el dueño, o en locales anexos.

Las Verbenas más famosas fueron las que se celebraron durante la 2ª República, estando organizadas casi todas ellas por las dos Sociedades de Baile más importantes que tuvo Navalmoral en esa época (al margen del citado Centro Moralo): «La Unión» (fundada el 14-12-1920 (en el Salón-Café de «Amarnie», que compartían con su dueño, siendo su primer presidente Dionisio

Nieto; utilizando un Manubrio de 72 «martillos”, propiedad de «Amarnie»; llegó a contar con 93 socios, en su mayoría obreros); en 1934 aparece como «Unión Triunfadora», que presidió Antonio Jara y Tani “Granaíno”); y Juventud Morala», fundada el 1-3-1931, y que alternaban sus bailes en «Amarnie» y «Díaz»(aunque solían utilizar este último salón), con Eulogio Luengo de presidente.

Tras la Guerra Civil, continuarán algunos de los antes citado, sobre todo en el Rosneo, que ahora dirigían los herederos de “Amarnie”, con el señor Bruguera al frente.

Pero entramos en la semifinal de este trabajo: en 1957 llega un abulense, Pedro García, que adquiere la pensión «Prieto», que convierte en «Hostal Jardín»; después se hace con el cine Díaz, que transforma en «Sala de Fiestas» (respetando algunas estructuras) con el nombre de Capri.

Y que se haría famosa en esa época (me cuentan que venían -incluso- autocares desde poblaciones del entorno, como Talavera). También destacó porque fue el primer local donde se celebraron bodas en Navalmoral, con banquete y bailes (toda una novedad, aunque antes se habían festejados algunas en el «Centro Moralo»).

Y surgen otros bailes y discotecas al aire libre: Higuer Club-Los Rosales (avenida de la Angustias, de los hermanos Serrano), que luego lo trasladan a “Las Palmeras” (Pablo Luengo), el “Merle” (Antonio Concha), “Cruz Blanca” (terraza, de Santiago Fernández, calle Mercado), “Las Vegas” (Antonio Concha, hoy Siglo XXI), “Acapulco” (de Marín Fernández, en Antonio Concha), “Brasilia” (muy famoso en los años 80, “Iris” (bar Eloy).

Hasta que surgen las discotecas (“Bahía” en C/ Samaniego, Flipper” en Gabiel y Galán, “Zodiac” Puerto Carrales, “Copy” en posterior bar Eloy, “Contacto” en Moya y “Paco Micro” en Avda. San Isidro) y más terrazas (“Ibiza”, traseras de la N-V). Puede que se me escape alguna.

La última fase está representada por los locales de la “Calle de la Marcha” y otros dispersos, que son tan numerosos que no tengo espacio para ello. Otra vez será. Y de los numerosos músicos locales, que dejaremos también para otra ocasión.