POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA).
Los bailes públicos en mi pueblo entre los siglos XVIII al XIX y la primera mitad del siglo XX, solían ser callejeros, o bien en la plaza Mayor.
Como no existía el alumbrado eléctrico, se efectuaban a media tarde, con luz solar y, de esa forma, evitar la nocturnidad que era aprovechada por los bailarines para escaquearse por las callejuelas aledañas y dar rienda suelta al furor de sus efluvios hormonales.
En algunas ocasiones, las mujeres que rodeaban la pista de baile, sentadas en las sillas traídas de sus casas, portaban unos candiles con su «torcida» empapada en aceite, o bien sus «mariposas» en una taza de aceite. Con ellos se alumbraban aunque parecían estar en penumbra.
En aquella época de luces y sombras, era frecuente el baile del «cuchi» y, debido a los desmanes que se producían, los corregidores , promulgaron los «Bandos del Buen Gobierno» que a principios del siglo XVIII, envió el Cardenal Belluga al párroco Juan Pay Pérez, con el fin de que se hicieran públicos e implicara a las autoridades en evitación, sobre todo, de que no se produjeran altercados de orden público, teniendo en cuenta que a los bailes acudían forasteros, causando incordio entre los bailarines y el personal que les acompañaba.
No resultaba fácil ya que a los atardeceres era corriente que salieran tocando las dulzainas y guitarras y, a sus sones, se organizaban verdaderos «saraos» que acababan en las huertas aledañas; donde la moralidad y las buenas costumbres brillaban por su ausencia, según pregonaban los escritores costumbristas de la época.
Ante tantos desmanes, eran frecuentes las denuncias presentadas ante la autoridad competente por parte de algunas jóvenes y sus familiares, ante el incumplimiento de los novios del compromiso matrimonial, una vez que, ante el ambiente festivo, habían mantenido relaciones intimas.
Al no ser un problema exclusivo de este pueblo, el Corregidor de Justicia Mayor y Capitán de Guerra, representando a Su Majestad en la ciudad de Murcia, D. Ignacio Joaquín Montalvo, haciéndose eco del gran desorden que provocaban los bailes en las calles y huertas que, con la llegada de la moda del baile del «cuchi cuchi» se producían sonoros escándalos, además de «una ruina espiritual» en la juventud .
Tal fue el desmadre, que el Sr. Montalvo ordenó, a los regidores y miembros de sus corporaciones, que prohibieran dichos bailes y, no se autorizara bajo ningún pretexto, ningún baile en las calles, plazas ni descampados cercanos a las huertas. Sobre ellos recaería toda la responsabilidad de los desaguisados que se cometieran.
Bajo dicho pretexto, se indica a los novios que no frecuenten las casas de las novias, con el fin de evitar las ocasiones que acarrean lastimosas consecuencias.
El recibí del comunicado del Corregidor de Justicia Mayor, fue firmado en el Ayuntamiento el día 10 de julio de1722.