POR FAUSTO JESÚS ARROYO LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE CASARRUBIOS DEL MONTE (TOLEDO)

El único recuerdo existente de la larga estancia de veintiséis días del rey Felipe III en la villa de Casarrubios del Monte ocurrido en 1619, son los bancos mandados hacer a toda prisa por el monarca para celebrar los Consejos de Guerra y Estado en la iglesia de Santa María, y pagados por el Concejo de la villa, según figura en los libros de cuentas del Archivo Histórico Municipal.

De todos es conocida la larga enfermedad sufrida por el rey a su regreso de Portugal, donde se habían celebrado Cortes Generales en las que su hijo, el futuro Felipe IV, fue jurado como heredero de la corona portuguesa. 

En Talavera de la Reina S.M. se sintió mal, y en Santa Olalla los médicos temieron no llegar Madrid, por lo que se vieron obligados a buscar un lugar cercano, y vieron el más adecuado el hospital del Corpus Christi situado en el mismo camino en la villa de Casarrubios del Monte, para lo que comenzaron azuzar a los caballos y llegar cuanto antes. En los primeros momentos, y debido a que el hospital estaba dedicado a las clases más desfavorecidas del pueblo, transeúntes por el Camino Real y peregrinos a Guadalupe, no lo vieron apropiado para Su Majestad y decidieron llevarlo al palacio residencia de los primeros condes de Casarrubios, familiares cercanos del valido de del rey.

La larga estancia en esta villa obligó a celebrar en ella Consejos de Guerra, que se llevaron a cabo en el coro alto de la Iglesia de Santa María, y los diarios de Consejo de Estado en la sacristía, para lo cual se mandaron hacer a toda prisa unos bancos donde sentarse los miembros del Consejo. 

En el libro diecisiete de las cuentas del Ayuntamiento figura el pago de “600 reales que pareció haberse pagado de los bancos y asientos y escaños que se hicieron por mandado de Su Majestad para la iglesia de esta villa”. El encargo figura como realizado por el rey, aunque en realidad él no estuviera para esos detalles, y el pago corrió a cargo del Concejo de la villa, por lo que, dichos bancos, pertenecen al pueblo, y un día esperamos puedan incorporarse a un futuro museo etnológico creado para disfrute de la población.

En una visita realizada a las obras de la última restauración de la parroquia encontré los vetustos bancos entre otros enseres camino de su desaparición, de cuyo valor histórico informé al párroco quien tomó conciencia de ello. 

Espero que mi pequeña aportación valga para que continúen otros cuatrocientos años dando testimonio de aquel memorable hecho histórico que vivió la villa, y no lamentemos la pérdida de estos tres únicos ejemplares que dan testimonio de aquel hecho histórico vivido por el pueblo, quien toma conciencia de su pasado y no desea perderlos como tantas otras cosas lo hicieron por falta de información y desconocimiento. 

FUENTE: EL CRONISTA