POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
La historia de Torrevieja está marcada por importantes acontecimientos en los que miembros de la familia Borbón fueron sus protagonistas. En 1772, Carlos III firmó los expedientes de erección de la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario de La Mata: y en 1788, pocos días antes su muerte, y el de la ayuda de parroquia de la Inmaculada en Torrevieja, costeando las alhajas de ambos templos.
El comienzo de la explotación salinera en la laguna de Torrevieja, propiedad del patrimonio de la Real Hacienda, hizo que Carlos IV firmase, el 21 de octubre de 1802, un Real Decreto ordenando el traslado de la Casa Administración a Torrevieja -hasta entonces estaba en La Mata- ordenado trazar el primer plano de la población.
Importante fue la ayuda del rey Fernando VII, aportando urgentemente 1.500.000 reales de los fondos personales de él y de su esposa, la reina María Cristina, para los pueblos de la Vega Baja damnificados por el terremoto del 21 de marzo de 1829.
No todos eran benévolas noticias hacia aquella monarquía, en 1869, como consecuencia de haberse observado que en el establecimiento fotográfico de Juan Darblade se expedían retratos de Carlos VII y que en su casa se hospedan con frecuencia forasteros señalados como antiguos jefes carlistas, el alcalde ordenó recoger los retratos, poniendo estos hechos en conocimiento del gobernador civil.
La crónica negra nos viene de la mano de Jesús Navarro, joven anarquista torrevejense, que, en la noche del 31 de mayo 1905, intervino en el atentado contra Alfonso XIII en París, sufrido durante una visita oficial al presidente de la república francesa. Los dos mandatarios regresaban del Teatro de la Ópera cuando una mano criminal arrojó una bomba que, milagrosamente, se desvió de su dirección al tocar un cable del tendido de los tranvías, resultando ilesos.
La primera visita de un miembro de la familia real a Torrevieja coincidió con la feria de San Jaime del año 1907: la Infanta Isabel de Borbón ‘la Chata’, hermana de Alfonso XII. Amiga de fiestas populares, con su carácter franco y su condición sencilla la hizo amante de todo el pueblo. El día 24 de julio, a las doce, se oyó el repique de campanas y disparos de cohetes, comenzando el movimiento del pueblo que, ansioso de ver a la infanta, salió a esperarla a la carretera. En la plaza de la Constitución se reunió la corporación municipal, comisiones e invitados: Francisco Ballester, alcalde accidental de Torrevieja por la ausencia de su titular Rafael Sala; el coronel del primer tercio de la guardia civil, el cura párroco y las galeras de José Bañón, b>Antonio Torregrosa, José Hódar, Ignacio Mompeán, así como las jardineras de Adolfo Lizón y del señor Turón, coches, tartanas particulares y otros vehículos. Todos esos carruajes iban ocupados por numerosos señores, entre los que estaban el capitán del puerto; el juez de instrucción, señor Barrios; el juez municipal, Joaquín Sala; el ingeniero e interventor y el administrador de las salinas. Todos se dirigieron a la entrada del pueblo. Bajo un tórrido calor, el público se agolpó en las aceras, diseminándose a lo largo de la calzada. Después de dos horas de espera, a lo lejos se vio venir, entre nubes de polvo, un automóvil, un ‘Phanard’ de 60 caballos, llevando en su interior a la infanta. La banda de música municipal de Orihuela, dirigida por Saturnino Cebrián dejó oír los acordes de la Marcha Real y la multitud vitoreó a Isabel de Borbón. Tras los saludos y presentaciones todos subieron a los carruajes, la infanta al lado del alcalde, organizándose una comitiva que marchó hasta el tempo de la Inmaculada, donde se entonó una Salve, mientras el presbítero hacía volar el humeante incensario. A continuación, tuvo lugar un almuerzo en la casa de veraneo de Francisco Coello de Portugal y Pérez del Pulgar, hijo del secretario tesorero particular de su Alteza Real, el coronel del mismo nombre, y que venía acompañándola. Por la tarde visitó las salinas acompañada por las autoridades, marchando a continuación a Alicante.
Alfonso XIII, por Real Decreto de 4 de febrero de1931, concedió a Torrevieja el título de Ciudad, pocos meses antes de salir al destierro por el puerto de Cartagena.
El príncipe Juan Carlos, en el curso 1957-58, tuvo su preparación en la Academia Militar del Aire de San Javier. Durante aquella estancia, acudía con frecuencia a Torrevieja, especialmente a los bailes que en verano se celebraban en la terraza del ‘Cine Royal’. Años más tarde, el 17 de junio de 1970, Juan Carlos de Borbón, entonces príncipe de España, recibió en Madrid a una comisión del Club Náutico de Torrevieja, formada miembros de su junta presidida por Tomás Lanzarote. Les acompañaba el delegado nacional de Educación Física y Deportes, Juan Antonio Samaranch, el secretario nacional de Educación y el presidente de la Federación Española de Vela.
De sobra es conocida la afición de la familia real a los deportes náuticos, y a Tomás Lanzarote, presidente del Club Náutico de Torrevieja, le unió una gran amistad con don Juan de Borbón, Jefe de la Casa Real y Conde de Barcelona. El mutuo aprecio surgió durante visita girada a su casa de Estoril. Don Juan le devolvió el encuentro en el 14 de agosto de 1972, atracando su yate ‘Giralda’ en el muelle del Club Náutico. Fue cumplimentado por el presidente y el comodoro, Miguel Samper y tras recorrer las instalaciones del edificio y firmar en el Libro de Oro de la entidad, se le ofreció un almuerzo. Por la noche don Juan invitó a una cena, en su yate, al presidente y al comodoro, acompañados por sus respectivas esposas; y a la mañana siguiente, acudieron al Club Náutico, con ánimos de cumplimentar a don Juan, incontables miembros de la aristocracia murciana, oriolana y torrevejenses, siendo invitados a comer un arroz de caldero. Por la tarde, partió en el ‘Giralda’ con destino a Ibiza.
En septiembre de 1987, el príncipe de Asturias Felipe de Borbón, con 21 años, ingresó como alférez en la Academia General del Aire de San Javier, logrando el título de teniente de Aviación. A Torrevieja solía venir con frecuencia acompañado de otros cadetes. Jugaba al Squach en las pistas del ‘Gimnasio Aro’; se le podía ver tanto en el pub ‘Keeper’, en la discoteca ‘Pachá’ o cenando con algunos compañeros en el restaurante ‘Brisas del Mar’, en donde se hizo asiduo de degustar ‘lenguado menier’, acompañado de vino rosado de Bodegas Torres.
Por aquellas fechas, la ahora reina Leticia Ortiz, con 16 años, junto con sus hermanas y primos, pasaba sus temporadas estivales, junto a sus los abuelos maternos, Enriqueta y Francisco que, en 1988, habían adquirido un adosado en ‘Residencial Mediterráneo’, frente de la playa de los Náufragos, donde fueron a vivir tras su jubilación, después de trabajar muchos años como taxista en Madrid. Imposible para doña Letizia olvidar aquellos veranos, en pandilla, seguro que llenos de adolescentes confidencias, disfrutando todos en la costa torrevejense.