LOS CAMBIOS EN LAS PROCESIONES DE LA LANZADA (SEVILLA)
Mar 30 2018

LA COFRADÍA DE SAN MARTÍN PASÓ POR DIVERSOS TEMPLOS Y SUSTITUYÓ VARIAS VECES LAS IMÁGENES, DE ANTONIO JOSÉ ILLANES 

Cristo de la Sagrada Lanzada

La Lanzada nunca rehuyó los cambios a lo largo de su historia. Es una de las cofradías que más ha evolucionado y más se ha ajustado a la necesidad. Es también una de las que ha pasado por más templos.

Viéndola hoy, cuando sale de San Martín, nos parece estable, un oasis gótico en un mundo barroco. El paso de la Lanzada es un prodigio por sus dimensiones y valía artística. Las imágenes están perfectamente combinadas. Parece que han salido del mismo taller artístico. Sin embargo, no es así.

Por el contrario, en el paso de la Lanzada se resumen los diversos siglos y las dificultades de supervivencia que tuvo esta hermandad.

A lo largo de su historia, el paso de la Lanzada ha salido a las calles de Sevilla con diferentes imágenes de Crucificados, que a veces no eran de su propiedad.

Tiene la curiosidad histórica de haber salido en el convulso siglo XIX con un Crucificado de Juan de Mesa y con otro de Martínez Montañés. Ha salido con el actual Cristo de la Buena Muerte, de Los Estudiantes, y con el Cristo de los Desamparados, que recibe culto en la iglesia conventual del Santo Ángel.

En 1833 salió La Lanzada de la iglesia de San Francisco de Paula con el Cristo que talló Juan de Mesa, cedido por los jesuitas. La hermandad se encontraba en situación muy difícil.

Para esa salida de 1833 le cedieron también el paso de la que fue hermandad del Despedimiento, así como otras imágenes secundarias que le prestó la Quinta Angustia.

Por entonces la Lanzada daba culto a un Crucificado de papelón, que se encontraba en muy mal estado de conservación. Por ello, le fue cedido otro Crucificado, asimismo de papelón, con el que salieron en 1850 desde el convento de San Basilio, al que volvieron. Este Cristo perteneció a la extinguida hermandad de la Antigua y Siete Dolores.

Sin embargo, en 1851 pasaron al templo del Santo Ángel, en la calle Rioja, desde donde salieron con la imagen del Cristo de los Desamparados, obra de Martínez Montañés. Allí permanecieron hasta 1915, cuando se trasladaron provisionalmente a la parroquia de San Román, desde la que hicieron estación aquel año con el Cristo de papelón procedente de la Antigua, que habían restaurado.

Un año después se volvieron a mudar, esta vez al convento de San Gregorio. Allí se encontraban cuando en 1929 fue bendecido el actual Crucificado, que talló Antonio Illanes.

El misterio muestra una adecuada armonía, aunque refleja los diferentes momentos históricos de la hermandad. La excelente talla de San Juan es del siglo XVII y se atribuye al taller de Roldán.

Las imágenes de la Magdalena y una de las Marías fueron realizadas por Juan de Astorga en 1810. A este mismo imaginero se atribuye la remodelación de la otra María. La actual Virgen de Guía es obra asimismo de Antonio Illanes, que la talló en 1971, sustituyendo a otra del mismo autor que había sido retirada del culto. Longinos y el caballo, que igualmente han sustituido a otros anteriores, son los últimos que llegaron al paso, realizados por José Antonio Navarro Arteaga en 1999 y 2004.

En esta hermandad confluyeron varias de penitencia, gloria y la sacramental de San Martín, que a su vez pasaron por numerosos templos. Sólo en lo referido a la hermandad penitencial de La Lanzada consta que pasó por San Nicolás, San Basilio, San Marcos, otra vez el convento de los basilios, San Francisco de Paula, convento de Pasión, de nuevo San Basilio, el Santo Ángel, San Román, San Gregorio y San Martín, donde tiene su sede desde 1940; aunque las imágenes estaban desde 1932, si bien seguían saliendo del templo de San Gregorio por dificultades con la puerta.

Como se ve, La Lanzada ha vivido una historia larga y delicada, casi imposible de resumir. Esos ajetreos se han quedado atrás, como un rescoldo del pasado. Ya alcanzó estabilidad, incluso en el orden del día.

Es la cofradía decana del Miércoles Santo, por lo que le correspondería ser la última. Pero en 1992 fue permutada y adelantada a su actual lugar. Algún año llegó a entrar el paso de palio a las seis de la madrugada.

El azar de su historia se queda como anécdota. Por los siglos de los siglos. Hoy nuestros ojos sólo se fijarán en esa terrible escena que nos muestran en el paso neogótico que sale de San Martín. La lanzada de Longinos es la muerte a conciencia, la muerte con la que se remata al Muerto. Frente a tanta cobardía y crueldad, brota el poder de la fe, que mueve al arrepentimiento de quien ha entendido que ahí está el Hijo de Dios. José Joaquín León

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