POR MARÍA JOSEFA SANZ FUENTES, CRONISTA OFICIAL DE AVILÉS (ASTURIAS).
MIEMBRO DE LA JUNTA RECTORA DE LA REAL ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CRONISTAS OFICIALES (RAECO).
Los caminos que hoy utilizamos para ir hacia Santiago a pie, a caballo o en bicicleta, son una serie de caminos históricos, transitados desde mucho tiempo antes de que fuera hallado el cuerpo del Apóstol cerca del Finisterre peninsular, en tierras gallegas.
Y de ello tenemos clara noticia en Asturias, donde lo fueron por los hombres de la prehistoria y de la protohistoria, quienes en su entorno nos han dejado su huella arquitectónica en estructuras funerarias tumulares, y lo fueron, sobre todo, por los romanos, quienes necesitaron de ellos para el transporte del oro que beneficiaban de las minas asturianas y gallegas, o los utilizaron para poder organizar y enlazar las distintas poblaciones en las que residían sus gobernadores y los puertos de la costa, donde embarcaban sus mercancías o instalaban sus factorías pesqueras y de salazón, como es el caso de Gijón.
Esos caminos, bien construidos y reforzados, dotados de puentes que sorteaban el curso de los ríos, fueron, cómo no, aprovechados en la Edad Media y posteriormente, en la Edad Moderna, transformados en Caminos Reales, nuestras viejas carreteras, desplazadas ahora por modernas infraestructuras: vías rápidas, autovías y autopistas.
De ahí que, cuando se descubrió el cuerpo del apóstol Santiago reinando Alfonso II en León, el camino que utilizará para llegar hasta el lugar este monarca fue la vía romana que unía Lucus Asturum, es decir Lugo de Llanera, con Lucus Augusti, Lugo, para desde allí continuar por otra vía hacia Compostela.
Este Camino fue seguramente el más frecuentado hasta que después de la reconquista de Toledo por Alfonso VI el territorio situado al norte del río Tajo quedó fuera del peligro de los ataques de los reinos de taifas del sur y cobró vida el camino que recogía desde los pasos montañosos de Navarra y Aragón (Roncesvalles y Somport) gran parte del volumen de peregrinos europeos que se dirigían hacia Santiago. Y éste es el camino que durante mucho tiempo se ha pretendido como único Camino de Santiago y que comúnmente se le denomina Camino francés. Obtuvo el reconocimiento de la UNESCO el año 1985. En 2015 lo obtuvieron los denominados Caminos del Norte.
Pero la realidad es que hemos de convencernos de que nuestro camino de Santiago, el de cada uno, empieza en la puerta de nuestra casa, y que ésta puede estar a la vera de uno de estos caminos históricos o no, y que sencillamente hemos de buscar los antiguos caminos reales, por el hecho de que en su momento fueron los más transitados y por ello también los más seguros.
Porque un camino no es solo una estructura sobre la que poder caminar. Hay que tener en cuenta que los caminantes –peregrinos, comerciantes, oficiales de los más variados oficios- necesitaban de otras infraestructuras en donde albergarse, hacer un alto en su caminar, curarse de sus heridas. Sí es cierto que los caminos van yendo de ciudad en ciudad, atravesando aldeas. Pero también lo es que en algunas zonas estas entidades de población distaban mucho entre sí y, lo más importante, que en los pasos de montaña y a las orillas de los grandes ríos, donde no había puente y había que utilizar las barcas de pasaje, no había precisamente lugares poblados.
Por ello, aunque bien es cierto que en las poblaciones de mayor entidad se crearon hospitales en los que se podían acoger los pobres peregrinos y asimismo existían posadas de pago, en esos otros lugares aparecen hospitales de peregrinos –a quién no le suena El Cebreiro- o las ventas, tan numerosas y conocidas a lo largo de los caminos hispanos.
Ahora bien, además de estas ayudas materiales –caminos bien cuidados, puentes, hospitales y posadas, ventas o alberguerías- hay algo que acompañará al peregrino siempre y que son las construcciones religiosas. Durante muchos siglos las personas que peregrinaban lo hacían en su mayor parte por devoción y buscaban ser asistidos tanto de su alma como de su cuerpo. Las parroquias de las distintas poblaciones les sirvieron muchas veces de refugio, alojándolos en sus cabildos, en sus pórticos.
Los caminos también se fueron poblando de pequeñas capillas, muchas de ellas con advocaciones que recuerdan la protección que buscaban los peregrinos. Muchas están dedicadas a santa Ana, porque según la leyenda de la Santa Parentela, además de ser la abuela de Jesús, lo era también de Santiago, pues María Salomé, la madre del apóstol, era también hija suya. La virgen María es también titular a través de muy diversas advocaciones: la Esperanza, porque cuenta la tradición que el Credo fue redactado comunalmente por los apóstoles y Santiago escribió el referente a la concepción y maternidad de María; y cómo no, a la virgen de los Remedios, a quien solicitaban ayuda en sus problemas físicos. También es muy común la presencia de capillas dedicadas al propio Apóstol y a san Roque, el peregrino francés protector contra la peste, cuyo contagio viajaba por los caminos, muchas veces en la ropa y los zurrones de los propios peregrinos.
Y más humildes que las capillas son los pequeños oratorios, que en Galicia llaman “petos de ánimas” porque en gran parte acogen dentro de su arco una representación de las ánimas padeciendo los tormentos del purgatorio y solicitando ayuda de la oración del caminante sirviéndoles también de “memento mori”, de recuerdo de que todos, un día u otro, moriremos y podríamos llegar a esa situación.
Por lo que respecta a Avilés, ha sido y sigue siendo un núcleo importante de población dentro del Camino de la Costa. Es además una encrucijada de gran valor, ya que por ella pasaban caminantes que llegaban procedentes de la costa oriental del Cantábrico y de Francia y el resto de Europa en su ida hacia Santiago, pero también gentes provenientes de Galicia, porque la mayoría de los peregrinos hacían viaje de ida y vuelta por el mismo camino, pero otros variaban la ruta de regreso, yendo a lo mejor por el Camino Francés y regresando por la Costa.
Además, hay que tener en cuenta que en Avilés nacía o moría, según se mire, un importante camino comercial que unía su puerto con Oviedo y León, o sea que engarzaba tres caminos: el de la Costa, el Primitivo y el Francés.
El caminar a Santiago, la peregrinación, el disfrutar pisando los viejos caminos de llano, de montaña, cercanos al mar o atravesando los valles interiores, existirá siempre que haya una persona que un día cualquiera coja la mochila, el bordón y el sombrero y salga hacia la tumba del Apóstol.
FUENTE: ARTÍCULO PARA CARTA LOCAL