POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Los cauces de aguas vivas que son los derivados del río Segura y, los resultantes de aguas muertas, muy escasos en Ulea, son los que provienen de los avenamiento y filtraciones de riegos anteriores, ayudadas por las aguas que extraen las aceñas, norias y algún pozo artesano, en las proximidades del río, son las qué, debidamente encauzadas, riegan toda la huerta.
El regadío murciano tiene una historia muy corta y, con anterioridad al siglo IX, no existió o estaba reducido a pequeñas sangrías hechas en el río Segura, para beneficio de pequeñas extensiones de terreno labrantío, también llamados rodales de tierra, a la vez que surtían de agua potable a la población y ganadería.
Los egipcios, entendidos y disciplinados en la práctica de las irrigaciones ó, para uso de algún poblamiento o tribu del corazón del Valle de Ricote, habían diseñado los cauces, estudiando meticulosamente los declives del terreno. Según los textos árabes, traducidos por el historiador Conde, con mucha probabilidad según dichos escritos, acaecieron durante los reinados de los Califas Abb-er-Rahman III y Al—Hakén II.
El conocido cauce de la acequia mayor de Ulea, fue construido por los cristianos de la época, o, por tribus que llegaron con posterioridad y se asentaron en el oripié del monte El Castillo.
Según los historiadores más avezados, los nombres que reciben las acequias, dependen de si son de toma abierta y, sin tanda, generalmente las más primitivas, mientras que las acequias de toma cerrada, son posteriores; construidas por moros y cristianos. Por tal motivo, podemos asegurar qué, la acequia mayor, pertenece al grupo de las primitivas, con ligeras modificaciones, realizadas con posterioridad, a cargo de las tribus asentadas en la ladera de la montaña y en la orilla del río.
Los cauces de aguas vivas son los destinatarios del preciado líquido para efectuar los regadíos de las fértiles huertas uleanos; correspondiendo a las acequias, mayor y menor (según sus tramos), mientras que los cauces de aguas muertas, son los que sirven para recibir las aguas de los avenamientos o escurrimbres.
La palabra acequia, según el historiador Pedro de Alcalá, proviene del árabe, haciendo la distinción entre acequia mayor (la que lleva el agua de conducción) y, acequia menor, brazales y regaderas (las que llevan el agua de derivación y distribución).
Las cañas, que nacen de forma espontánea junto a los cauces de agua (río, acequias, brazales y regaderas), son de gran utilidad para nuestros labradores; dando flechas a los salvajes europeos, plumas a los árabes, medidas para las tierras de labrantío y, material de construcción, para todos y, en todos los tiempos.
De las obras modernas de ingeniería tenemos los sifones, aunque los historiadores aseguran que ya se conocían en tiempos de los árabes y, con anterioridad, por los romanos. A través de los sifones, por sus cauces subterráneos, se cruza el agua de una acequia a otra y, por medio de estos sifones se transporta el agua desde el cauce original a otro subsidiario, con el fin de utilizar dichas aguas para el regadío de tierras de secano.
En Ulea, tenemos el ejemplo de la acequia menor a la altura del molino de Damián, qué, cruzando por debajo de la carretera mediante un sifón, eleva el agua hasta otra acequia en donde inicia su cauce al otro lado, sirviendo para encauzar por dicha acequia, llamada de la Purísima o de la rambla, el agua que se utiliza para el regadío de terrenos, que eran de secano y que se han convertido en tierras fértiles, de donde se obtienen productos agrícolas de gran calidad.