POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE HINOJAL (CÁCERES).
Un cronista no tiene porqué saber todo de la población a la que representa y estudia. De ahí que haya muchas ayudas de otras personas que sí saben de temas que han estudiado. Este es el caso que ahora tratamos: el de los cementerios de Hinojal.
Hace días hablé con Fidel Durán Macarrilla, y quedamos para que me diera datos de los cementerios de Hinojal. Todos estos testimonios son suyos.
El primer cementerio de Hinojal es el que había detrás del templo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Trata del año 1626. Por aquella época, concretamente en 1657, Hinojal tenía 54 vecinos, que correspondía más o menos a 216 habitantes.
En el año de 1881, nuestro pueblo, Hinojal del Campo, ya contaba con 1.276 almas y en 1900 un total de 1329 habitantes. Claro, con esa cantidad de algo más de 1.300 personas, el Gobierno decidió levantar, en 1898, un nuevo cementerio, que en este caso estaría muy cerca de la ermita de San Berto, y cerca del denominado “Cementerio de los Moros”. El 11 de marzo de 1908, se acordó no continuar con las obras del nuevo camposanto, ya que o había dinero para su ejecución. Cuatro días más tarde, el 15 de marzo el Gobernador Civil informó que se habían de paralizar las obras porque estaban menos de 500 metros de la vivienda habitada más próxima, concretamente a unos 320 metros.
El 3 de noviembre de 1912 se sugiere que el nuevo cementerio se instalara en los terrenos cercanos a la finca de la Zarzita, que atraviesa el arroyo del mismo nombre, cercano a la carretera de Talaván, pero al final no ser aprobó que se construyera el camposanto en este lugar.
No es hasta el día 12 del 12 del 12 (12 de diciembre de 1912) cuando se elige el lugar del nuevo cementerio, que se llevaría a cabo por el proyecto que realizó el albañil hinojaliego Teodoro Ollero Ollero. El nuevo camposanto tiene una superficie de 1.700 metros cuadrados, y cada tumba en tierra suponía una superficie de 2 metros cuadrados. Esta obra costó un total de 2.680 pesetas. Justo dos años después el 12 de diciembre de 1914 se consignaron 500 pesetas para arreglar un poco el camino que iba hacia el nuevo cementerio municipal, que fue bendecido el 8 de mayo de 1915, cuando Hinojal tenía unos 2.000 habitantes y unos 35 o 40 fallecidos por año.
En su momento se levantó una pared para separar la sacramental católica civil, una puertita al fondo a mano derecha ingresaba en el cementerio civil. Esta pared se quitó en tiempos de la República y se volvió a levantar en tiempos de Franco, para volverla a tirar en plena democracia actual.
Por último, me cuenta Fidel Durán Macarrilla que en junio del año 1979 se encontraba en Hinojal y tuvo que ayudar al entierro de un hinojaliego, pues entonces se hacía llevando la caja del muerto desde la iglesia hasta el cementerio a manos de fuertes hombres. Como por esa época muchos trabajaban en el de campo, pocos hombres estuvieron en aquel entierro, y tuvo que ayudar a bajar el féretro. Su mano quedó tan cansada, como la de los demás que transportaron el cadáver. Debido a esta circunstancia solicitó a su primo Justo Macarrilla Díaz que por entonces era concejal y también el cartero del pueblo, que se interesara en arreglar el camino y pudieran bajar hasta las puertas el cementerio los coches fúnebres, cosa que se puede hacer en estos día.
Justo Macarrilla Díaz es el autor del libro “Hinojal, paisajes y costumbres tradicionales”, un interesante trabajo de 235 páginas, publicado en 1997.
Sin duda una pequeña historia de unos de los centros municipales más importantes de nuestro pueblo, pues todos -queramos o no- hemos de pasar por allí.