CRÓNICA DE ÓSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CON MARTHA ORTEGA Y ALEJANDRO CONTLA CARMONA
Parte de su mensaje dedicado a la fundación de Lagos, en el reconocimiento al maestro Ezequiel Hernández Lugo:
“Imaginemos el acto de fundación de esta villa, un lugar bordado simplemente de sueños y esperanza. Su patrimonio: la peineta de carey que forma el crestón de la sierra de Comanja; el trazo de un perfil ascendente, entalladito y firme de la Mesa Redonda; un mantón sevillano formado por valles y mesetas que se trenzan con ópalos de agua cristalina; y una mirada oscura formada por el cielo nocturno que aquí sigue desparramando estrellas.
La mirada gitana penetrante, con magia prestidigitadora, atisba un futuro próspero que al paso del tiempo, con trabajo y amor, le vestirá de cantera, de mansedumbre capuchina y porte parroquial, provocador de las más perversas consejas alcaldescas: ¡pura envidia!
Los claros varones que citaba Alfonso de Alba, contemplan el lugar en que cimentarán futuro. Mas no están solos; son atisbados a lo lejos por las tribus lidereadas por Xiconaqui y Custique, que serán fieros defensores de la posesión de sus bienes y honra. Se funda pues así, Santa María de los Lagos, en dualidad; símbolo de amaneceres y también de ocasos.
Lugar de estío e inundación; cuna de humanistas y locos iluminados; de almas pías y pillos irredentos. Mercado que ve pasar por igual a rancheritas que a copetudas. Plaza por la que ha cruzado nuestra historia patria: insurgentes y realistas; mochos y liberales; tropas francesas y republicanas; villistas y carranclanes; cristeros y federales; hacendados, agraristas, predemócratas y antimotines.
Hoy en El Jardín vemos correr a niños escandalosos ondeando futuro, que trepan al quiosco como si fueran de goma; al tiempo que cruzan con ancianos de bordoncito cargando todo el peso del tiempo sobre la espalda.
Somos hoy la cuenca en que el pueblo comulga temprano con el cáliz de un espumoso tarro lechero al que sumerge un pan, solo que este es de huevo; dualidad que va de la salsa quemante de los taquitos de lechón, a la frescura del agua de lima que le sofoca, cerrando el ciclo sacramental antojadizo, más que alimenticio, con la bendición de un dulcecito de leche.
Espacio de amplios silencios segmentado por el campanero a quien desacompasa el lejano silbato del maquinista. Hoy ya se nos despierta a tamborazos provenientes de una troca; un par de irreverentes jóvenes piden avanzar, exigiendo con justicia, su derecho de entrar a escena.
Si alguien llegase a grabar en la penca de un trozo de su vida el nombre de Lagos, las pencas nuevas vendrán grabadas con ese nombre. Esto lo saben fuereños y extranjeros; cuanto español, francés, norteamericano y suizo vino, volvió; muchos de ellos se quedaron ya, para mutuo enriquecimiento y satisfacción.
Parafraseando a los actuales políticos: Lagos no es lugar de muros, sino de puentes; varios tenemos, uno bastante famoso; muchos otros menos escandalosos: los puentes del amor y de la sangre, los que a fuerza de cariño han acabado trazando veredas, desoxidando rejas, enfrentando familias y entercando algunas parejas. Son los puentes que dan origen a la estirpe de este, el vigoroso y plural mosaico laguense del siglo XXI.«
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