POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ).
El sol de septiembre hacía presagiar una tarde bochornosa y muchos buscábamos la sombra en el paseo de las palmeras. Y casi como si de una tradición se tratase volvimos a pedir, un año más, la consabida ración de chipirones a la plancha que en este rincón son especialmente deliciosos. A escasos metros han dispuesto varias mesas que en breve serán ocupadas con los costaleros antes de procesionar. Será un trayecto tumultuoso, que augura mucho calor bajo el faldón de las andas, algunos miran sus pies y se preguntan ¿aguantarán las alpargatas todo el recorrido?.
En tintineo del café con hielo nos acompaña en este compás de espera de la sobremesa. En cuestión de una hora comenzará el intermitente trasiego de vecinos. Todos dirigen sus pasos hasta el Llano de Santa Catalina, procurándose un poco de sombra frente al templo. De tarde en tarde, una leve brisa hace bailar los coloridos banderines de papel y las palomas, inquietas sobre el tejado, parecen intuir que pronto la calma se tornará en estruendo. Por momentos el público se va agolpando frente a las puertas y Manolo el sacristán lanza varios cohetes en el minuto exacto. El humo se difumina en el azul intenso y repican las campanas que anuncian la inminente salida. Se apuran los costaleros por bajar el paso y sacarlo a la calle a través de la angosta rampa de madera. Pasado el dintel acuden los danzaores que inician su baile, al son de la gaita y el tamboril de Leo, mientras fijan sus ojos en la tierna imagen de la Salud. Los cálidos rayos de sol pulen la plata del resplandor mientras llueven desordenados, los pétalos de claveles margaritas y rosas, sobre el paso. Los arbotantes de plata sostienen las tulipas que ahora rebosan pétalos y las varas de fragantes nardos se cimbrean con la vigorosa “levantá”. No se puede concebir este momento sin los ojos de Rafael Sequera (†) que, con su tez morena y mirada penetrante, recordaba la figura de una especie de gurú. La memoria me vuelve a traer la imagen de Andrés Sequera (†) tamborilero de gran fervor por su Salud y que, de alguna manera, marcaba mi primera y obligada parada a mi llegada hasta la localidad para saludarlo.
Danzan bajo la atenta mirada del guía que se distingue por el verde de su fajín, los lazos cosidos a las mangas de la camisa y las cintas de sus alpargatas. Ataviados con camisa y una enagua femenina de gran rigidez por el almidón. Van coronados con una llamativa tiara de flores, de colores muy vivos, como una clara alusión a la fertilidad. Esta danza considerada “de paloteo” ya fue representada en la obra del pintor frexnense Eugenio Hermoso que retrató a los “lanzaores”, como también son conocidos, esta vez van tocados con espigas de trigo, la sandía, las manzanas y en definitiva los frutos de la madre tierra aunque de forma figurativa.
El gentío, que echa mano del abanico, mientras sigue tras los pasos de la Salud recorre las calles hasta llegar a Santa Ana. Apostados en sus puertas, los vecinos más longevos, esperan pacientes que la sonrisa de la Salud los reconforte. Ahora las sombras se hacen más prolongadas y pronto será necesario encender los arbotantes que desde los balcones siguen recibiendo más pétalos. El regreso hasta Santa Catalina entraña más emoción si cabe que la salida y el público desborda ahora la entrada al templo. Brilla el sudor en el rostro extenuado de los danzaores que hacen gala de una sorprendente entereza. Costaleros y danzantes la mecen y bailan, casi como si quisieran impedir esa entrada definitiva, hasta el próximo año, si la Salud lo permite.
Seguramente no sabría explicar el origen de mi fascinación por la hermosa y blanca localidad de Fregenal de la Sierra (Badajoz) que descubrí allá por el año 2013. Desde esa fecha y hasta el inicio de la desconcertante pandemia he vuelto cada año con la misma emoción que en aquella primera visita y, a día de hoy, mantengo el mismo sentimiento. Y como cada 8 de septiembre, festividad de la comunidad de Extremadura, mis pensamientos y también el corazón vuelan hasta Fregenal y aguardan en el Llano de Santa Catalina a que un soplo de viento haga bailar los banderines sobre nuestras cabezas.
FUENTE: J.M.J.L.