POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO, JALISCO (MÉXICO)
“La segunda edición de la película Los de Abajo corrió con mala suerte”, eso me comentaba con melancolía su director, Servando González. Proyectada para ser una de las principales realizaciones del sexenio de Luis Echeverría por su hermano Rodolfo, director entonces del Banco Cinematográfico, corrió la misma suerte que la Estela de Luz calderonista: no fue terminada a tiempo y luego se les vino el mundo encima. “Para colmo, que llega a la Dirección de Cinematografía Margarita López Portillo, la visceral nieta de un colaborador huertista, seguramente resentida por el trato que recibió su abuelo del tuyo”, -me decía a manera de reclamo-.
Servando escogió escenarios espléndidos para sus locaciones: el centro de Tlalpan era Moyahua -doy crédito al Cronista de Tlalpan por su publicación-; la cantina La Ópera de la ciudad de México, el acueducto del padre Tembleque y la serranía de Actopan Hidalgo con aires del Cañón de Juchuipila. Con el apoyo del hermano del señor Presidente, Servando pidió al Jefe de la Zona Militar, para la recreación de algunas escenas relativas a la Toma de Zacatecas, con armas desprovistas de parque. Pasados unos días, doña Margarita, recién estrenada en el cargo se enteró de este hecho, increpó a Servando por su irresponsabilidad exigiendo la inmediata devolución de las armas; como gracia especial, Servando obtuvo 48 horas para la realización de sus escenas en un trabajo más que imposible; solicitó entonces a la gente del lugar el llegar a la locación para participar como extras en la película comprando a su vez todos los puestos de barbacoa, lo que serviría como anzuelo aparte del pago correspondiente. Extras y barbacoa llegaron en tiempo y forma, aunque había algo que no encajaba…; resulta que Servando ignoraba que la costumbre en Actopan, lugar de la filmación, es que al comprar el puesto entero se servía de regalo el pulque correspondiente, por lo que se encontró de pronto con el elenco totalmente empulcado; se le venían abajo Los de abajo, literal. Con la chispa que debe caracterizar a todo director, dentro de aquel derrumbe visualizó una espléndida luz: vio la cara de la Revolución Mexicana y salió a filmar entre aquella turba las caras, los gestos y muecas de la sinrazón del elenco que integra la tropa de Demetrio Macías en la obra de Azuela. Lo único que les pidió ya es que aventaran los rifles hacia arriba a la hora de gritar: ¡nos vamos para Zacatecas! con un saldo de varios descalabrados que no alcanzaron a atinar el vuelo del arma. Luego de salir ya de aquel atolladero, habló con Carmen Toscano pidiéndole de favor le regalara escenas originales de la Toma de Zacatecas filmadas por su padre, Salvador Toscano. “Bajé el número de cuadros por segundo, viré a sepia mi película e inserté aquellas inmortales tomas para invertir el proceso y regresar a la película original”; así es como salvó el escollo. Lo que no pudo revertir fueron las desavenencias que tuvo con Vicente Leñero, quien inicialmente habría de hacer la adaptación de los diálogos que finalmente salieron del texto original de la novela dando un quiebre que no a muchos nos agradó finalmente.
Con la espléndida actuación de Erick del Castillo en el papel de Demetrio y Gloria Mestre como La Pintada entre muchos otros grandes actores; fotografía de Ángel Bilbatúa y espléndidos arreglos musicales de Manuel Esperón -mismos que retoma para su Suite México 1910, estrenada para el Centenario del inicio de la Revolución-, se presentó la película que fue totalmente ignorada por el silencio de los detentadores del poder en aquellos tiempos -no hay nada nuevo bajo el sol-.
Cuando Servando platicaba sus recuerdos, bien valía perder toda una tarde y pagarle varias rondas que hacían aflorar sus recuerdos: “Cuando filmé Viento Negro no tenía aún el nombre de la película; llegamos a ese pueblo en medio de la nada y los primeros días la gente cooperaba pero después, lo que quieren es recobrar su ritmo de vida. Platicaban un par de lugareños a quienes alcancé a escuchar: «lo bueno que en un par de días se van a tener que largar de aquí» dijeron, sin notar mi presencia; luego de mucho rogarles el por qué me aclararon: «¿No se da usted cuenta de este polvito fino que está corriendo? Ya viene el viento negro, es una tormenta de arena que llega cada cuatro o cinco años, se tendrán que ir.” -En vez de eso, decidí filmar en medio de la tormenta; mandé traer anclas a Hollywood para mis luces y cámaras; los equipos de rescate tuvieron que entrar por mis actores, fueron escenas heroicas; hasta entonces le puse ese nombre a mi famosa película.
“Una de las actrices que me costó más trabajo dirigir fue Katy Jurado. Luego de repetir varias veces una escena en la que tenía que llorar en la película El Elegido, la llamé: -Katy, ¿te das cuenta de que ya estás vieja? Mira el desastre que eres, fracasaste en Hollywood, tomas hasta perderte, estás gorda, fea, ¿qué más quieres? A ver, hagamos un último esfuerzo: Luces, cámara, acción…- su actuación fue espléndida, de lo mejor que le llegué a ver; ¡Coooorte! Ven, mi amor, perdóname, no es cierto…
¡Tizna tu madre!, me grito a lo lejos, haciéndome varios corteS de manga”.
Volviendo a Los de abajo, cuando conocí a Adela, la hija de “El Indio” Fernández, me comentó que al enterarse su padre -había actuado en la primera versión de la película-, de que le habían dado los derechos a Servando, estuvo a punto del infarto -se la sabía de memoria, me decía-; Anthony Quinn tampoco logró realizarla quiso desempeñar el papel de Demetrio, aunque ahorrándose el pago de los derechos.
El desempeño de Erick del Castillo en la película creo que es muy bueno, lo realiza luego de haberlo caracterizado en dos ocasiones anteriores en el teatro; incluye en un papel menor a su hija Kate en la que creo fue su primera actuación de cine; mis tíos Mariano y Mario fueron invitados a presenciar la filmación de las escenas en la tradicional cantina La Ópera de la calle de Cinco de Mayo, en el Centro de la Ciudad de México.
Como colofón para esta historia, recuerdo que algún día, llamaron a casa de mi tío Mariano Azuela Rivera para invitarle a una cena en casa de Erick del Castillo; fue lo que escuchó mi tío de voz de la empleada doméstica. Llevado por mi primo Mariano a la dirección de la reunión, esperaban una espléndida charla de cine, pero no; nadie conocido, todos muy atentos y obsequiosos, pero de cine nada; por más que llevaban la plática hacia el arte cinematográfico, como que a nadie le interesaba el tema y Erick no aparecía por ningún lado. Cenaron, brindaron, recogieron abrigos y regresaron. Al día siguiente, mi tío desconcertado interrogó a la empleada:
-¿Estás segura de que fue Erick del Castillo quien me invitó ayer a esa cena?
-No señor, le dije clarito que lo esperaban en casa del LIC DEL CASTILLO; lo que pasa es que no me pone usted atención…
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