POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
La capital del concejo de Parres -que lo es desde hace 194 años- es portadora de un topónimo discutible, como suele ser habitual en tantos otros pueblos, villas y ciudades.
Desde el femenino correspondiente áream rotundam (“tierra redonda”), podría explicarse el topónimo Arriondas o Arredondas.
Muchas veces se repite la hipótesis o axioma -aunque sin aportar pruebas concretas que estén respaldadas por documentación-, que este tipo de topónimos puedan tener origen en cierta repoblación por algún grupo vasco.
Es cierto que en euskera, para nombrar a peña y a piedra, suelen utilizar las palabras “Arri” (piedra) y atz (aits,as,az) como peña, que -como ocurre en castellano- pueden intercambiarse.
Según la teoría de Francisco García Berlanga en su estudio sobre la palabra “Arri” en Asturias -tras una incursión en el Nomenclátor Comercial de Pueblos de España-, “Arri”, en su significado como piedra, algunas veces pierde la i final. Así Arribide (camino de piedra), derivó Arbide.
En Asturias tenemos tres pueblos llamados Arriondo, una palabra que es literalmente euskérica, cuya traducción es “junto a las peñas”, puesto que arri es piedra y ondo, junto a, al lado de. Lo mismo que Biscarriondo es una localidad asturiana y Biscarrondo está en Guipúzcoa, al igual que tenemos pueblos con nombres como Arronda y Arroes. La palabra arronda en euskera es “junto al barranco”.
El topónimo Las Arreondas aún lo encontramos en documentos de nuestro archivo municipal, con fecha de 1836.
Además, algunas veces, en Asturias la forma –ondo pasa a –onda y a -ondas. Parece que debemos quedarnos con “áream rotundam”, “tierras redondas”.
El profesor, latinista y buen amigo Silvino Pascual Martín, señala que “áream rotundam” o sus plurales “áreas rotundas”, en nada parecen sospechosos de que no hayan podido evolucionar a Arriondas y que ambas palabras, por separado, hayan podido evolucionar así:
Áream>aria>aira>eira>era.
Rotundam ha dado un triplete léxico:
a) Cultismo: Rotunda.
b) Semicultismo: Rotonda.
c) Vulgarismo etimológico: Redonda.
En este último caso cae la -d- intervocálica y se produce una pronunciación antihiática(ea>ia) que da lugar a *Reonda>*Rionda(los asteriscos expresan formas plausibles, pero no documentadas); y -añade Pascual Martín- en “áreas–rotundas” se habría producido un apócope en área>ar.
Otro capítulo merecería el topónimo Parres, (como Parras lo encontramos en algunos documentos). En unos casos se afirma que Parres es una aceptación asturiana con el significado de “montón”; o de “parreiru”, pajar, tenada. Parra también se entendía (y se sigue utilizando) en el oriente asturiano como avellano, o el más socorrido de parra como vid.
La curiosidad por conocer el significado de los topónimos de los lugares es tan antiguo como el saber humano. Aún en nuestros días perviven explicaciones ingenuas, para nada etimológicas, que intentan dar transparencia a ciertos nombres de lugar apoyándose en pretendidas similitudes fonéticas. De esa forma se puede encontrar explicación para todo.
La imaginación suele engendrar propuestas ingeniosas, y es que la banalidad está reñida con la sensatez.
Nuestro léxico ha permanecido en documentos antiguos y, muchas veces, se ha cruzado con otras lenguas cercanas. Los topónimos evolucionaron como los procesos históricos que los vieron transformarse, algunos de forma conocida documentalmente, pero aún de discutido significado, como es el caso de Ovetdao(año 812), Ovetum (año 821), Oveto (año 978), hasta llegar a Uviéu (1695) y al actual Oviedo.
Otros en poco se parecen a su origen, como se puede apreciar en Santander, topónimo proveniente de “Villa Sancti Emeterii et Celedonii” (la villa de San Emeterio y Celedonio), que, tras abreviaciones, sinalefas, pérdidas de letras por dificultad de pronunciación, sonorizaciones y asimilaciones en lógica evolución, dieron lugar al actual nombre de la bella capital de nuestra vecina comunidad de Cantabria.
Si añadimos que algunos escribanos medievales solían latinizar los nombres que oían para ennoblecer aquellos que les parecían un tanto vulgares, la interpretación posterior se hizo más complicada; o se castellanizaron palabras asturianas que desvirtuaron su sentido inicial y, ahora, cuesta trabajo volver a aceptar su origen.
En resumen: toda prudencia será siempre poca para explicar muchos topónimos. Arriondas y Parres no son la excepción.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez