POR JOSÉ CATALUÑA ALBERT CRONISTA OFICIAL DE ALGAR DE PALANCIA (VALENCIA)
A pesar de que Algar de Palancia (hay que recordar, una vez más, que el nombre de Algar de Palancia existe desde 1916 y hasta esa fecha se denominaba simplemente Algar) siempre ha constituido un pequeño núcleo de población y a pesar de estar históricamente bastante aislado y apartado de las principales rutas y vías de comunicación, no por ello ha dejado de sufrir a lo largo de su historia los efectos de los enfrentamientos y conflictos que han tenido lugar durante siglos en la Península Ibérica y en lo que, en tiempos más modernos, fue la Monarquía Hispánica.
Sin detenernos en hechos tales como la invasión musulmana, la conquista de las tierras valencianas por Jaime I el Conquistador, rey de la Corona de Aragón, o la Guerra de las Germanías, a principios del siglo XVI, durante el reinado del rey de España Carlos I, nos vamos a referir, siquiera brevemente, a las consecuencias que tuvieron para este pueblo tres guerras muy importantes que acaecieron en España durante los siglos XVIII y XIX. Se trata de la Guerra de Sucesión a la Corona de España, la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas.
La Guerra de Sucesión a la Corona de España
La Guerra de Sucesión a la Corona de España fue un conflicto bélico internacional que tuvo lugar desde el año 1701 hasta el año 1713, finalizando con el Tratado de Utrecht, y que trajo como consecuencia principal la instauración de la Casa de Borbón en el trono de España con el francés Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV, conocido como El Rey Sol. Felipe de Anjou reinó en España con el título de Felipe V.
En esta guerra participaron dos bandos: los partidarios de Felipe de Anjou y los llamados austracistas o partidarios del archiduque de Austria, Carlos, a quienes sus partidarios lo llamaban Carlos III.
Se suele decir que fueron dos las causas de esta contienda.
La primera fue la disputa de la corona de España entre los borbones franceses y la dinastía de los Habsburgo de Austria, ya que Luis XIV de Francia exigió el trono español para su nieto Felipe, mientras que Leopoldo I de Austria, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, quería la corona para su hijo Carlos. El entonces rey de España, Carlos II el Hechizado, aunque era un Habsburgo, estaba emparentado con ambas familias, puesto que Felipe de Anjou era su sobrino nieto por ser nieto de su hermana María Teresa, primera esposa de Luis XIV. Lo cierto es que Carlos II dejó como heredero a la corona de España en su testamento a Felipe de Anjou.
Y la segunda causa que se suele aducir es de carácter geopolítico. Inglaterra, Holanda y Dinamarca se unieron a los austracistas para mantener el equilibrio en Europa, pues no deseaban que la corona de España, con sus todavía vastos dominios, pasara a manos de los borbones, es decir, de una potencia como Francia.
En cuanto a los valencianos, se posicionaron a favor del archiduque Carlos de Austria el mundo rural, las clases urbanas, el bajo clero y la nobleza más modesta. Y a favor de Felipe de Anjou se posicionaron la mayor parte de la aristocracia valenciana, el grueso de la jerarquía eclesiástica y un pequeño sector del campesinado. En este punto cabe destacar que el Padre General de la Orden de la Merced (no olvidemos que ostentaba el título de Barón de Algar y Escales) tomó partido por el borbón Felipe de Anjou. Los valencianos partidarios de Carlos de Austria eran llamados “maulets”, palabra que viene del árabe “maula”, que significa esclavo o persona de baja condición social, y utilizaban como distintivo el sonido de un cuerno rugoso, el caracol más grande del Mediterráneo. El sector más radical de los “maulets” fue encabezado por Joan Baptista Basset, un militar valenciano que sirvió a Carlos II y al emperador de Austria. Los partidarios de los borbones eran conocidos como “els botiflers”, con el significado de personas arrogantes, presumidas y orgullosas.
Según el historiador e investigador valenciano Jorge L. Catalá Carrasco, el motivo principal del apoyo de la aristocracia y clases altas de Valencia a Felipe de Anjou no fue otro que su miedo a una revuelta campesina que terminara con sus privilegios. También, al parecer, los nobles valencianos creían que, con la victoria de los borbones, obtendrían muchas ventajas tras la supresión de los fueros valencianos.
Lo bien cierto es que los austracistas fueron de derrotados por los partidarios de Felipe de Anjou y este fue proclamado red de España, instalándose así la dinastía borbónica.
Es famosa la llamamda “Batalla de Almansa” o “Desfeta d’Almansa”, que tuvo lugar el 25 de abril de 1707 en las proximidades de Almansa (Albacete), en la cual las tropas borbónicas, al mando del duque de Berwick, derrotaron a las austracistas de los generales Godway y Das Minas. De ello se derivan las famosas frases para los valencianos:
Quan el mal ve d’Almansa a tots alcança.
De ponent, ni vent ni gent.
Y la que el escritor Manuel Sanchis Guarnernos dice que canta la musa popular, burlándose de sus propias desgracias:
Els botiflers i maulets
bé nos feren la tirana:
uns, esquilant-nos del tot,
i altres, venent-mos la llana.
O la que nos describe Josep Bernat i Baldoví, de principios del siglo XVIII, que representa a un valenciano absolutamente desnudo, con el siguiente epígrafe:
Carles terç (l’arxiduc) i Felip cinc
m’han deixtat ab lo que tinc.
Las consecuencias de la derrota de los partidarios de Carlos de Austria no fueron realmente, en principio, favorables para los valencianos. Felipe V, mediante los Decretos de Nueva Planta, abolió todas las leyes e instituciones de los territorios de la Corona de Aragón y, por “justo derecho de conquista”, impuso a los valencianos las leyes e instituciones castellanas.
Como nos recuerda el profesor y doctor en Geografía e Historia, el valenciano José Manuel Iborra Lerma: “la Guerra de Sucesión y la supresión del régimen foral sumió a los pueblos en un marasmo económico al introducirse los impuestos castellanos. Las arcas municipales fueron las que más sintieron los efectos, porque los nuevos impuestos se cargaban globalmente sobre los Ayuntamientos, que a su vez debían efectuar los correspondientes repartos sobre el vecindario. De hecho el Ayuntamiento saguntino llegó a un estado de insolvencia tal que tuvo que plantear en 1740 concurso de acreedores. Las poblaciones del Bajo Palancia (entre ellas Algar) también acusaron los mismos efectos”.
Dentro de estas novedades fiscales que introdujeron los borbones en el Reino de Valencia, y que afectó a sus municipios, se encuentra el denominado impuesto “ el Equivalente”, porque equivalía, valga la redundancia, a pagar el equivalente en proporción a la población del Reino de Valencia, a las rentas provinciales, lo cual supuso un cambio radical respecto al sistema fiscal anterior, acabándose con la autonomía fiscal del reino y, por supuesto, de todos sus municipios, como fue el caso de Algar. Algunos historiadores, como Rosa M. Cape Martínez y José Cepeda Gómez, han denominado a esta imposición la “Nueva Planta Fiscal”.
La Guerra de Sucesión a la Corona de España también tuvo algunas consecuencias negativas para España. Por el Tratado de Utrecht, en 1713, se cedió la soberanía de la isla de Menorca a Gran Bretaña, que la mantuvo durante 71 años hasta 1802, en que volvió a España por el Tratado de Amiens. Por otro lado, una flota angloholandesa, al servicio del archiduque de Austria, ocupó Gibraltar, que fue cedido a Gran Bretaña por el Tratado de Utrecht, conservando todavía hoy la soberanía sobre el mismo.
¿Y qué otras consecuencias tuvo esta guerra para un pueblo tan pequeño como Algar?
Aunque no se poseen demasiados datos documentales respecto a la pérdida de vidas humanas y bienes, sí que se tiene constancia de algunos hechos relacionados con esta contienda que afectaron a este municipio.
En primer lugar, hemos de hacer una pequeña referencia del general francés, el caballero Claude François Bidal d’Asfeld (1665-1743), que llegó a ser mariscal de Francia y fue un destacado militar borbónico que luchó en España a favor del aspirante al trono, Felipe de Anjou. Participó en la Batalla de Almansa y dirigió el asedio a la ciudad valenciana de Xàtiva, siendo considerado como uno de los máximos responsables de ordenar la quema de la misma (a los habitantes de Xàtiva, a los setabenses, se les conoce por los “socarrats” – los requemados-), razón por la cual el cuadro de Felipe V pende boca abajo en el Museo de la Ciudad. De la crueldad de este militar francés, de sus excesos contra las personas y por sus ajusticiamientos dan testimonio sus palabras: “Il n’y a pas assez d’arbres à Valence pour accrocher tous les traïters” (No hay en Valencia suficientes árboles para colgar a todos los traidores).
Bidal d’Asfeld venció también a los austracistas en la Ribera del Júcar y fue responsable del incendio de Vila-real (Castellón). El rey lo nombró virrey y capitán general del Reino de Valencia.
Fue este alto militar francés quien, en junio del año 1709, como Comendador de la Orden de San Juan, Teniente General de los Ejércitos de ambas coronas (francesa y española) y Comandante General del Reino de Valencia de Murcia y Fronteras de Castilla y Cataluña, ordenó pagar al pueblo de Algar la cantidad de treinta y un reales para el alojamiento de las tropas, mandando que en el término de seis días se entregara dicha cantidad al Tesorero de Francia (sic) para que se tomara a cuenta, “por convenir así al real servicio”. Así reza un documento que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Algar de Palancia.
Otro documento que se conserva en el mismo archivo, fechado el 8 de septiembre de 1711, consiste en un recibo que acredita que “ El pueblo de Algar ha pagado a los Guardias de Corps y a Don Santiago González Escobedo, Alcalde de Castellón de la Plana, trescientas libras de moneda valenciana por lo que le tocó de Repartimiento del quartel de Invierno”.
En la Guerra de Sucesión a la Corona de España hubo en los territorios de la Corona de Aragón partidas de soldados voluntarios llamados els Miquelets, que lucharon con los austracistas en defensa del aspirante Carlos de Austria, que se caracterizaban por su escasa experiencia militar y falta de disciplina. Según consta en otro documento del archivo municipal de Algar de Palancia, el general francés Bidal d’Asfeld ordenó pagar a Algar, en el año 1708, la suma de 8 libras, 1 sueldo y 10 dineros, para resarcir de los daños causados por los “Miqueletes” en el barranco del Juncar a un propietario particular. Se ignora si el grupo de Miquelets eran o no vecinos del pueblo.
Otra consecuencia relevante que tuvo lugar en Algar fue que tuvieron que ser suspendidas las obras de construcción de la iglesia parroquial, que se habían iniciado en 1701, para hacer frente a los gastos de esta guerra.
Quizá convenga en este punto hacer una pequeña disgresión, dedicando unas pocas líneas a relatar la forma con la que el Estado obtenía los soldados para su ejército a través de las llamadas levas de vagos y reclutamiento de voluntarios. Aparte de los banderines de enganche, los mandos militares se dirigían a las autoridades de los municipios preguntando sobre la existencia en los mismos de vagos para enrolarlos forzosamente en el ejército. No consta que esto sucediera en Algar.
En el siglo XVIII se procede por las autoridades militares del Estado a pedir quintas a los pueblos, lo que significaba que, de cada cinco mozos, uno debía ir al servicio militar a través de un sorteo. Al tratarse de un sorteo en el que se quintaba, a los mozos elegidos para que se incorporaran a filas se les comenzó a llamar “quintos”, y de ahí que también se utilizase la misma palabra para denominar a los jóvenes del pueblo de la misma edad o que habían realizado el mismo año el servicio militar. De ello se deriva la expresión “ser de la misma quinta”.
La primera relación que se conserva en el archivo municipal de Algar del sorteo de quintos corresponde al año 1768, incluyéndose en dicho sorteo los jóvenes entre diecisiete y treinta y cinco años.
En el año 1794 se creó por el gobierno de España el denominado “Ejército del Estado de Voluntarios Honrados”, en previsión de un posible ataque de los franceses a las zonas marítimas españolas. Algar tuvo que contribuir con ocho voluntarios que se incorporaron al batallón de Castellón, siendo destinados como observadores a la playa de Moncofa (Castellón).
La Guerra de la Independencia
La Guerra de la Independencia fue un conflicto bélico que tuvo lugar en territorio español entre los años 1808 y 1814. Fue también conocida como Guerra peninsular, Guerra del Francés, Guerra de los Seis Años, Guerra de España, etc.
En 1808 las tropas francesas invadieron y ocuparon España. La pretensión de Napoleón fue, entre otras, situar en el trono español, como así sucedió en principio, a su hermano José Bonaparte, al que los españoles llamaron sarcásticamente “Pepe Botella”.
En la contienda se enfrentaron España, Reino Unido y Portugal contra el Imperio francés, cuyas tropas fueron derrotadas definitivamente el 21 de junio de 1813, en la Batalla de Vitoria, y con el pronunciamiento del ejército español, el 17 de abril de 1814, a favor del rey Fernando VII.
En plena guerra, estando en Aragón el mariscal francés Louis Gabriel Suchet, en 1811, este recibe la orden de ocupar Valencia. Suchet primero sitió Sagunt y el 26 de julio de 1811 se enfrentó al general Joaquín Blake y Joyes (Málaga, 1759-Valladolid, 1827), aristócrata y militar de origen irlandés, al que derrotó en la “Batalla de Sagunto”, resultando herido gravemente el mariscal francés. En 1812, Suchet entró en Valencia, recibiendo el título de “Duque de la Albufera”.
Las guerras carlistas
Tras la derrota de Napoleón en España, los militares españoles tuvieron durante el siglo XIX una parte muy activa en la vida política, siendo frecuentes las sublevaciones de sectores del ejército. De hecho la palabra “pronunciamiento” como levantamiento militar tuvo su origen en la España del siglo XIX.
En este contexto, dentro de las guerras fratricidas que se dieron en esta época, uno de los conflictos de mayor transcendencia fue el de las denominadas “guerras carlistas”.
Uno de los mayores especialistas en el estudio de las guerras carlistas es Josep Carles Clemente, doctor en Historia y profesor de Historia Contemporánea de España en la Universitat Central de Barcelona y de Derecho Internacional Humanitario en la Universidad Autónoma de Madrid. En su obra Breve Historia de las Guerras Carlistas, nos cuenta que durante el siglo XIX, en España, por motivo de una serie de razones sociales, políticas y económicas, así como también por una eclosión del conflicto dinástico entre los isabelinos y los carlistas, un importante sector del pueblo español no aceptó a la hija del rey Fernando VII, Isabel, como reina de España, lo que dio origen a tres largas guerras civiles desde 1833 hasta 1876, en todas las cuales los carlistas fueron finalmente derrotados.
En la primera de las guerras carlistas, que tuvo lugar entre los años 1833 y 1840, y que es conocida como la “Guerra de los Siete Años”, Algar sufrió algunas consecuencias derivadas de la misma. A continuación citamos algunas de ellas.
En una crónica del periódico La Verdad, de 31 de mayo de 1838, se dice:
“Hallándose las facciones reunidas en Algar, que se componen de los cabecillas Forcadell, Viscarro, Beltrán y Rufo, cuya fuerza ascenderá a unos 4.500 hombres, en el día de ayer por la mañana repentinamente se propaló la noticia de que el general italiano Emilio Borso di Carminati, que luchaba en el bando liberal a favor de la reina Isabel II, atacaba y sin meditar si era cierta o falsa la noticia, se dispersaron huyendo hacia la montaña que hay enfrente, al lado opuesto del río Palancia, y costó bastante trabajo hacerles descender de aquella eminencia hasta que les persuadieron de que era falsa la noticia.
Por la tarde emprendieron el movimiento y descendieron hasta Estivella, para cohonestar la cobardía de la mañana; desde cuyo punto, tomando la izquierda, se dirigieron a la Vall-de-Uxó, donde, habiendo mandado la caballería para que recorriese los pueblos de Burriana y Villarreal, la que ha regresado al punto por la tarde de donde salió…”
En el Archivo Histórico Municipal de Algar existe un documento del año 1838 que contiene la “Cuenta circunstanciada y valoración de las raciones de Menestra, Dacsa, Pan, Vino, Agardiente, Algarrobas, Camisas, Metálico y Carne, que ha suministrado este Ayuntamiento a las Reales Tropas de S.M. Dn. Carlos… desde el 1º del presente año hasta esta fecha del modo a saber”. No hay duda de que el citado documento corresponde a un suministro a las tropas carlistas, ya que se cita “ a las tropas de S.M. Dn. Carlos. Se trata de Carlos María Isidro, hermano del fallecido rey de España Fernando VII, aspirante al trono frente a la hija de este último, Isabel II. Según dicho documento, en parte ilegible, el Ayuntamiento suministró, entre otras, a las tropas carlistas 6 barcellas de dacsa, 200 barcellas de menestra, 1.169 raciones de pan, 10 cántaros y medio de aguardiente y 156 arrobas de algarrobas.
Algar, al igual que varios pueblos de la ribera del río Palancia, sufrió también algún saqueo. Nos tenemos que detener brevemente en la figura del cabecilla carlista José Miralles Marín, alias El Serrador, personaje nacido en Vilafranca del Cid (Castellón) en 1792, el cual, de mozo de arrieros llegó a ser teniente de caballería, Comandante General de Valencia y Brigadier. Tal como nos relata Félix Iquino Parra, ilustre militar y miembro del cuerpo diplomático, autor del libro Historia de Soneja, pueblo caracterizado por su posicionamiento a favor de los liberales, en el mes de julio de 1836, en la primera guerra carlista, con una facción de 2.400 infantes y más de 200 caballos, bajó del Maestrazgo, saqueando los pueblos de Alfara, Algar y Sot, sin compasión, antes de llegar a Soneja.
Arocas Franch, abundando en esta cuestión, afirma que los habitantes de Algar, para evitar la repetición de los saqueos, siguieron el método práctico de hacer repartos entre todos los vecinos y adquirir con ellos alimentos que eran almacenados, suministrándose con ellos las partidas de ambos bandos contendientes que penetraban en el pueblo, evitando así nuevos saqueos. Se daba el caso de que, mientras duraron las guerras carlistas, los recibos de contribución se pagaban indistintamente a carlistas o liberales.
Continúa diciendo Arocas Franch que, aparte de lo dicho, las guerras carlistas pasaron por el pueblo sin daños mayores ni pérdida de vidas, pues incluso en un caso en que uno de los vecinos iba a ser fusilado por una de las partes beligerantes salió en su defensa otro vecino y, con riesgo de su vida, logró salvarle. Seguramente, Arocas Franch no tuvo información, lo mismo que nosotros hasta hace bien poco, de lo ocurrido a un vecino de Algar, Ramón Gascó Mora, que fue fusilado por los carlistas durante la tercera de estas guerras.
El historiador Emilio Llueca Úbeda (1948, Quartell-2008, Sagunt), que fue cronista oficial de varios pueblos del Camp de Morvedre, nos ha dejado un interesantísimo trabajo titulado Mártires de Betxí. Relatos del Motín, publicado en la revista BRAÇAL, que edita el Centre d’Estudis del Camp de Morvedre, en el que nos narra unos hechos ocurridos en la tercera guerra carlista y que afectaron, desgraciadamente, a 16 voluntarios de la Milicia Nacional, cuerpo de civiles armados creados por la Constitución española de 1812 para proteger el orden y que, en 1873, al fracasar el reinado de Amadeo de Saboya y proclamarse la I República, pasaron a llamarse Voluntarios de la República. Entre esos 16 voluntarios se encontraba el vecino de Algar Ramón Gascó Mora.
El general carlista Pascual Cucala (1816, Alcalá de Xivert, Castellón-1816, Port Vendres,Francia) formó una partida en el Maestrazgo contra las tropas liberales. Este general carlista, nos dice Llueca Úbeda, fue conocido por su extrema crueldad. Cucala sitió la ciudad de Sagunt, entrando los carlistas en la misma el 21 de diciembre de 1873. Cucala ordenó el fusilamiento de varios saguntinos así como la quema de varias casas y edificios, tales como la casa de la ciudad, el teatro, el juzgado, la escuela, la cárcel y el archivo municipal, con todo su mobiliario y documentos, entre estos últimos valiosa documentación histórica de la Corona de Aragón. Cuando se acercaron las tropas de refuerzo liberales a Sagunt, Cucala se llevó a cuarenta rehenes, de ellos 17 voluntarios liberales (entre ellos, al parecer, había un menor) que, en principio, no fueron fusilados gracias a la intervención del alcalde del próximo pueblo de Gilet. Entre estos voluntarios se encontraba el algarí Ramón Gascó Mora.
El 23 de diciembre de 1873 llegó Cucala a la Vall d’Uixó con los liberales presos en Sagunt. El 24 salió para el vecino pueblo de Onda, pero al llegar al “Pla de les garroferes”, donde estaba la entonces pequeña aldea de Betxí, se detuvo, avanzó hacia los prisioneros y les dijo: “El que vulga confessió que la demane” (el que quiera confesión que la pida). Todos los prisioneros sabían que iban a ser fusilados puesto que el pelotón preparaba ya las armas. Así fue, en efecto. Seguramente, el menor que formaba parte del grupo fue liberado.
Al referirse a este hecho, Llueca Úbeda dice que los carlistas, por orden del propio general Cucala, se encarnizaron con los cadáveres de los milicianos fusilados. Cucala, después de decir “ Acabeu a estos pillos”, hizo una ostentación de ferocidad, pasando a caballo por encima de los ya muertos voluntarios, junto con su Estado mayor y su escolta. En el Acta redactada por el comandante fiscal de Morella y por Antoni Vidal i Dòria, soldado y escribano, se hace referencia a este salvaje fusilamiento:
“Que en unión del señor alcalde de la referida villa de Bechí D, Francisco Montoliu y Franch y por mandato de éste, en el día veinte y cuatro de diciembre de mil ochocientos setenta y tres, recogieron en un carro los dieciséis cadáveres fusilados por dicho cabecilla (se refiere al general carlista Cucala) y que eran vecinos de Sagunto y uno de Algar.”
En el Ayuntamiento de Sagunt, en su hall, junto a la escalera principal, se colocó en 1933 una inscripción en memoria de los liberales fusilados en Betxí, pero la misma fue destruida, a golpe de culata, por un soldado carlista que formaba parte de las tropas franquistas que entraron en dicha ciudad al final de la Guerra Civil. Hoy nos consta que se ha repuesto la lápida pero sin que continúe figurando ninguna alusión al algarí Ramón Gascó Mora.
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