POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer, 29 de septiembre, la iglesia católica celebró la festividad de los arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel.
Dícese de San Miguel -princeps militiae celestium- que es el jefe de los ejércitos celestiales y que, enfadado, reparte espadazos a diestro y siniestro. Y si no lo creen, vean cómo expulsó a Adán y a Eva del Paraíso por ser malos y desobedientes.
Por cierto, esa orden de expulsión, traducida a términos de ley física, es el enunciado más primitivo del Segundo Principio de la Termodinámica: GANARÁS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE; es decir, conversión de cualquier energía en trabajo con pérdida energética en forma de calor.
Los días de San Miguel, además de día de marea, señalan fechas de sazón de higos; de esos que, por razón de santo, llamamos «miguelinos».
Lo dice el refranero: «Por San Miguel los higos son miel».
Y ahora hablemos de San Rafael, el «santo del pez» y patrono de Córdoba, la Sultana.
Se narra en la Sagrada Escritura (Tobías, cap. 4,5 y 6, cuya lectura recomiendo por su belleza literaria), que Tobit, padre de Tobías, encargó un viaje a su hijo para cobrar unos dineros y buscar una esposa digna de su estirpe. En esa andadura Tobías gozó de la compañía y protección del arcángel Rafael.
Al descansar en la ribera del río Tigris y bañarse en él, un gran pez atacó a Tobías; por intervención de Rafael el pez fue capturado, muerto y eviscerado. Su corazón e hígado, quemados, fueron defensa de demonios; su hiel, bálsamo para curar la ceguera por cataratas.
¿Qué gran pez era ese? Pues quizás fuera un salmón, un esturión o una enorme trucha como aquella con la que, pescada en Sanabria, obsequiaron a Alfonso XII en su visita a Zamora.
En recuerdo de estos santos arcángeles tomaremos unos FIGOS MIGUELINOS CON JAMÓN (1º plato), una TRUCHA A LA SANABRESA (2º plato) y una TARTA DE MONDOÑEDO con cabello de ángel (postre).
Y felicidad para todos.