LOS «HUEVOS PINTOS» DE PASCUA
Abr 17 2017

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Los antiguos ayunos y penitencias cuaresmales (actualmente nadie cumple esas disposiciones eclesiales) tenían su fin en la ya abundante comida pascual del Domingo de Resurrección y en la de los días siguientes.

Probablemente con la piadosa intención de «santificar» esos excesos alimentarios, la Iglesia, por lo menos a partir del siglo VIII, recomendaba bendecir las viandas que iban a consumirse en estos días pascuales.

Lo citaba Durando, siglo XIII, en «Rationale divinorum officiorum»: In hac sancta die nihil quod a sacerdote non sit benedictum comedere debemus» (En este día santo no debemos comer nada que no haya sido bendecido por un sacerdote).

El «plato insignia» de esa celebración era, y sigue siéndolo, el cordero o el cabrito lechales o recentales. Como postre, panes dulces (por el occidente asturiano les dicen rosquillas, alfiladas, enfiladas…) de claro origen judío.

Los huevos, y esto desde tiempos muy anteriores al cristianismo, han tenido en las viejas culturas orientales un claro simbolismo de «renacer a una vida nueva»; simbolismo que tenía su tradición festiva en días primaverales.

El cristianismo «adoptó», ya desde el siglo XI, ese criterio para relacionarlo con la Resurrección de Jesús y lo que significa su Evangelio como pauta de VIDA NUEVA para los creyentes.

Así surgió el costumbrismo de los HUEVOS DE PASCUA.

Fue en el siglo XVIII cuando el florecimiento de la industria minera asturiana «importó» a nuestra región gran cantidad de técnicos europeos, principalmente alemanes y franceses, expertos en la industria extractiva de carbón. Y con ellos vino la tradición de los «huevos de pascua» a que, al teñirlos durante la cocción con sarrio y castañas para que se coloreara, se dio en llamarlos HUEVOS PINTOS.

Esta tradición «europea» se afianzó con fuerza en las comarcas mineras asturianas, destacando su presencia en Langreo y Siero.

La capitalidad de este municipio, LA POLA DE SIERO, tiene en sus HUEVOS PINTOS uno de sus mejores exponentes turísticos.

Huevos que «pintan» con motivos asturianos muy típicos (hórreos, mozos o mozas con traje regional, paisaje con arbolado, Virgen de Covadonga, etc.).

Y ahora viene lo bueno.

Héte aquí que un caraviense (de Caravia, Asturias), Francisco Fernández Ampudia al que cariñosamente llamamos «Paco Picota», abrió exitosamente un restaurante asturiano en Madrid (bueno, en sus cercanías) con el nombre de CARÚS. Allí buen pote de berzas, buena fabada, buenas tortillas, buenos cachopos, buenos tortos con huevos fritos y picadillo, buen arroz con leche… y ahora, en estos días, un precioso muestrario de HUEVOS PINTOS, de los que son ejemplo los que se reproducen en la foto.

Señoras y señores; amigos todos.

Feliz Pascua y si se sienten artistas, cuezan huevos y, ya fríos, píntenlos a su gusto o, más fácil aún, decórenlos con una pegatina.

Sorprenderán a parientes y amigos.

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