POR JOSÉ MARÍA SAN ROMÁN CUTANDA, CRONISTA OFICIAL DE LAYOS (TOLEDO)
Una de las iniciativas culturales más interesantes que el Corpus toledano ofreció fueron los Juegos Florales Eucarísticos. El Ayuntamiento toledano acuñó como iniciativa este certamen «al objeto de dar mayor esplendor y brillantez a las tradicionales fiestas del Corpus Christi toledano». Y, en efecto, lo dio, puesto que concurrieron a este certamen personajes del mundo de la poesía tan relevantes como Leopoldo Panero, José María Pemán, Gerardo Diego, Juan Antonio Villacañas, Rafael Guillén, Julio Alfredo Egea y Victoriano Cremer, llegando incluso a emitir algún programa de radio en Toledo con tema poético.
En sus primeras ediciones antes de los importantes cambios que sufrió a partir de 1958, como veremos, consistían estos Juegos en un certamen literario de trabajos temáticos encabezados por un lema y de no más de veinte cuartillas de extensión. En esta primera edición, los temas variaron en función de las entidades que concedían los premios. Así, por ejemplo, el Premio Flor Natural, concedido por el Ayuntamiento, recaería en la mejor composición poética dedicada a ensalzar el Corpus toledano, con un premio de dos mil quinientas pesetas. Por su parte, otras personas y entidades relevantes de la ciudad como el Arzobispo de Toledo, el Gobernador Civil, la Diputación Provincial, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, la Hermandad del Alcázar, el Coronel Director de la Escuela de Gimnasia o el General Director de la Academia de Infantería concedieron sendos premios de entre quinientas y dos mil pesetas por trabajos de temas tan variados como la figura de Teresa Enríquez, ‘la Loca del Sacramento’, Calderón y la eucaristía, la celebración solemne del Corpus Christi en la archidiócesis, el rito mozárabe, la eucaristía y el Ejército o el arte religioso toledano del siglo XVI.
La segunda edición de este certamen, además de ser muy distinta al proyecto inicial, fue uno de los dos elementos que comenzaron a ensalzar la unión de Hispanoamérica con la eucaristía, como también lo fue el contemporáneo Capítulo Hispanoamericano de Caballeros del Corpus Christi de Toledo, fundado en 1958 por Blas Piñar López. Además de pasar a denominarse ‘Juegos Florales Eucarísticos Hispanoamericanos’, su convocatoria ya no fue directamente realizada por el Ayuntamiento, sino por el Patronato de las Fiestas del Corpus Christi, limitándose a composiciones poéticas de entre cincuenta y doscientos versos y actuando como entidad patrocinadora el Instituto de Cultura Hispánica, que por entonces dirigía el mencionado señor Piñar. Se mantuvieron de la primera edición tanto el premio Flor Natural como las recompensas económicas, si bien elevaron sus cuantías hasta las veinte mil pesetas. Era costumbre la presencia de dos figuras simbólicas en el acto: un mantenedor, que solía ser siempre una persona de reconocido prestigio como Eugenio Montes, el Padre Federico Sopeña o algún embajador hispanoamericano; y, en algunas de sus ediciones, una reina, como lo fueron la Marquesa de Peñafiel o Teresa Valdés Colón de Carvajal, que iba acompañada de una corte de damas de honor que eran acompañadas al escenario por las principales autoridades locales y provinciales.
Gracias al Archivo Municipal de Toledo, contamos con todos los programas de los Juegos Florales Eucarísticos en línea y para su libre consulta. Desde aquí, mi propuesta para que este lucido certamen literario se recupere, porque Toledo y su Corpus lo merecen.