POR LUIS YUSTE RICOTE Y JAVIER NÁJERA MARTÍNEZ, CRONISTAS OFICIALES DE PARACUELLOS DEL JARAMA (MADRID).
Si existe un colectivo especialmente olvidado en la historiografía de la Guerra Civil y la postguerra es la infancia. Una generación de ciudadanos que tuvieron la desgracia de vivir una guerra siendo niños. La investigación y recuperación de la memoria histórica en nuestro país se ha centrado principalmente en los represaliados, especialmente los asesinados por el régimen dictatorial. Existen enormes listados de en los que tanto la mujer, y especialmente los niños, no suelen ser el centro de atención. Durante la postguerra Paracuellos contó con la presencia del Hogar Batalla de Jarama en el Palacio de los duques de Medinaceli, inaugurado el lunes 4 de noviembre de 1946 por doña Carmen Polo, esposa de Francisco Franco. Las vivencias de esto niños en el Hogar y otros sitios del Auxilio Social son descritas en la obra “Paracuellos” del dibujante Carlos Giménez.
Entre los niños que sufrieron la Guerra Civil y la postguerra encontramos dos elementos memorísticos asimétricos: los niños exiliados, los niños abandonados y los niños del Auxilio Social. Son los primeros los que tienen una relevancia mayor cuando se habla de los niños de la guerra y la posguerra española. Una guerra es, probablemente lo más horroroso que se puede vivir personalmente o como colectivo social. Dentro de la población civil, los niños son las personas que más profundamente sufrirán unas secuelas recurrentes en todos los conflictos bélicos. La actitud beligerante ha hecho mella en la memoria de los más pequeños que han tenido que vivirlas. Los niños sufrieron las consecuencias de las vivencias en la Guerra Civil de varias formas. Hubo problemas para poder dar una infancia y escolarización durante el conflicto. Encontramos niños que asistían a las Escuelas Racionalistas Colectivas creadas por los sindicatos, hasta los que no acudían a clase con la amenaza de multa por parte de las autoridades locales o por el hecho de deambular o mendigar por las calles. Niños que tuvieron que ver la sinrazón de los fusilamientos o los que adoptaron la interpretación de la situación social como son los que denominaron pioneros en Chinchón que paseaban y destruían poco a poco las imágenes de la iglesia. E incluso los asesinados directamente por no estar ideológicamente alienado con el bando territorial preponderante en la zona de la contienda que les tocó vivir tras el golpe de Estado.
Entre los más “afortunados” encontramos los que pudieron acudir a las llamadas colonias, los que desalojaron de las zonas de conflicto y los que fueron exiliados. Lugares en teoría alejados de las zonas de la utilización de armamento. Lo cual duró poco, al ser bombardeados por el ejército fascista que apoyaba a Franco. La situación beligerante y las bajas en los milicianos producen hambruna, falta de higiene y desamparo en la chavalería del territorio republicano. Esto obliga a crear servicios de higiene y protección a la infancia en lugares donde se habían refugiado para evitar precisamente este tipo de cosas, especialmente en el levante al trasladar la capital a Valencia. Estas colonias, paliaron su sufrimiento al principio de la contienda. Después, especialmente al final del conflicto fueron abandonados a su suerte, ya que los profesores/cuidadores tenían que abandonar la zona, cuando no el país, por sus situaciones personales y las posibles represalias políticas. Estos niños fueron, como otros exiliados, reclamados por sus padres, hubo casos de niños que no volvieron a aparecer. Otros, sencillamente se quedaron sin familia y fueron recogidos posteriormente por expediciones del Auxilio Social.
La Guerra Civil había dejado la población infantil en situación de desamparo, miseria y subsistencia que habían traído los adultos con sus disputas por pobreza, miseria e injusticia social que generaron con la contienda. Las colonias fueron un refugio efectivo durante parte de la contienda para evitar la situación en la zona republicana, con distintos lugares proyectados por las autoridades locales y provinciales de asistencia a los más desfavorecidos. El bando sublevado además de contar con estos asilos locales y eclesiásticos cuenta a partir de 1936 lo que se conoce como Auxilio de Invierno, un comedor social de Valladolid para atender a los que están vagabundeando por la ciudad inspirados en los Winterhilfe alemanes. Creado por Mercedes Sanz Bachiller delegada de la Sección Femenina de Falange en Valladolid, su modelo es exportado primeramente a Sevilla y posteriormente a otras ciudades controladas por los sublevados tras el golpe de estado y se considera el germen del Auxilio Social.
Tras la victoria de Franco la miseria en el país es generalizada, la supervivencia existencial está en claro retroceso, existen tres puntos asistenciales principales apoyados en las entidades locales, los seguros y la acción social. Los poderes públicos están desbordados por la situación, por lo cual realiza una reorganización de los lugares de asistencia. Aunque la primera opción para los niños abandonados o huérfanos fueron el Auxilio de Invierno, posteriormente estos últimos tienen cobijo en los Colegios Asilos, regidos por religiosos, y que décadas después fueron trasformados en escuelas profesionales como Colegio La Paloma o talleres escuelas como el Colegio San Fernando. Son los hogares del Auxilio Social la senda identitaria y escaparate de la protección infantil de los nuevos ideales de la España de la postguerra. Estos lugares fueron erigidos tras transformar edificios de antiguas instituciones o antiguos palacios de la nobleza en desuso. Con este fin se abren centros u hogares del Auxilio Social, donde los “usuarios” asistenciales son la base esencia del Auxilio Social habitados principalmente por niños con problemas familiares.
El Auxilio Social nace oficialmente como institución el 17 de mayo de 1940 con una dicotomiza entre la propaganda y la caridad. Estos lugares reciben la caridad que no el compromiso de un estado de derecho. En un régimen interno donde a los niños se les reeduca en la base del Social Catolicismo. Su organización ideológica incide en la organización jerárquica, con mano de obra gratuita gracias al servicio social realizados por la Sección Femenina de la Falange Española Tradicionalista. Su estructura se concentra en tres redes principales: comedores infantiles, cocinas de la Hermandad (adultos) y Hogares Infantiles donde estaban internos. Estos últimos se organizaban con un propósito concreto y se separaba por edad, sexo y posibilidades académicas. En cuanto a la organización por edad había Hogares Cuna (niños de 0 a 3 años y sus madres), Hogares Infantiles (niños de 3 a 6 años), Hogares Escolares (7-12 años) donde al finalizar en estos se separaban por posibilidad curricular al asistir los “peores estudiantes” a los Hogares de Aprendizaje y los mejores a los Hogares de Estudio. Esta estructura era a la vez apoyada por Hogares de Clasificación.
Existen cuanto menos, sospechas de la utilización de los Hogares Cuna para que ciertos sectores de la sociedad pudieran acceder a recién nacidos y que pasa desapercibido en este libro, pero que requiere una mirada más profunda. A esto hay que añadir la presunta experimentación medica con los niños del Auxilio Social. Junto a esta, existe también la posibilidad de que niños hayan tenido que soportar presuntos abusos sexuales. La violación sistemática de los derechos humanos en estos lugares está reflejada constantemente como denuncia Carlos Giménez en sus comics. Algunas fuentes describen la teoría pedagógica de los Hogares, donde se les enseña un aprendizaje utilizando el método Montessori. La realidad según los niños que se han atrevido a hablar ha tenido una educación donde esta ha sido una gran ausente, mientras que el hambre, afecto y falta de abrigo estaban siempre presentes.
Los niños que tuvieron que soportar el hambre en los hogares donde sus padres los llevaron para evitarlo cuentan cosas como: La comida era sencillamente indigna de llamarse así́. Todo lo que cuente es poco. Escasa y mal. Pero con ser eso muy fuerte lo peor era la sed. (…) El agua simplemente no existía. Yo recuerdo que nosotros nos levantábamos de noche con cinco años, con tres años, ¡a ver si habían dejado agua en las bañeras! Veíamos si alguna no la habían vaciado del todo, para ver si podíamos sacar algo de agua del fondo que quedaba, aunque solo fuesen unas gotas de agua sucia. Cuentan que se comían las mondas de patatas, plátanos o las migajas de las mesas, e incluso bebían agua de las cisternas y que describe perfectamente en varias tiras de los comics Paracuellos. El pan como alimento básico también ha sido escaso en esto lugares. Tenemos documentación de la distribución de la panificadora paracuellense para el Hogar Batalla del Jarama con capacidad de 350 niños, el cual recibió́ en enero de 1945, una vez a la semana, 20 raciones de pan de 200 gramos, mientras que la población civil de Paracuellos recibió́ 514 raciones para 750 habitantes.
Respecto al afecto todos los niños coinciden utilizamos las palabras de Carlos Giménez que resumen perfectamente el “cariño” que recibieron en estos lugares: En aquella época vivían con miedo todos y, especialmente en aquel colegio, los niños vivíamos con mucho miedo. Y decían eso es por culpa de Paracuellos, no, eso es por culpa de haber en Paracuellos un colegio miserable, como lo había en muchos sitios de Madrid y de toda España; Una cosa que siempre me he preguntado es ¿por qué́ aquellos colegios eran tan crueles?, no era necesario. Éramos niños pobres, pero no habíamos hecho nada a nadie. Porque el hecho de querer convertirnos en niños mitad monjes y mitad solados, a base de bofetadas, a base de crueldad, de castigos, de una disciplina férrea, de una religión canalla, de sufrimiento, no hacía falta. Bastante teníamos con que no tuviéramos padre, o madre, estábamos tristes, teníamos que haber inspirado un poco de cariño, ya no digo de compasión o caridad, que hablan los católicos, un poco de simpatía como le inspirábamos al Sr. Evelio, y a las guardadoras del colegio. El Sr. Evelio era un jardinero del Hogar, que “rescataba” en ocasiones a Carlos Giménez llevándolo en momentos especiales como navidad o fiestas municipales a su casa como uno más de la familia. Compartía tiempo con Tomás hijo de este, de la misma edad que Carlos. En el colegio había dos tipos de guardadoras, las que eran del hogar, y las que eran de Auxilio social, que venían de otros colegios, las del pueblo, eran gente normal, gente que no tenía ningún interés en pegar a los niños, iban a trabajar, nos daban órdenes, y estábamos deseando la semana que le tocaba a la Srta. Sole, o a la Srta. Justa, o a la Srta. Paula; pero las otras parecía que era obligatorio que los niños sufrieran, la letra con sangre entra, a base de castigarlos y torturarlos, nunca lo he entendido nos contaba Carlos en una entrevista personal.
Esto nos lleva a la relación de estos niños en los recintos y con el exterior. Respecto al interior es una relación, que, en multitud de ocasiones nos pone ante situaciones de sufrimiento donde se imponía una jerarquía imaginaria acorde con la imaginería franquista. Había dentro de los hogares posibilidades de protección por otros infantes con motivos variados, desde apadrinaos, a suplicada a otros niños por las madres en las escasas visitas que les dejaban tener. En ocasiones esta jerarquía estaba autorizada y supervisada por los adultos al poner o quitar autoridad a los chicos y chicas. Nos contó́ uno de los niños que pasaron por el Hogar de Paracuellos, sin darse cuenta de que había estado en el lado de los agresores a la par que en el de los humillados, su testimonio: No todo lo de allí́ fue malo, pues tuve el honor y el privilegio de tener como maestra a una persona que más que maestra fue para mí casi más que una madre, un auténtico Ángel de la Guarda: me dio confianza, me dio cariño, amistad, amor… Tanto me quiso y tanto confió́ en mí que me llegó a nombrar jefe de Milicias, pues en el Auxilio Social había un régimen prácticamente militar; también me encargó la tarea de corregir las cartas de los demás alumnos. Se llama Vicenta González Coronado y tanto la quise y tanto me acordaba de ella, que la he estado buscando durante muchísimo tiempo (incluso también a través de Paracuellos Digital) hasta que en enero de este mismo año la logré encontrar. Así́ estuve, hasta que en diciembre de 1962 fui trasladado al Hogar García Morato, llamado “Barajas” Ya no recuerdo el tiempo que estuve allí́, pero sí en cambio puedo decir que es donde peor lo pasé, padeciendo (aparte del hambre y otros sufrimientos) auténticas torturas por parte del “ jefe de milicias “ ya que era su costumbre llamar a formar a cualquier hora del día y mandar a los “tres últimos “ al pelotón, que resultó ser un verdadero pelotón de castigos físicos, destacando entre ellos el “hacer el muerto” o andar en cuclillas en fila de tres, agarrados de la oreja uno a otro. Esta supervisión jerárquica en ocasiones comenzaba con otra constante como ridiculizar a los niños por ser de diferente región distinta a de la situación del centro donde residían: Y había una niña que era la vasca, a las madrileñas no nos trataban, pero a la vasca… la vasca era… yo no sabía que quería decir vasca, pero era un insulto, decirle ¡vasca!, así́ con muy mal genio, ¿sabes? Otras ocasiones se producían al buscar, estos supuestos adultos y educadores, el divertimento o bien con niños con problemas cognitivos: Recuerdo entre nosotros que había un chico retrasado mental. Una diversión que observé, sin poder hacer nada por evitarlo (los responsables se habrían mofado de cualquier intento de un “acogido” por poner fin a eso) era un grupo de pequeños malvados que obligaban a aquel pobre desgraciado a comerse sus propios excrementos; y/o de socialización.
Respecto a la relación con el exterior, los niños paracuellenses de los anos 40-50 del pasado siglo, nos confirmaban el intercambio de comida por artículos de los complementos de sus prendas. Esto es debido en parte a la propaganda hacia el exterior de los recintos que proyectaban los hogares. Los niños del hogar creían que los del pueblo vivían en la abundancia, mientras que estos se frotaban los ojos al ver las ropas que vestían los niños del hogar al desfilar en formación por la Calle santa Ana dirección Iglesia de san Vicente para oír misa. En fiestas, al haber más alimentos los paracuellenses, conscientes de la hambruna de los niños del Hogar les tiraban chuscos de pan por encima de la tapia. Este intercambio en ocasiones terminó siendo una amistad duradera entre ambos. La propaganda no solamente se proyectaba entre los niños de los municipios donde estaban los Hogares, es característico recordar con alegría personas que tuvieron la suerte de pasar, breves periodos estivales en el Auxilio Social como colonias veraniegas. Compartiendo espacio, que no vida, con los niños de los hogares.
Como hemos visto, Paracuellos tiene un doble Sambenito, estigmatizado como los niños del hogar, por la violencia que los adultos de esta época practicaron de una u otra forma. Paracuellos dio nombre al comic de Carlos Giménez, pero no era su intención: Yo cuando hice esta serie, no pretendía que se llamase así́, incluso no pretendía que fuese una serie, tenía ganas de contar cosas, las cosas que no fueran habituales en los tebeos, las cosas que hemos contado toda la vida. Entonces lo que hice, fue realizar unas historias cortas. “Lo que pasa es que como trataba de darles un tinte de documento, al ser cosas sobre el Auxilio Social, pues cuando trataba del de Bibona, pues ponía, Bibona C/ no sé cuantos, y cuando era de Paracuellos pues ponía: Paracuellos año tal, y se publicaron unas cuantas, no se publicaron muchas. Pero curiosamente la gente no se quedaba con las de Bibona, o General Mola, me preguntaba ¿oye, y aquellas historias de Paracuellos? ¿vas a seguir haciéndolas? Pues como he dicho publiqué muy pocas, pues no las querían, en esa época empezaba la apertura y querían cosas con muchas risas y muchas tetas. Así́ que cuando se empezaron a publicar, empezaron a preguntar ¿cómo vamos a llamar a lo de Paracuellos? Pues ya está́ puesto, todo el mundo habla de Paracuellos, todo el mundo conoce las viñetas de Paracuellos, y se quedó́ con lo de Paracuellos.
Con este catálogo de vejaciones que hemos estado viendo, es normal que todos estos niños tengan un trauma, una necesidad de buscar consuelo en dibujos o testimonios orales o escritos, algunos incluso en forma de blog, tienen una fijación por contar lo ocurrido. Tan solo el escudo con su dragón y su espada, un logotipo que en teoría transmitía protección, los niños eran lo primero que veían al llegar produciéndoles pesadillas. Terror que en ocasiones les hacían tener enuresis nocturna, lo cual servía para utilizarse contra estos niños. No están organizados en asociación alguna. Existen un par de páginas de Facebook creadas por niños que vivieron este horror, pero solamente se utiliza para, o bien contarse “batallas”, o bien para buscarse los uno a los otros.
Terminamos esta entrada con la memoria colectiva e histórica de nuestro país. La legislación más actual la encontramos en el B.O.E. número 252 de este 2022. La Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, en su reconocimiento a la victimas en el Título I, Artículo 3, a pesar de toda la tipología expuesta en su punto 1, no recoge particularmente este colectivo. En el homenaje que el 31 de octubre de 2022 presidido por Pedro Sánchez, presidente del gobierno, habría bastado un reglón en su discurso para recordar a los reprimidos por el franquismo en estos supuestos hogares. Más cuando en parte Carlos Giménez nos decía, hace ya casi una década, que él fue en parte participe del arranque de la memoria histórica: Sí, yo empecé́ a hablar de estas cosas, lo que luego se ha llamado la memoria histórica, mucho antes de que existiera el concepto de memoria histórica, hasta el punto de decirme la memoria histórica la inventaste tú, solo que tú no sabias que se llamaba memoria histórica. Eso de volver a hablar de años atrás, de cómo han sido los anos de la posguerra, de cómo han sido las cosas, cuando todavía no había ninguna intención, ni ninguna etiqueta de reivindicar todo esto, yo lo empecé́ a hacer porque sí, pero debo decir con toda humildad, que no lo empecé́ a hacer porque fuera un clarividente, yo lo empecé́ a hacer porque era lo que sabía hacer. Yo he hecho toda la vida lo que he podido o he sabido dentro de lo que he intentado, unas veces no he podido hacer más, o no me han dejado, o no me lo han publicado, y otras veces no he querido hacer según qué cosas.
Carlos Giménez ha sido la persona que más homenajes y reconocimientos ha recibido en este sentido. En Paracuellos tenemos un concurso de relatos y comics con su nombre, sobre una persona concreta. Creemos de justicia que el colectivo debería tener un reconocimiento público. Este colectivo sufrió́ las consecuencias del franquismo en el Auxilio Social desde su creación oficial en 1940 hasta bien entrada la democracia cuando estos hogares en la década de los 80 comenzaron a depender de los institutos de la Juventud. Actualmente el antiguo Hogar esta destinado como Residencia de Adaptación Psicosocial -REAPS- para niños, niñas y adolescentes, con el nombre “Picón de Jarama”, pertenece a la red de centros de la Consejería de Familia y Juventud y Política Social de la Comunidad de Madrid y su gestión y supervisión diaria se lleva a cabo desde la Dirección General de la Infancia, Familia y Fomento de la Natalidad.
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FUENTE: https://historiasdeparacuellos.blogspot.com/2024/11/los-ninos-del-hogar.html