POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
El infanticida Herodes ha pasado a la historia de las maldades por ser el paradigma de todos aquellos que han pretendido degollar la esperanza desde su raíz más tierna. Intentó aniquilar conceptualmente la única virtud que nos queda después de habernos vapuleado la fe con el falso misticismo de los oropeles y las parafernalias barrocas. ¿Qué hubiera sido de los que todas las primaveras andan pidiendo escaleras para subir al madero, si el prefecto de Judea, Poncio Pilatos, en un arrebato de insensatez política, en vez de lavarse las manos como un cobarde, hubiera liberado a Cristo en vez de a Barrabás?
La esperanza, que intentara erradicar Herodes a machetazos sobre cuerpos indefensos, es lo único que nos queda también cuando la fe se nos diluye ante situaciones susceptibles de ser resueltas con la caridad, esa otra virtud que bastantes veces nos sonroja cuando se la utiliza para tapar injusticias que claman al cielo. La caridad, se mire por dónde se mire, es la virtud que nos mantiene en pie cuándo hemos perdido todas las demás, incluida la esperanza de no perder la esperanza, de ahí que Herodes, y todos los reyezuelos que regentan el desaliento, siempre hayan puesto especial interés en cercenar manu militari a todos los profetas que prometen la llegada de un salvador de causas perdidas, o de un libertador de cotidianas cadenas.
Frente al televisor, cada día, se me clavan como puñales los ojos de los niños de las pateras y las barcazas de refugiados. Y experimento cómo mi silencio cómplice me hace sentirme como Herodes. África, con todos sus negros que huyen, cada vez más nos exige la oportunidad de participar en el progreso que les hemos ido hurtando durante siglos en los que a cambio de la fe sumisa en el gran “bwana” blanco le hemos esquilmado sus recursos y les hemos provocado circunstancias sociales fundamentadas en la injusticia.
El gran secreto para que la democracia funcione reside en la habilidad que sus dirigentes tengan para “fabricarse” el consentimiento de los ciudadanos, en su mayoría votantes de diseño que se alimentan de “manjares políticos” que sólo existen como tales en la etiqueta que los envuelve.
Releo un libro vigente: “Contra el fanatismo”, editorial Siruela, Madrid, 2007, del escritor pacifista israelí Amos Oz: “Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. […] Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia”. Echa uno cálculos y comprueba la cantidad de fanatismos que nos rodean: Políticos, económicos, religiosos, nacionalistas y hasta deportivos. Sin darnos cuenta los asumimos sin el menor espíritu crítico. En la bipolaridad mental que nos han sumergido sentimos la pereza de ser críticos en una sociedad en la que pervivimos como indigentes emocionales. En el fondo todo se reduce a contestar una pregunta sin imaginación: ¿Y tú con quien estás? ¿Y tú de quién eres? Como si debiéramos llevar grabado el hierro de la ganadería a sumisión y fuego. Reivindico aquí el pensamiento del canciller que tuvo que reconstruir la mitad de Alemania después del nazismo, Konrad Adenauer: “No hace falta defender siempre la misma opinión porque nadie puede impedir volverse más sabio”. No existe, por tanto, una opinión que valga más que una actitud plural y democrática, que no renuncie al debate y que no tema rectificar o evolucionar. Es difícil imaginar sólo hace un puñado de años que al siglo XX habría de sucederle de inmediato el siglo XI. ¡Nos están adiestrando en el fanatismo medieval!
Frente a tanto “señorito Iván” revestido de Herodes luchando contra la esperanza de tantos otros santos inocentes, reivindico el “¡Milana bonita!” del Azarías que nos describió magistralmente el maestro Delibes.
¿Por qué algunos se empeñan en hacer pobres durante todo el año para luego poder hacer caridad con ellos en Navidad?