POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Hay constancia de la confección de «pleita» en mi pueblo desde mediados del siglo XIX, hasta la década de 1930 a 1940, fechas en las que José María Carrillo López, por influencia de su padre, Joaquín Carrillo Palazón, instaló un taller artesanal en donde se confeccionaba pleita; con las que se fabricaban espuertas, aguaderas, sarrietas, capachos, serones, sarrias, etcétera, generalmente con esparto crudo. También se confeccionaban pleitas para asientos de sillas, sillones y balancines, pero, estos, con cordajes de pita, enea y esparto cocido y picado.
La continuidad de la industrialización de la pleita corrió a cargo de los herederos de José María Carrillo López; sus hijos Dámaso y Joaquín Carrillo Benavente.
A ambos, desde finales del siglo XIX hasta el año 1935, se les llamaba «Los pleiteros» y, como también forraban de pleita los cántaros, tinajas y botijos, les pusieron el apodo, a los hermanos Dámaso y Joaquín, de «Los botijones o botijeros».
La materia prima era el esparto crudo, semi crudo, cocido y picado, así como la pita, palmito y la enea. Según el artículo a confeccionar, efectuaban un trenzado de varios manojos o ramales; «en forma de faja o trenza», con varios cabos o ramales, de esparto, palmito, enea o pita; según para lo que fuesen utilizadas; ya que eran distintas según fueran sombreros, alfombras, cestas, alforjas, sarrietas, capazos, aguaderas, serones, espuertas, asientos de sillas y revestimiento de tinajas, botijos y cántaros.
El número de cabos o ramales, era siempre impar; 3, 5, 7 y, hasta 15. La trama o labor artística, se efectuaba según el arte de los pleiteros y el gusto de los clientes. Para tal menester tenían unos sencillos y variados muestrarios que les daba opción de elegir el que más les gustaba.
Desde el año 1885, hasta el año 1935, en la localidad y su comarca; en todas las casas, habían objetos confeccionados por Dámaso y Joaquín: «los pleiteros», también llamados «botijones o botijeros».
Para ensamblar estas fajas trenzadas y, con el fin de que tuvieran la debida consistencia, se usaban unas agujas especiales, con ojos de distintos calibres, según la fibra con que se tuviera que trabajar y el objeto a confeccionar. A estas herramientas, imprescindibles para dicha labor se les llamaba y se le sigue llamando:»agujas de pleita».