SOBRE JOSEFA SANZ FUENTES, CRONISTA OFICIAL DE AVILÉS (ASTURIAS).
Josefa Sanz analiza las transformaciones de Avilés: «La ciudad está cambiando y lo está haciendo muy bien».
La cronista oficial de Avilés, la catedrática jubilada Josefa Sanz, camina por la calle de Bances Candamo, en el barrio de Sabugo. Un grupo de visitantes escucha a su guía. En un instante, cuando la reconoce –la sigue la fotógrafa y el periodista–, detiene su explicación:
–Profesora, no creo que se acuerde, pero usted me dio clase–dice el guía. No es la primera vez que le pasa: los alumnos la paran, pero se detiene ella misma cuando una peregrina con acento extranjero le pregunta dónde está el mercado.
La cronista oficial de Avilés lo es desde el 28 de julio de 2014: en unos días, pues, cumple sus primeros diez años en el cargo. Todo este tiempo, confiesa, le ha dado para vivir y analizar los cambios «evidentes» de su infancia con el presente, pero también los que se han producido desde aquel verano de 2014 hasta el de ahora mismo.
«La ciudad está cambiando y lo está haciendo muy bien», determina. «Antes teníamos la plaza de España unicamente, ahora tenemos unos pocos metros más allá la de Pedro Menéndez. La han tomado los niños, las terrazas… los niños juegan al fútbol, con los columpios… Y sí, se cambió la fuente de molde de sitio, pero en donde está ahora, arriba de Pruneda, se ve estupenda», cuenta.
Y cuando se le pregunta por cómo se enteró que iba a ser la cronista oficial ella también cuenta: «Estaba en Zaragoza cuando suena el teléfono. Era la secretaria de la alcaldesa Pilar Varela. Me dijo que ese día el Pleno acababa de votar y por unanimidad habían decidido nombrarme cronista oficial».
Atiende a La Nueva España en el despacho que ocupó durante años su antecesor en el cargo: el ex letrado municipal y erudito avilesino Justo Ureña. Había fallecido en 2011 y desde entonces el puesto estaba vacante.
Sanz explica que aquella llamada se le quedó en la sonrisa. «Junto a mí estaba una catedrática sevillana que había sido alumna mía. Me preguntó que qué me pasaba. Le dije: ‘Cuando terminemos, te lo cuento’». Y es que aquella reunión en Zaragoza era profesional. Sanz es catedrática jubilada de Ciencia y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Oviedo, pero sigue empeñada en «llevar el nombre de Avilés» por cada encuentro de profesores en los que participa.
El nombramiento, en realidad, fue un mes antes de la toma de posesión del cargo del que ahora celebra su primera década. «Hubo aplausos de mis compañeros y yo pagué una ronda de vinos muy a gusto. Volví a Asturias. Hablé con Román Antonio Álvarez, entonces, el concejal de Cultura e impulsor de su candidatura…» En un mes tenía que tomar posesión del cargo. Y lo hizo, además, en una ceremonia en la que participó Juan Luis Álvarez del Busto, que ya entonces era el cronista decano de Asturias.
De entonces acá, insiste Sanz, la ciudad ha cambiado. «La ciudad ha cambiado muchas veces y siempre para bien», recalca. Se acuerda, por ejemplo, de aquella nube tóxica que ennegreció el cielo avilesino a cuenta de los malos humos de Ensidesa. «Mi hermana y yo, asesoradas, claro, por mi madre, le compramos a nuestro padre una camisa de tergal en 1961», apunta. «La pusimos a secar en el patio que había detrás de nuestra casa, en la calle de la Estación. Cuando fuimos a recogerla nos encontramos que esta plagada de alfileres: los restos de hierro candente del horno alto se habían clavado en la camisa y cuando enfriaron la dejaron para tirar», cuenta.
Sanz, sabuguera de esas que llama todavía al casco histórico de Avilés «la villa», detecta esas transformaciones de las que habla en su lugar de origen: la ciudad de su infancia y la ciudad actual. Y lo primero que sale es la ciudad tomada por la contaminación. «En los ochenta, la droga pegó duro», añade. Y se acuerda del parque del Muelle intransitable… «Estoy muy contenta que tras las obras hayan respetado la forma del parque. Es uno de los pocos románticos de Asturias. Con rosaleda, con quiosco de música y cúpula de cinc…», cuenta.
Habla también de los cupos de la pesca que hicieron disminuir el poderío del puerto avilesino. «Dejó de ser el más importante de la costa cantábrica… además estaba en una ría contaminada… todo aquello ha cambiado. En estos diez años ha crecido el puerto de la orilla derecha. El ministro avilesino Servando Ruiz Gómez había conseguido industrializar los muelles avilesinos en el siglo XIX. Quiso pasar a la orilla derecha, pero finalmente no pudo… Ahora en toda esa zona comienza una nueva industria de investigación y desarrollo. Está, además, el Centro Niemeyer, que ha demostrado poder revivir tras aquella primera debacle: hablo de las exposiciones que organizan, las conferencias que las acompañan: las dos primeras a propósito de Eugenia Martínez-Vallejo fueron espléndidas. Avilés así tiene tres teatros de primera: el Palacio Valdés, el del Niemeyer y el de la Casa de Cultura. Tenemos un teatro en el que se hacen estrenos nacionales».
Para Sanz «la ciudad está protegiendo la historia y dando vida a la novedad». Y señala, en este sentido, la recuperación del lavadero de González Abarca: una pieza histórica y un mural de Paco Roca. «Faltan cosas, claro: el lavadero de los Telares, pero los cambios han convertido a Avilés «en una ciudad con mucho futuro», insiste la cronista de una década.
FUENTE: LA NUEVA ESPAÑA FECHA 14/07/2024