POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En el ámbito civil hace muchos años, todas las personas, varones solamente, que no estuvieran exentas; bien por incapacidad física o por ser hijos de padres sexagenarios, estaban obligadas a acatar las reglas de las Milicias Españolas. Ir a la mili, como se decía después.
Cuando se originaba algún conflicto bélico, se procedía al alistamiento de soldados llamadas levas forzosas, jóvenes que tuvieran más de 16 años y menos de 60. El criterio de alistamiento era reclutar primero a “vagabundos, maleantes y gente de mal vivir”. Así se hacía en los pueblos pequeños en los qué, los cupos eran escasos.
Ya, en los años 1712, 1713 y 1714, Don Luis Antonio de Belluga y Moncada, Obispo de Cartagena—Murcia y a la vez Capitán General de la Milicia del rey Felipe V, por lo que ostentaba el título de Virrey, comandando los destacamentos de soldados en las regiones de Murcia y Valencia, alistó a los insignes soldados de mi localidad D. Juan de Rueda y Muñatones y D. Francisco Tomás Abenza, para luchar en la guerra de Sucesión, entre los Borbones y los Austrias.
Pues bien, estos militares locales, considerados de élite, junto al párroco Juan Pay Pérez, aunque en los años 1742, 1743 y 1744, aún no habían cumplido los 60 años, ni estaban incapacitados, se acogieron a la “Ley de vagos y maleantes” para que, estos, fueran militarizados y ellos quedaran exentos a la hora de ser movilizados.
Sin embargo, no contaron con que el censo de “vagabundos y malhechores” no alcanzaba el cupo de soldados exigidos y tuvieron que comparecer ante el alto tribunal, para evitar que fueran incluidos en “El alistamiento de levas forzosas” correspondiente al pueblo, ya que figuraban en el listado oficial.
Al alegar que estuvieron a las órdenes del Virrey y Obispo de Cartagena-Murcia, Don Luis Antonio de Belluga, solicitaron el privilegio, siempre los privilegios, de quedar exentos en la participación de nuevos conflictos bélicos. Para que así se cumpliera, sus representantes legítimos, se presentaron ante los representantes de Su Majestad y Señores del Real Consejo para que se cumplieran dichos privilegios y qué, en adelante, no se les incluyera en las listas de soldados en activo y, menos aun, que le repartan, ni alojen—soldados de reemplazo forzoso.
El párroco Juan Pay Pérez, que también fue movilizado con leva forzosa, se acogió a privilegios del clero, aunque nadie se imaginaba al clérigo, “con casaca, pegando tiros y durmiendo en el suelo”.