POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA).
Benjamín Disraeli, gran orador, nos explica en qué consiste el mayor éxito de las personas. Con gran sencillez y modestia nos dice que debemos aprovechar las ocasiones que se nos presenten; que tengamos disponibilidad de todas nuestras pertenencias.
Un día de excursión nos dio una gran lección, al describir a un estudiante universitario que salió a dar un paseo con su profesor; a quien los alumnos consideraban un buen amigo, debido a su bondad para todos aquellos que seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron unos zapatos viejos en el sendero y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor: hagámosle una broma al anciano labrador, escondiendo sus zapatos detrás de estos arbustos y comprobar la cara que pone cuando los busque y no los encuentre.
Mi querido amigo, le dijo el profesor; nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre: coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver como reacciona, cuando las encuentre.
Así lo hicieron y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El pobre hombre, al acabar su trabajo, cruzó el terreno en busca de sus zapatos y abrigo. Tras ponerse el abrigo, deslizó el pie en el zapato y comprobó que salía algo desde su interior. Se agachó para ver qué era y encontró las monedas. Pasmado y sorprendido se preguntó que había pasado. Miró y remiró las monedas; dándoles la vuelta. Después, miró a su alrededor- para todos los lados, pero no vio a nadie. Las guardó en su bolsillo, tras ponerse ambos zapatos. Su sorpresa, como es lógico, resultó ser doble.
Sus sentimientos le sobrecogieron: cayó de rodillas y alzó la vista al cielo; dando gracias a voz en grito.
Hablando de su esposa enferma; y sin ayuda de sus hijos que no tenían ni pan para comer; debido a una mano desconocida no morirían de hambre. El estudiante quedó profundamente afectado y comenzó a llorar.
Ahora- dijo el Profesor-¿no te sientes más complacido que si le hubieras gastado la broma? El joven respondió: Usted me ha enseñado una gran lección; que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no pasaba por mi cabeza. Sí, «porque es más gratificante dar que recibir».
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