POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Al espacio de terreno acondicionado para enterrar las semillas, con la finalidad de que se produzca su germinación y, mediante el cuidado pertinente, conseguir que cumplan su ciclo vital, hasta que tengan el tamaño adecuado para ser trasplantadas en el terreno preparado para su crecimiento y fructificación, se le denomina «Semillero o Almáciga».
Los agricultores de mi pueblo han sido y siguen siendo, expertos en la preparación y cultivo de estos semilleros; generalmente de pimientos, berenjenas, tomates, rábanos, nabos, lechugas, cebollas, etc., de los que han obtenido plantas de gran calidad que, a la postre, les han producido cosechas abundantes; consiguiendo un gran prestigio en las plazas y mercados de la comarca.
Entre la bonanza del terreno y el adecuado cultivo de los semilleros y plantaciones posteriores por parte de todos los agricultores de mi municipio; en especial Rafael Hernández (el de la Juana Antonia), Rafael Fernández (el de la botica), Antonio Tomás Sandoval (el militar), Joaquín Carrillo Benavente (el botijón) y muchos otros que sería prolijo enumerar.
Todos ellos desde el año 1889 hasta 1936, además de otros menesteres, eran expertos en el cultivo de semilleros. Además de abastecer los mercados y plazas cubrían las necesidades de sus casas: siempre tenían sus despensas llenas.
Como es lógico, dada la sabiduría de nuestros agricultores, se guardaban y se siguen guardando las semillas de mejor calidad, con el fin de continuar los ciclos de cultivo para las siguientes temporadas.
Los semilleros utilizados por nuestros agricultores, han sido de varias clases; a saber: a) «portátiles», construidos a base de tablas, cajones, plásticos u otros utensilios de pequeño tamaño, y fáciles de manejar y transportar; utilizándose para pequeñas plantaciones. b) «temporales y c) «fijos», con bordes bien endurecidos y con un terreno poroso, con la finalidad de facilitar el drenaje.
Recuerdos de mi etapa escolar, me traen a la memoria al maestro Don Víctor Martínez del Castillo, dándonos clase en las aulas sobre la agricultura y, en concreto, el cultivo en los semilleros y el trasplante definitivo cuando estas plantas tenían el tamaño idóneo.
Para hacer prácticas, nos llevaba de excursión a los semilleros de Rafael (el de la botica) para entonces, Antonio Tomás y Joaquín Carrillo, ya habían fallecido y Rafael (el de Juana Antonia) que era ya un anciano. Entre los dos, Don Víctor y Rafael (el de la botica), nos explicaban todo lo concerniente al cultivo de los semilleros y el trasvase de dichas plantas a los terrenos preparados para su cultivo adulto, con la finalidad de obtener buenas cosechas.
También me viene a la memoria una pregunta que les hizo Blas Carrillo Hita. Fue la siguiente: ¿me pueden explicar como pueden vivir las plantas si se arrancan de cuajo? ¿no se secarán?. Al escucharlo, entonces teníamos 7 años, tanto Don Víctor como Rafael, sonrieron.
Y nosotros que también teníamos serias dudas, quedamos expectantes para oír las palabras de los expertos. Nos explicaron, sonriendo, que las plantas se arrancan con el terreno húmedo y con una pella de tierra regada de dos o tres días, en donde queden incrustadas las raíces de las plantas. Prosiguieron dando explicaciones; porque hacíamos una pregunta tras otra, a las que daban cumplida respuesta. Para concluir las explicaciones nos dijeron: el terreno donde se van a replantar, tiene que estar preparado y humedecido; o bien regarlo a continuación, pero, sobre todo, conservar la pella de tierra húmeda en donde están alojadas las raíces y hacer el replante lo más pronto posible, con el fin de que no se reseque la pella y pueda agostarse la planta. ¡Qué tiempos aquellos!