POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Así, de entrada, les voy a contar dos historietas para justificar el porqué del nombre de SUSPIROS para una dulcería que (¡Perdona a tu pueblo, Señor; si imitando al Sr. Ferrán Adriá digo un disparate!) en el fondo y en la forma es una galleta.
Primera historieta llena de amor.
Corrían los primeros años del siglo XIII cuando dos jóvenes turolenses (es decir, de Teruel) se enamoraron apasionadamente. El, Diego de Marcilla, era hijo segundón de familia muy humilde; ella, Isabel de Segura, procedía de familia noble y adinerada.
El padre de Isabel, entre tolerante y exigente, concedió a Diego un plazo de 5 años para hacerse rico.
Diego emigró de su región, ganó dinero y cuando, en 1217, ya cumplido el plazo, retornó a Teruel, encontró que su amada se acababa de casar con el Señor de Albarracín don Pedro Fernández de Azagra.
¡Qué desengaño! Diego pidió un beso a su querida Isabel y ésta, fiel a su esposo, se lo negó. Diego no resistió la pena y en ese instante falleció.
A los dos días, en la celebración del funeral, Isabel se acercó al cadáver y depositó un beso en sus labios fríos. ¡Oh dolor! La muerte le sobrevino de inmediato.
En recuerdo de este legendario suceso Teruel dio cuna a los llamados «suspiros de amantes» ; una dulcería exquisita.
Vayamos a la segunda historieta, más asturiana y menos lacrimógena.
Antaño fueron muchos los asturianos que, en época de siega, iban a tierras castellano-leonesas, manchegas y extremeñas para, con su trabajo de jornaleros, ganar unos dinerillos que bien los necesitaban.
Sus novias, esposas y madres quedaban en Asturias esperando su regreso. Y para que ellos, al pasar el Puerto de Pajares, mantuvieran vivo el recuerdo de sus amores y familia, les preparaban unas galletas muy sabrosas y muy dulces que les sirvieran de SUSPIRO DE AMOR.
De ahí el nombre de SUSPIROS DE PAJARES.
En Colunga, hoy domingo de antroxu, MANOLO «EL CONFITERO», responsable en su día del obrador de CONFITERÍA MAGOVI, en Colunga (Asturias), fundada por don Félix González a comienzos del siglo XX, y continuada después por si hijo Manuel y su nieto César Carlos, me sorprendió con unos SUSPIROS A LA COLUNGUESA que son una delicia.
Los hace así:
Mezcla a partes iguales mantequilla muy fresca y margarina de máxima calidad; agrega la misma cantidad de azúcar y suma la harina necesaria para que al amasar se consiga una pasta homogénea y moldeable con facilidad.
Estira la pasta y con ella, ayudándose de la boca de un vaso, moldea los suspiros y los hornea hasta que doren superficialmente. Al sacarlos del horno, los espolvorea con azúcar.
NOTA.- Verán que en algunos recetarios asturianos incorporan un huevo al amasado de la pasta.- Todo es cuestión de gustos.
Parodiando unos viejos versos podemos afirmar que:
«Los monarcas y los nobles
atesoran en castillos
joyas y piedras preciosas
y unas cajas de suspiros»
De los de Manolo, por supuesto.