Quien ha vivido y sufrido una o varias mudanzas conoce el efecto higiénico que supone realizar dicha empresa. Durante los procesos de recogida, empaquetado, traslado, desembalado y recolocación de los respectivos enseres en su nuevo hogar, la carga va adelgazando y por el camino -a veces con lástima, otras sin compasión- algunos bienes acaban en otras manos o directamente en la basura. Todas estas sensaciones las están viviendo en los últimos meses los miembros de la Institución Fernán González – Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes con su cambio de sede.
Han partido desde su histórica ubicación en la segunda planta del Consulado del Mar en el paseo del Espolón hasta el edificio Cajacírculo de plaza de España para ocupar la antigua biblioteca de la entidad de ahorros. «Con motivo de las obras del Consulado y, tras barajar varias opciones, nos hemos instalado en este magnífico lugar con un contrato de cinco años prorrogables. Nuestra idea desde siempre es tener una sede fija y perpetua para la Institución donde seguro que algún día nos estableceremos», indica René Jesús Payo, director de la academia burgalesa.
La primera labor que acometieron los académicos fue buscar hospedaje a la gran joya que custodia la academia burgalesa: sus fondos documentales. Lo que hasta hace pocas fechas estaba almacenado en un oscuro cuarto junto al despacho de la sede del Espolón, ahora luce metódicamente ordenado en unos largos anaqueles donde es fácil encontrar lo que se busca sin tener que hacer pesquisas de explorador.
Colocarse en el centro del nuevo archivo y hacer un giro de 360º con tu mirada. Cientos de carpetas, cajas, archivadores definitivos, libros y álbumes llenan las estanterías con sus respectivas etiquetas que identifican a qué fondo pertenece cada elemento.
«El más conocido, sin duda, es el Fondo Machadiano. Es, junto al sevillano, el conjunto de bienes de los hermanos Machado más importante que existe. Pero tenemos otros muchos fondos que son de un interés muy relevante para el estudio y la investigación de diversas áreas de conocimiento», subraya el director de la academia. A continuación detallamos una relación de los legados más reseñables y su contenido.
Fondo Eulalia Cáceres.. Es el conocido como Fondo Machadiano de Burgos. En primera instancia, Eulalia Cáceres, al morir su esposo Manuel Machado a principios de 1947, legó algunos objetos personales, cartas y otros documentos a la Institución Fernán González recién creada un año antes. Otros se los entregó a Bonifacio Zamora. Finalmente, este religioso, poeta y académico los traspasó a la institución burgalesa para su estudio y conservación en 1977. Manuscritos de Antonio y Manuel, libros, cartas, documentos, obras de arte -como el busto de Antonio Machado tallado por Emiliano Barral o una pintura de Julio Romero de Torres que hay en el palacio de la Diputación- y un hermoso álbum de fotos familiar completan este riquísimo fondo. «A esto se sumó hace unos años lo donado por el Cottolengo del Padre Alegre de Barcelona, donde pasó sus últimos años Eulalia Cáceres, que contenía fotografías, un poema que le dedicó su marido y el testamento de Manuel Machado», añade José Manuel López Gómez, director emérito de la institución.
Fondo Zugazaga. Este fondo fue cedido recientemente por la Fundación Círculo a la Institución Fernán González. Lo que se ha encontrado en las primeras catas realizadas son, fundamentalmente, documentos administrativos y recortes de periódicos. Los salvoconductos que utilizaron Manuel Machado y Eulalia Cáceres para ir a Colliure y el poema manuscrito de Antonio Machado Las viejas de Castilla son dos de las sorpresas que ha generado por ahora su inventario inicial. Los académicos no albergan muchas esperanzas de que aparezcan muchos más papeles de los Machado, pero quién sabe.
«La formación primitiva de José María Zugazaga fue taquimecanógrafo y periodista. Gracias a eso, consiguió un puesto en el Estado Mayor de Franco en Salamanca. De ahí luego pasó a censor tras finalizar la guerra. Con Manuel Machado, de quien acabó siendo su secretario personal, pudo tomar contacto a través del periódico El Castellano y de la oficina de Hacienda de Burgos, donde ambos trabajaban», explica José Manuel López Gómez, director emérito de la institución y nuevo cronista de la ciudad de Burgos.
FONDO DONADO POR MARÍA ÁNGELES SAIZ. «De Bonifacio Zamora hay mucha documentación y correspondencia, poesías inéditas y cuadernos de trabajo. De Luciano Huidobro hemos encontrado encargos y muchísimas fotografías. Huidobro fue cronista de la provincia y se la recorrió entera varias veces. Tenía coche cuando no lo tenía casi nadie… Y un archivo de cartas muy interesante con estudiosos de todo el mundo», señala Payo sobre este legado entregado por la folclorista y etnógrafa burgalesa.
FONDO FRAY VALENTÍN DE LA CRUZ. «Este legado documental fue traído a la academia desde Poza de la Sal, localidad natal de este religioso carmelita e historiador que fue cronista oficial de la provincia y publicó un gran número de libros sobre la historia y el arte burgalés», indica López Gómez. Se guarda mucha correspondencia cruzada con Bonifacio Zamora y Luciano Huidobro.
FONDO DÁVILA JALÓN. Uno de los últimos fondos que han llegado a la Institución Fernán González es el del abogado Valentín Dávila Jalón, que fue académico correspondiente de la Real Academia Burgense. «Gracias a la generosidad de su hija, Micaela Dávila, nos ha llegado una importante serie de minuciosos estudios de temas nobiliarios y de genealogía, especialmente de familias de La Ribera», aclara José Manuel López Gómez.
FONDO DOMINGO LÁZARO. «Este sacerdote burgalés fue catedrático de música del Conservatorio de Córdoba y de la Escuela Normal de Córdoba, donde desarrolló prácticamente toda su carrera. Tras su fallecimiento en un accidente de tráfico cerca de Aranda de Duero, su familia donó a la institución todo su fondo musical, con una gran cantidad de libros sobre historia de la música y pedagogía», concreta López Gómez. A esto se añaden decenas de partituras, donde destacan algunas composiciones originales del padre Lázaro para coro.
FONDO CASTRO MÚGICA. Es uno de los fondos más importantes de la Institución Fernán González. Reúne documentos de la familia Castro Múgica, la potentada familia de mercaderes de orígenes vascos y santanderinos que patrocinó la capilla de los Reyes Magos de la iglesia de San Gil. Tenían el centro de su mayorazgo entre el límite de las provincias de Burgos y Palencia y poseían palacetes y casas en esta zona y en Castrojeriz. «Hay un gran archivo desde el siglo XV hasta el XIX, pero también conservamos algunos documentos del siglo XIII. Es un fondo que está bastante trabajado», afirma Payo.
FONDO HORNILLOS ESCRIBANO. «Fue el último notario de Sasamón. Era un hombre que le gustaba mucho la historia y sobre esta localidad, en especial sobre el linaje de los Sarmiento, tiene muy buenos trabajos inéditos y sin publicar que ahora conservamos», indica vicedirector de la institución burgalesa, Isaac Rilova.
FONDO MARTÍNEZ ABELENDA. En el legado de este artista que atesora la institución se conservan bocetos y dibujos artísticos de algunas obras de temática religiosa. También hay varios cartapacios con proyectos y planos que realizó para concursos arquitectónicos. Andrés Martínez Abelenda fue -junto a su padre, Valeriano Martínez- uno de los últimos grandes retablistas. Tiene obra en Burgos, Aragón y, especialmente, en Latinoamérica.
FONDO GONZALO ARENAL. Fue un sacerdote natural de Pradoluengo. En el seminario de Burgos estudió Piano y Armonía con el maestro José María Beobide. Siendo todavía diácono ganó la plaza de maestro de capilla de la Catedral de Teruel. Tras la Guerra Civil, opositó a la de la Catedral de Toledo y la ganó. Este fondo, también de carácter musical, llegó a la academia burgalesa tras encontrarlo José Manuel López Gómez en un mercadillo. Cosas veredes.
A lo largo de sus 77 años de vida, la Institución Fernán González también ha ido reuniendo una destacada colección artística y bibliográfica. Belén Castillo, conservadora del patrimonio artístico y documental de la academia burgalesa, detalla que «el número de obras se ha incrementado en los últimos años y estamos poniendo al día el inventario también por el traslado de sede». «La sede del Consulado estaba llena de cosas y era imposible abordar este trabajo allí», concluye el director de la Real Academia Burgense mientras señala otra de las joyas de la academia: el archivo de la Comisión Provincial de Monumentos desde 1844 hasta su desaparición en 1946.