POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Un considerable número de chalets de la ‘Colonia Sueca’ permanecían cerrados durante el estío, aunque alternaban el alojamiento durante el año alquilando sus casas a familias amigas. Este es el caso de la familia Krüger, que vino por vez primera a Torrevieja en 1968. Había ahorrado para pasar un semestre en España; vieron un anuncio de alquiler de una vivienda en la prensa de su país. Él ya había estado en Torrevieja, en 1952, cuando estado enrolado de marinero en un barco que vino a cargar sal a nuestra bahía.
En su primer viaje pasaron dos semanas, buscaban SOL y PLAYA; la luminosidad de sol y de su paisaje era muy importante para ellos. Ya en el año siguiente, en 1969, pasaron entre Torrevieja el verano y la Navidad. No tardaron mucho en comprarse una vivienda, y desde entonces Birgita Krüger no se fue de entre nosotros.
Entre los primeros compradores en las `Lomas del Mar´, se encontraba la aristocracia de Suecia, familias de rancio abolengo, la alta sociedad que eran llamados ‘grevgatan’, entre los que se encontraban: los Beckfriss, Von Essen, Von Schinninkel, Von Stockenstrom, los Trolle, etc., directores de cine, industriales, artistas como Ruth Kastan y Lass Gyning, y no cito a mas porque la relación sería interminable. La hoy llamada calle Teruel era el lugar llamado de la nobleza, porque allí residían la mayoría de aquellas acaudaladas e importantes familias.
Alejados de los molestos ruidos de la ciudad, cara al Mediterráneo, arrullados por la paz y la suave brisa marina, escuchando la eterna sinfonía de las olas, que rompían sus plateadas crestas en la arena, los turistas suecos tostaban sus blancos cuerpos al sol y los refrescaban en las tibias aguas del mar o la piscina.
Aquellos suecos eran adoradores del sol. Se levantaban generalmente algo tarde y se marchaban a la playa, allí se bronceaban la piel día tras día, no cansándose nunca de recibir esta cálida caricia.
Por la mañana, hacían una comida muy ligera y nuevamente a la playa; ya al atardecer regresaban a sus viviendas y generalmente cenaban varias familias juntas en casa de algunos amigos, o se marchaban todos juntos a algún restaurante en donde hacer la comida fuerte, terminando con alguna fiesta en alegre camaradería y tomando algunas copas.
En lo que permanecían más rígidos era en lo referente a las comidas. Desayunaban muy fuerte; al mediodía, apenas un bocadillo; y a eso de las siete de la tarde, con la cena realizaban la comida más intensa del día. Los platos típicos de España que preferían eran, por la mañana, las sardinas asadas, acompañadas de pan blanco y de vino tinto; al mediodía generalmente un aperitivo ligero; y para la noche paella o gazpacho andaluz. En cuanto a bebidas, los jóvenes tomaban zumos, y los mayores, jerez, coñac o vino tinto, de ese que se pegaba al riñón.
En Torrevieja los suecos siguieron fieles a sus costumbres, pero poco a poco se fueron dejando influenciar por alguno de los hábitos típicos españoles. Es el caso de la siesta, algo que ellos no conocían. En su país se solía trabajar de un tirón, en jornada intensiva, y tiraban por tierra cualquier posibilidad de echar una `siestesica´.
Los viernes, como siempre, la plaza estaba animadísima y con muchísimos puestos de calzado. Los extranjeros no hacían más que echar fotos para llevarse un recuerdo del `Mercado de Torrevieja´, una cosa muy novedosa para ellos.
El turista sueco que visitaba España deseaba al menos ver una corrida de toros; ninguno se marchaba sin saber en su propia salsa lo que era una tarde de toros. Algunos de se convirtieron en grandes aficionados a la `fiesta nacional´, conocían los distintos lances del toreo, comentaban y criticaban las diferentes suertes de la lidia y llegaban a recorrer mil kilómetros para ver torear a su matador favorito.
Entre aquellos primeros colonos suecos venidos a Torrevieja estuvo Philip Henrikson, vecino de Malmöe, la tercera ciudad en importancia de Suecia, y que no se le ocurrió otra idea que celebrar aquí su 50 cumpleaños el señalado día 31 de octubre de 1966, efemérides de su venida al mundo. Philip era un importante industrial sueco que había elegido Torrevieja para quitarse preocupaciones de encima y, a `Lomas del Mar´, se venía él y su familia, cada vez que lo dejaban libre sus ocupaciones. Enamorado de Torrevieja, pensó en celebrar sus bodas de oro con la vida en un pintoresco lugar que valiera la pena compartirlo con sus más fieles empleados, colaboradores y amigos, a los que hospedó en el `Hotel Berlín´.
El, por aquellos días, recientemente nombrado alcalde de Torrevieja Vicente García ofreció, en los salones de la `Sociedad Cultural Casino´, un vino de honor a toda la `Colonia Sueca´, instalada en el complejo turístico local `Lomas del Mar´. Al acto, además de los homenajeados que habitualmente residían en la localidad y de los invitados al cumpleaños de Philip Henrikson, asistieron todas las autoridades locales.
Aquello fue una puesta de largo para el incipiente turismo internacional nórdico. En palabras de nuestro amigo y añorado periodista Paco Atienza, en unas de sus crónicas, relatando aquella celebración, en 1966, escribió: “Para Torrevieja, Suecia, al entrar en al salón principal del Casino, representaba y suponía la entrada de Torrevieja en el gran turismo universal. Es decir, que al entrar ellos, no eran ellos quienes entraban, sino nosotros” –refiriéndose a España y a la entrada de los españoles en Europa.
Además de la ‘discreta’ connotación socio-política en las palabras de Atienza, fue también aquel día el derrumbamiento de aquella ‘leyenda negra’ que existía en Torrevieja sobre las gentes del norte de Europa: “Brutotes y animalotes que se embriagaban y armaban trifulcas de los marineros chanes en cada arribadan de un barco de aquella nacionalidad en nuestra la bahía”.
Se recibían a los suecos –cuando llegaban en grupos- con espectáculos folclóricos, flamenco a todo trapo, guitarreo y zapateao, trajes regionales y locales, faralaes, vino en porrón, pandereta, maracas y jamón: las autoridades de entonces sacaban todo su espíritu folclórico para hacer valer el gran eslogan de la época al que ya me he referido antes: “ESPAÑA ES DIFERENTE” – “SPAIN IS DIFFERENT”.
Pero curiosamente, el turismo contribuyó a hacer que España dejara de ser diferente. Las gentes rubias y de piel blanquecina que venían a bañarse a nuestras playas ardientes, trajeron aires de Europa, ayudaron a que comprendiésemos que la democracia era un buen sistema de gobierno para los pueblos.
Hasta entonces, en aquella Torrevieja, el único turista internacional que había arribado a sus costas era el francés, muchos `pied noir´, descendientes de aquellos españoles que a finales del siglo XIX y principios del XX se asentaron en la colonia francesa de Argelia, país que fueron abandonando durante el tiempo que duró la contienda comenzada en 1954, consiguiendo la independencia del país en marzo de 1962, estableciéndose la mayoría aquellos colonos en Marsella, y eligiendo Torrevieja y el resto de la costa alicantina como lugar de veraneo.
La colonia de los suecos era diferente, habiendo un acoplamiento perfecto entre las gentes del lugar y aquellos visitantes. Los primeros turistas suecos cambiaron a Torrevieja, y no sólo para enriquecerla, sino porque convirtieron a nuestra pequeña población pescadora y salinera en una importante ciudad, introduciendo costumbres más mundanas, así como culturas y modos de vida ajenos hasta entonces a todos nosotros.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 25 de julio de 2015