POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En vísperas del Día del Trabajo partí de Luanco, barrio del Oviedín del alma, desde Santa María, todo atrio y soportal, al muelle del Gallo y al espigón de Punta Castillo, seguí la senda costera a Punta del Caballo y Punta de la Vaca, observatorio de pardelas, alcatraces y espíritus santos; la cala Nera, la de Moniello, mina de ocle, punta Palleya, Pozo del Aguión y la magnífica ensenada de Bañugues donde se zambullen hasta los xatos; piscifactoría natural que explotaron los romanos, antes los celtas, los iberos, los ástures y antes San Pito Pato, cuando las aguas del Llantada, que ahí desemboca, eran menos sospechosas. Cerré la circular por Balbín, calle Cruz, Mariano Suárez Pola (empresario del salazón), San Juan (hijo de Zebedeo), el Mirador de Pilatos y el Guernica, caladero de percebes, sanmartinos y tartas de manzana, donde probé Casal de Armán, Ribeiro de aroma de hinojo, acidez integrada y un final largo, que se me hizo corto.
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