POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
La Región de Murcia es, desde siempre, lugar idóneo para disfrutar de espectáculos nocturnos en el cielo. Y si nos remontamos en el tiempo encontraremos varios ejemplos. Concretamente al 26 de diciembre del año 1792, a finales del siglo XVIII. Antonio Botías, cronista actual de la ciudad de Murcia, nos habla de un hecho que tenemos constatado en las excavaciones arqueológicas de nuestra Región desde hace miles de años. Ese día, justo después de Navidad, miles de ciudadanos de la Región pudieron avistar una gran bola de fuego que recorría el cielo a gran velocidad. La crónica del suceso fue publicada en El Correo Literario de Murcia, en donde se decía que de esa luz salía a su vez bastantes luces densas e iluminadas por alguno de sus bordes, siendo «más raras y resplandecientes y todas ellas formaban con el horizonte unos segmentos de círculos inmensos». Fue visible durante 50 minutos.
Estos fenómenos se encuentran documentados desde la antigüedad en los restos hallados en yacimientos de la región como La Bastida de Totana, La Almodoya, Los Nietos, entre otros, en donde se han podido recuperar elementos realizados con el material de estos meteoritos, con gran contenido en níquel, y que nuestros ancestros les otorgaban cualidades mágico -milagrosas, pues aparecen en contextos de ofrendas y necrópolis. Es lógico, ya que no hemos de olvidar que eran considerados objetos que los dioses les mandaban para ayudar al poblado bien en este mundo o en el más allá.
Siguiendo con los avistamientos en nuestra región hemos documentado uno en concreto que tuvo bastante impacto en los medios de comunicación y en el que cuatro jóvenes eran los protagonistas de esta historia. En julio de 1979 estos amigos estaban buscando nidos de tórtolas en Sangonera la Verde cuando, de repente, se ven sorprendidos por un extraño artefacto que estaba ubicado encima de sus cabezas. Eran pasadas las doce de la noche y se dieron cuenta porque emanaba unas potentes luces blancas y amarillas. Cobijados bajo un pino escuchan unos pasos detrás suya y cuando se dan la vuelta descubren que es un ser humanoide de más de dos metros de altura con una especie de gabardina. A duras penas pudieron llegar al bar del pueblo en donde algunas de las personas que allí se encontraban decidieron ir a ver qué era esa cosa que los chavales estaban describiendo, mientras que otro grupo se quedó en la taberna. Estos últimos mencionaron que poco tiempo después pudieron ver que «una cosa, lo que fuera, que despegaba de encima del monte», versión corroborada por un pastor de la zona. En el cerro es cierto que había pisadas pero nadie supo nunca identificar de qué eran.
También en 1979 vecinos de Moratalla describieron un supuesto ovni, de «luces rojas y equipado con antenas, unas tres veces más grande que un autobús. Desapareció en la perpendicular de Sangonera». De otro lado , hasta 14 vecinos de La Alberca un nuevo objeto «como una naranja, que bajaba de color y volvía a engrandecerse».
Algún testigo hablaba de la imposibilidad de que fuera una estrella o un planeta: «Estoy acostumbrado a mirar a Venus y aquello no lo era. Además, el cielo estaba despejado y, de repente, desapareció».