POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El topónimo de “Campo de Ulea”, se corresponde históricamente con una llanura que se extiende desde “El Puerto de la Losilla” y “Blanca”, por el norte; el aeródromo de Campotéjar, Molina y Archena, por el sur; estribaciones de la Sierra de la Pila, que le separa de Fortuna, al este y el Tinajón, Cabezo de la Mina y Cuesta Blanca, por el oeste.
Desde tiempo inmemorial, se han hecho valoraciones ficticias de terrenos, calidad de sus productos, enclave de los asentamientos, riqueza del subsuelo, posibilidades de mejoras, comunicaciones, hallazgos arqueológicos. Todo ello estaba encaminado a supervalorar cuanto se podía vender; con ánimo de lucro. Sin lugar a dudas, se falseaban, más bien se adulteraban los datos y, en vez de historia, se estaba haciendo leyenda, con la picaresca mercantilista como entramado.
Sin embargo, tras laboriosas búsquedas históricas, nos encontramos con relatos legendarios que se han mantenido en el tiempo y, dan realce de pervivencia en el ámbito rural del denominado “Campo de Ulea”. Como la historia y leyenda viene entramada a través de las generaciones, como bienes únicos, propios y singulares en los que tienen gran importancia las creencias, las peculiaridades de las mismas las hacen que sean aceptadas o rechazadas ambas con recelo, todo lo cual hace que prevalezcan los primeros testimonios ya muy lejanos en el tiempo, al constituir por sí solos, el meollo de la memoria histórica que le mantiene viva.
Las leyendas, a veces, narran hechos de gran calado histórico, o bien son transmitidos boca a boca por los nativos del lugar. Sin darnos cuenta, se nos van transmitiendo hechos de dimensiones importantes, a nivel histórico, o bien de tradiciones legendarias que con el paso de los años, van siendo recogidos en textos, en los que son recopilados como meras anécdotas y que, a su vez, también adquirieron la categoría de solemnidad.
La imaginación creadora, relaciona imágenes por medio de la memoria y transmite los pasajes como mitos: relatos hilvanados que son elementos de pervivencia de cuanto fue atesorado en la antigüedad.
Pues bien, dicha llanura del “Campo de Ulea”, durante bastantes siglos, estaba conformada por un conjunto de eriales de secano en la que predominaba la aridez de sus terrenos y la pobreza extrema de sus habitantes. Todo, o casi todo, quedaba a expensas de las aguas de lluvia y, en estas latitudes era muy escasa.
La historia del “Campo de Ulea”, data de la época de dominación árabe. Tras la reconquista de estos territorios, a finales del siglo XIII, ante la avalancha de mercaderes castellanos y aragoneses, una vez cruzada la aduana de la Torre del Puerto de la Losilla, se vieron obligados a acampar con el fin de descansar y abrevar a las caballerías. Se dispersaron en pequeños grupos, generalmente familias y formaron asentamientos con un montante entre 15 y 20 personas; cada una.
Estos núcleos de población, por distintos motivos, recibieron los nombres de Lugares: de Cuesta Blanca; de D. Diego; de Venta Puñales (la versión de la actual Venta Puñales parece tener distinto origen); de D. Miguel. Cuando esos Lugares tenían rango solariego; de linajes de rancio abolengo, recibieron el nombre de Señorío: el más importante El Señorío de los Rueda del Tinajón.
Torres Fontes, basandose en unos estudios de Madoz en el siglo XIX, llegó a la conclusión de que el campo de nuestra localidad estaba poblado por unos 45 caseríos que en su mayoría muy diseminados. Así, el censo de casas del campo a mediados del siglo XIX, era el siguiente: – Alto de la Cuesta 2. – Guardas camineros 2.- Cuesta Blanca 6. – Ficaira 6. – Milanés 1. – Pelegrines 6. – Venta Puñales 6. – El Tinajón 2.
Hay que resaltar que esas viviendas del campo, en más del 50 por ciento eran cuevas. De todos ellos, en el siglo XIII, los lugares de: Cuesta Blanca, Ficaira, El Milanés, Los Pelegrines y el Tinajón: tenían 15 o más casas habitadas, cada uno.
El este llamado Campo de Ulea, además de ostentar el honroso cargo de vigía en la aduana del Puerto de la Losilla, por orden del rey D. Juan II, en el año 1421, albergó un pequeño pantano, se diseñó posteriormente el Canal de Rotas; como alternativa para regar los eriales de varios campos, entre ellos el de nuestro pueblo; se construyeron 7 almazaras de oliva aceitera y dos bodegas para transformar en vino las uvas de sus campos.
Además, hasta principio del siglo XX se extrajo de su subsuelo gran cantidad de mineral de hierro y plomo, de las más de 20 minas que permanecen enterradas, a escasa distancia de la superficie del terreno.