POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
En la cercanía, bajo el reposo, los almendros cantan de gozo porque presienten la llegada de su íntima primavera particular. Pronto se colocarán sus prendas vistiéndose de blanco. Rompe la luz ganándole tiempo a la noche. Pespuntea el frío de la mañana empujando las yemas y los brotes que se ejercitan en su gestación ante el parto que esperan. Lo hacen calladamente, sin molestar, sin quejarse. La luz produce latidos para que lo concebido se ponga en marcha y abandone dentro de poco la placenta.
En unas semanas, se abrirá de par en par el canto que anunció Miguel, el poeta oriolano que iba del corazón a sus asuntos, por los altos andamios de las flores. El campo ya pide, pregona, desde el ropero de estos días de enero, labores y faenas. La vida, en el principio, fue la luz. Los minutos de luz, cada día, en este tiempo, con estos fríos le van ganando a la noche. Luz ancha, honda y entera que avanza en la cuesta del primer mes del año, la de enero. Un segundo puede ser el origen de los sueños. Un segundo es todo y nada
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