POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

Su origen -en el año 1938- está plagado de anécdotas.

En el año 1938 la Guerra Civil Española aún no había terminado, aunque el periodo de quince meses en el que Asturias fue teatro de operaciones de la misma había concluido en octubre de 1937.

Los efectos de la guerra en Arriondas eran evidentes, con edificios civiles y religiosos destruidos y hasta el que había sido alcalde de la villa y miembro de la Comisión Gestora -dispuesta por el Frente Popular-, don Lino Álvarez Vázquez, de 42 años, había sido condenado a pena de muerte en enero y fusilado el día 3 de marzo de 1938.

Eran numerosas las ferias de ganado que tenían lugar en pueblos y villas asturianos como una atracción más de los festejos locales.

Fue entonces cuando el Presidente de la Diputación y el Jefe de los Servicios de Agricultura y Ganadería propusieron la reducción de estos certámenes a sólo cuatro: Centro, Oriente, Occidente y Suroeste.

Así se eligieron como cabezas de los mismos a Avilés, Arriondas, Luarca y Tineo, respectivamente.

La situación estratégica y de buenas comunicaciones fue decisiva en el caso de Arriondas, (por algo la escritora Dolores Medio la llamó “la bien situada”).

Parres fue zona de producción de ganado suizo al concedérsele el régimen de Parada Protegida con varios sementales de esa raza. Se encargó de la organización del certamen don José Ramón Blanco Mier por su cargo de Delegado Local de Sindicatos, el cual tuvo el apoyo incondicional de la comisión nombrada al efecto e integrada por José y Francisco Labra, José Luis y Juan Antonio Quesada, Servando Peña, Manuel Piney, Tomás Cueto, José Cayarga, Enrique Cepa, Emilio Poo, Manuel de Mesariegos y otros. Todos ellos trabajaron divididos en secciones.

Tanto las subvenciones de la Diputación como la del Ayuntamiento de Parres eran insuficientes para el rango que pretendían dar al primer certamen, por lo que -a propuesta de don Pancho Fernández (de Cofiño)- no se les ocurrió otra cosa que desplazarse a Burgos, donde estaba el Gobierno de forma provisional hasta que la guerra concluyese.

Cuatro de ellos, junto con el alcalde José González Díaz (Pepe Tereñes) -para darle más carácter oficial a la comitiva- tomaron un taxi en Arriondas en la seguridad de que los recibiría Mario Peña, uno de los altos cargos de dicho Gobierno y amigo fraternal -según él- de Pilar Primo de Rivera.

Mario era hermano de Servando Peña, uno de los comisionados parragueses; pero su ilusión se vio truncada cuando, al llegar a Burgos, se enteraron de que Mario estaba en una comisión de servicio en Andalucía.

Al grupo de audaces parragueses no les faltó coraje para solicitar audiencia directamente al Ministro de Agricultura y Ganadería, el falangista Raimundo Fernández Cuesta, recién llegado al ministerio de aquel primer gobierno de la dictadura.

Los remitió al Director General de Ganadería.

Como es de imaginar -al llegar con la credencial del ministro- fueron bien atendidos y éste les dio un libramiento de cinco mil pesetas, una cantidad que -para aquellos años- era muchísimo más generosa de lo que podían haber imaginado. Sólo se les puso la condición de que los premios deberían justificarse con un informe posterior del Jefe Provincial de Ganadería de Asturias.

Tras aquel inesperado éxito buscaron alojamiento y sólo lo hallaron en el lujoso hotel Condestable. A ellos les parecía que sus atuendos no estaban demasiado en consonancia con un establecimiento tan refinado y, al entrar en el comedor un tanto cohibidos, hallaron al taxista que los había llevado desde Arriondas sentado ante una mesa del comedor, mientras en otras mesas se encontraban el embajador de Italia, un arzobispo con sus familiares, así como varios generales.

El camarero se dirigió al taxista muy educadamente y le dijo: “Señor, a los mecánicos se les sirve en otro comedor”. No se echó atrás el taxista cuando -en tono bastante enérgico- le respondió: “A mí me sirve usted aquí, y tráigame una de tinto”. No hubo más palabras y allí fue atendido.

De regreso a Asturias los subcomisionados recorrieron los doce concejos que podían enviar sus ganaderías a Arriondas, desde Aller hasta Colombres.

La Diputación puso al servicio de la organización doce camiones para recoger y devolver a sus pueblos de origen a todo el ganado que no pudo llegar por tren. Para la recepción y estabulación del ganado prepararon todas las cuadras de la villa y de sus alrededores.

Aquel 18 de julio de 1938 llegaron a la villa representantes de todos esos concejos, en algunos casos con sus primeras autoridades a la cabeza. Se hizo notar la alcaldesa de Campo de Caso, una de las poquísimas mujeres alcaldesas en la España de aquellos primeros años del franquismo; destacó entre muchos de los invitados por acudir tocada con la boina roja y rodeada de un grupo de falangistas que más bien parecían sus guardias de corps.

No faltaron el Gobernador Civil, el Presidente de la Diputación, el Jefe Provincial de Falange, el Delegado Provincial de Sindicatos y otras autoridades del momento.

El campo donde se ubicaba el primer concurso-exposición estaba dividido en tres zonas, según las razas: casina, holandesa y suiza, y -dentro de cada raza- por secciones: toros, novillos y becerros, siguiendo el mismo orden para las vacas. Hacían las veces de “acomodadores” chavales voluntarios de aquellos años como eran Enrique y Benito García, Pepe Cayarga, Manolo Feliz, Cipriano Longo o Julio Miyares.

Supervisaba el certamen el veterinario municipal parragués don Jesús Robles, el cual hizo las veces de secretario de la comisión organizadora.

El jurado calificador estaba formado por técnicos especialistas en ganadería enviados por aquellos organismos provinciales relacionados con la misma, así como por veterinarios y ganaderos cualificados de diversos concejos. Hecha la oportuna selección se encontraron con que -en estricta justicia- todos los premios le deberían corresponder a la ganadería de la Marquesa de Argüelles, pues ningún ejemplar de otros expositores alcanzaba la calidad de los de esta señora. Una cuestión que se debía resolver con

prudencia, puesto que darle todos los premios a la ganadería de la marquesa era lo justo, pero quedaría anulado el estímulo de muchos ganaderos para asistir a futuros concursos.

Sometida la cuestión a las autoridades provinciales que se hallaban presentes decidieron que a la señora marquesa se le entregase un Diploma de Honor, reconociéndole un mérito extraordinario por su notable aportación a la mejora de la ganadería asturiana, y que los premios en metálico se concediesen a otros ganaderos que lo mereciesen. Parece ser que esta salomónica decisión complació a la marquesa pero no así a Rufo, el encargado de su ganadería, que juró no volver al certamen de Arriondas y así lo cumplió durante algunos años, hasta que volvió a vérsele con un inmejorable lote de raza holandesa procedente de la ganadería del magnífico Palacio de Espriella, señorial residencia que había sido levantada en Villahormes a comienzos del siglo XVII por orden de Domingo Llanes Espriella, canónigo de la catedral de Astorga e inquisidor del Reino de Sicilia. En este palacio había nacido el marqués consorte de María Josefa Argüelles Díaz.

Dos décadas después de este certamen, el encargado de la organización don José Ramón Blanco Mier recordaba todos estos avatares que vivió en persona -tanto en Arriondas como en Burgos- y los dejaba plasmados por escrito, añadiendo que así lo hacía “para conocimiento de las nuevas generaciones”.

De modo que este cronista se limita a cumplir su deseo.

El sábado, día 15 de julio, Arriondas acoge un nuevo concurso-exposición de ganados del Oriente de Asturias, en esta ocasión en su edición número LXXIX, puesto que en los 85 años de vida del mismo tuvo seis breves interrupciones temporales por pequeños avatares o por la reciente pandemia.