MACEO, UN ENAMORADO DE LA HISTORIA DE DE MI PUEBLO
Ago 02 2018

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Benito López Garro, Maceo.

Él había tomado la decisión de vivir, tras su jubilación, en su pueblo natal: Ulea. Al fallecer su mujer, como los hijos trabajaban fuera optó por vivir solo, el tramo final de su existencia. Hago mención de Benito López Garro, alias «Maceo.

Dada la afinidad que ambos teníamos sobre la querencia de nuestro pueblo, tras nombrarme Cronista Oficial de Ulea, nos veíamos todos los miércoles en el Centro de Mayores y, tomando un café que nos servía con amabilidad Antonia Monreal nos informábamos mutuamente de la historia de nuestro pueblo y sus vicisitudes.

En realidad, Maceo, siendo un enamorado de nuestro pueblo y gozando de una memoria prodigiosa; era quien me recordaba pasajes de la historia que yo desconocía. Sí, Maceo había cruzado el umbral de los 80 años y se sentía rejuvenecer cuando relatábamos efemérides locales. Solamente tenía 12 años más pero, para mí, era un gran maestro y yo un parvulillo.

Allí acudíamos con novedades qué, tras ser contrastadas, nos intercambiábamos. Tras el archivo de documentos, él quedaba en el Centro de Mayores repasando todo el material que le había suministrado y yo me marchaba a seguir con las tareas de Cronista Oficial

Eras, Maceo, un gran observador y, como tu oficio de transportista con camiones, te hacía recorrer los lugares más recónditos, de ellos guardabas pequeñas historias, plasmadas en periódicos de la época y, cuando regresabas al pueblo, los consultabas con los hermanos Paco y Julián Tomás Valiente; tus dos grandes valedores culturales a la sazón corresponsales del diario «La Verdad de Murcia»

Esos recortes de periódicos los guardabas como oro en paño, en los cajones de tu mesita. Como eran personas avezadas en el periodismo de investigación cultural, a ambos, se les daba toda la credibilidad. Estos tesoros escritos, los sacaste de los cajones olvidados y me los bajaste al Centro de Mayores y los confrontábamos con los datos que yo había obtenido en Archivos, bibliotecas y hemerotecas. Tus escritos tenían un gran valor histórico del pueblo y, junto a los que te iba dando, volviste a guardarlos en el mismo cajón.

Al ostentar, Maceo, el cargo de Presidente del Hogar de Pensionistas local, confeccionamos varias charlas en dicho centro, en las que tratábamos sobre la riqueza histórica municipal. Los años, que no pasan en balde, iban deteriorando tu salud pero, en el tinglado cultural que nos habíamos metido, te mostrabas tan participativo, que parecías haber rejuvenecido varios años.

Maceo que irradiaba alegría y vitalidad y se emocionaba cuando relataba las historias que estaban repletas de humanidad. A veces, estando en el estrado junto a él, le sorprendí emocionado cuando las evocaba y le escuchaba con atención y, en silencio. A veces agachaba la cabeza, avergonzado.

Nuestro Maceo, un gran humanista y mejor comunicador, me hacía recordar al erudito Joaquín S. Lavado Tejón » El Gran Quino»; un tímido profesional parco en palabras quién, en sus cuadros reflejaba la miseria humana, los despropósitos de quienes ostentan parcelas de poder así como la incoherencia de las religiones; pero, sobre todo, las perspectivas de la senectud y la realidad de la muerte.

El gran Quino, dibuja en sus cuadros la realidad de la vida con sus propias herramientas. Por tal motivo, «Quino» fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias del año 2014.

Sin lugar a dudas, Maceo era un gran comunicador y, cuando nos reuníamos, sus primeras palabras eran: Joaquín ¿Has escrito algo nuevo? Le miraba, le sonreía y, mientras le sacaba nuevos artículos y recortes de periódicos, le brillaban los ojos y esbozaba una sonrisa.

Ya, rondando los 85 años, su organismo comenzó a deteriorarse de forma manifiesta y, en nuestros momentos de charla, predominaba la nostalgia y la soledad. Evocaba con frecuencia la pérdida de seres queridos y, al ir perdiendo energías de forma progresiva, le asomaba el fantasma del punto final.

A pesar de todo, salvo sus estancias hospitalarias, nuestros encuentros semanales se seguían produciendo y, aunque bajabas acompañado, nuestras charlas te hacían recuperar era memoria prodigiosa y, sobre todo, «El Interés por las cosas del pueblo»

En el tramo final de su vida le acompañé con frecuencia y, aunque los reductos en los que se movía eran cada vez mas limitados, «Maceo Pregonaba las bondades de nuestro pueblo»

Sin lugar a dudas, «Maceo fue un gran Cronista»; del que aprendí facetas que desconocía.

 

 

 

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