“MADERA Y GANCHEROS DE CHELVA”
Ago 29 2007

CONFERENCIA PRONUNCIADA EL PASADO DÍA 26 DE AGOSTO POR EL CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO Y VILLA DE ARANJUEZ, JOSÉ LUIS LINDO MARTÍNEZ, EN CHELVA (VALENCIA)

chelva

Hoy, es un placer estar en tierra de curtidos y sabios gancheros, Chelva. Es el oficio ya extinguido de la Maera o Maderada, un punto de referencia para tres ciudades que se unen en la historia: Cuenca, Valencia y Aranjuez. La primera de estas ciudades, porque además de los gancheros de Priego (Cuenca), que también tuvieron buena fama, y hacheros de renombre de poblaciones de pueblos conquenses, dio la posibilidad de abastecer a infinidad de pueblos de la madera que albergaban sus inmensos pinares, como ejemplo: Sierra de Molina. La segunda, poblaciones valencianas como Chelva, porque dentro de su censo se contenía el mayor, más curtido y dicen las fuentes históricas, que el ejercito más sabio de gancheros con mejor tarjeta de presentación y, todo ello, por haberse fajado en un río nada fácil para la navegación de la Maera como era el río Júcar. Y por último un Real Sitio, lugar de privilegio de la Orden Maestral de Santiago desde el siglo XIVXV y a partir del siglo XVI de la Corona, me refiero al Real Sitio de Aranjuez.

La Corona fue desde el siglo XVI hasta el XIX el mayor comprador de la preciada madera de los pinares en el Alto Tajo, en Sierra de Molina, para levantar sus posesiones. Y a partir de 1834 se sigue esta actividad maderera con la instalación de los primeros industriales, hasta la conclusión de la Maderada que llega a Aranjuez en 1936, coincidiendo con la llegada de la Guerra Civil.

Hoy, aquí en Chelva, y tras casi tres largos e intensos años de estudio de este episodio universal, novelado por algunos, y tratado sin el rigor y respeto que se merece este episodio por otros, abordamos diferentes aspectos que nos acercaran a un verdadero episodio de lo que se denomina Memoria Histórica, un episodio que trata sobre la etnografía y arquitectura industrial de la que este pueblo es una parte importante en la historia de España: los gancheros y la maderada. Y dentro de su contexto, personajes y oficios que lo componen, como son: hacheros, porteadores o carreteros, hateros, guisanderos, industriales madereros, etcétera.

La maderada es una designación que queda como testimonio en Cédulas Reales de la Corona. Pero también está presente en otros documentos y artículos, así como en la memoria de los ancianos. Asimismo se le conoce como pinada y flotación, embarque y conducción, a ella se añaden otros nombres en una intrínseca terminología que los relacionados en este oficio sabían interpretar.

La madera fue la materia prima fundamental para la economía de las poblaciones serranas en tiempos pasados. Y ayer, como hoy, la maderada, despierta el interés no sólo de los mayores sino de la gente joven cuando observan por primera vez una foto de épocas pasadas.

Conviene hacernos eco y recoger brevemente la protección y tipología de los pinos que habitan en diferentes Comunidades o Provincias en su estado actual en la sierra, bien sean en Guadalajara, Jaén, Valencia o Cuenca, que es la referencia de la bajada de madera, bien por el Tajo o Júcar. Unos datos que al día de hoy nos aportan el alto valor ecológico para el sistema de la vida y que son especies que en algunos casos alcanzan más de quinientos años de vida. Son especies en vías de extinción por la mano del hombre, pero toda una leyenda en las diferentes sierras agrestes.

Sobre la calidad y nombre de los pinos, aunque hemos referido al comienzo que en la Sierra de Cuenca la madera de los pinos son el negral o laricio, apuntar que en el mundo existen unas cien especies diferentes, en la península ibérica podemos encontrar seis especies de forma natural: el pino piñonero, el pino carrasco, el pino silvestre, el pino rodeno, el pino negro y el pino de alta montaña.

Dentro de los pinos de nuestro país, las especies más longevas son el pino negro, el pino de alta montaña, el pino canario y el pino silvestre, que pueden superar los mil años de edad. Por el contrario, el pino carrasco, el pino rodeno y el pino piñonero son especies que viven, por lo general, entre doscientos y quinientos años.

Es parte de este estudio la situación geográfica donde tiene origen la maderada, nos referimos al Alto Tajo. En este sentido, desde hace años se mantiene una especie de “pulso” entre dos provincias españolas de una misma Comunidad Autónoma, Cuenca y Guadalajara, por acaparar esa “titularidad” del Alto Tajo. Esta supuesta problemática no existe si analizamos las divisiones provinciales antes de 1833, en tiempos de la Reina Isabel II, es ahí donde se deshace cualquier posible confusión a éste respecto geográfico de ubicación del Alto Tajo, encontrando la división de Cuenca y Guadalajara a ambos lados del río Tajo.

Sobre las leyes proteccionistas de la monarquía reinante a los pinares desde hace siglos, encontramos como a la muerte de Carlos V, su hijo Felipe II con la llegada al trono ya comienza a fijar su posición en los bosques de Cuenca para que la rica madera de los pinares sean la base fundamental de sus Reales Casas, como por ejemplo, su Real Casa en Aranjuez. Pero aunque se da cuenta de una visión sesgada de la realidad en cuanto al proteccionismo de los pinares conquenses por parte de éste monarca, comprobamos como ya en su mandato, concretamente en 1572 establece mediante una Cédula Real una ley proteccionista para cuidar que no se lleve a efecto la deforestación de los pinares conquenses. Este hecho, junto al reinado en el siglo XVIII de Carlos III, que promovió la protección y repoblación de los bosques, fueron escasos ejemplos que se pueden encontrar sobre este episodio de protección contra la peligrosa deforestación. Y ya en el siglo XX, tras la conclusión de la Guerra Civil encontramos un proceso de repoblación muy reseñable.

Pero si importante es la madera, no lo es menos una buena conducción de maderada que se tenía que llevar a cabo por hombres expertos, valerosos y desafiantes. Una partida de gancheros diestros en el manejo del bichero en lo alto del rollo o tablón y que se habían hecho acreedores del respeto y la admiración de los pueblos al paso de la maderada: la ganchería.

Estampa laboral que sucedía año tras año, ya extinguida en la década de los años cuarenta del siglo XX. Desde hace unos pocos años atrás se pone en escena a modo de remembranza en algunos lugares del origen del inicio de la maderada, como son en Cañizares (Cuenca) o en pueblos de Guadalajara. En este estudio trataremos de realizar un acercamiento a las duras formas de vida de aquellos navegantes del río o pastores de palos; así como la infraestructura que organizaban de inicio en su partida para sobrevivir durante cuatro o cinco meses fuera de sus hogares, sorteando toda clase de adversidades, privaciones o calamidades.

En este trabajo que llevamos a cabo, se recoge, como ya dijimos, la adquisición de madera conquense para la edificios de la Corona en los siglos del XVI al XIX en el Real Sitio y Villa de Aranjuez, pero lo que no hacemos es un seguimiento exhaustivo de cada de una de las peticiones o expedientes, pues entendemos que sería muy tedioso para el lector. Lo que tenemos en cuenta son ciertos edificios emblemáticos levantados mediante órdenes del monarca y, en ciertos casos, el volumen de la madera, las vicisitudes o peculiaridades que ofrecen los datos sobre diferentes momentos históricos, ya sea en la misma sierra o por las conducciones llevadas a cabo por los gancheros.

También abordamos la importancia del río Tajo y sus afluentes Guadiela, Escábas, Cuervo y Trabaque y Hoz Seca. Año tras año, la maderada del Tajo se convertía casi en un rito sagrado surtiendo, desde los pinares de Cuenca, al Real Sitio, de aquellos formidables troncos de madera serrana de pino laricio, negral o salgareño. La grandeza de un río que fue en otros tiempos un referente hidrológico e histórico, pues si fallaron los intentos para hacerle navegable. Pero también nos referiremos a otros ríos de España, por ejemplo el Júcar, pues la bajada de la maderada o maera por éste curso hidrológico, se convertía, en diferentes tramos de su recorrido, de una grandeza tremenda la conducción de la maera por la dificultad que entrañaba por inmensos cortados y quebradas, cañones, cortados, terreno penoso, agreste, angosto y áspero, sin posibilidad de pisar tierra firme en bastantes kilómetros. Los cursos de los ríos han sido desde antiguo, las autopistas para el hombre en el transporte diario de mercancías de todo tipo.

En este sentido, el de las conducciones por los ríos, y sin que sirva para desmerecer a los pastores de palos de diversas provincias españolas, debemos de analizar, por ejemplo, que existen versiones que ante los gancheros de Priego, se tenía más valoración por los de Chelva, pues las conducciones de palos por ríos como el Júcar, era bastante más arriesgada, que conducir la maderada o la maera por el río Tajo, fundamentándose esta valoración en la dura orografía fluvial del Júcar. Quedan en las páginas de la historia, ya sean de la Corona o de las fuentes bibliográficas la ingente legión de gancheros de Chelva que año a año se trasladaban a la Sierra conquense para conducir maderadas que a veces podían ir desde 600 a 10.000 palos. Como ejemplo de la magnitud de las vigas que tenían que conducir sorteando adversidades por los ríos, tenemos el dato de que a comienzos del siglo XVIII, para las caballerizas y cocheras de la Corona, el Maestro Mayor de Obras de la Corona en Aranjuez comunicaba al Rey que se habían empleado piezas muy hermosas de madera, teniendo una longitud superior a 350 pies de largo. Cerca de doce metros.

Fueron aquellos, hombres curtidos que no se arredraban fácilmente ante situaciones muy duras y adversas. En cualquier caso, aquellos hombres vivieron años en esta profesión más que de espectacularidad, por lo que pudiera comportar el equilibrio en lo alto del palo, fue por la dureza en la faena en el río, y en su haber la de una vida nómada por lo que comporta la privación de no tener las condiciones idóneas del hogar. Y a la conclusión de las maderadas, retornar a sus respectivos pueblos para seguir trabajando en diferentes oficios o labores del campo.

Pero este trabajo quedaría huérfano de historia sino contásemos con las fuentes orales de los últimos gancheros. Para esta investigación tuvimos la gran fortuna de contar con hombres que vivieron los estertores de éste oficio siendo muy jóvenes; nos aportaron una riqueza testimonial impagable por cuanto la edad ya marca inexorablemente la memoria, llevándoles en algunos casos, a momentos de lagunas en sus recuerdos. De ahí que sea generoso el esfuerzo que hicieron para ayudarnos a reconstruir esta importante parte de nuestra historia.

A través de las fuentes orales posibles que hemos estudiado, ya fuesen de Priego en Cuenca o de Chelva en Valencia, cunas del ganchero, hemos recogido los testimonios bien en primera persona o bien a través de familiares. Pormenores diarios de otros tiempos vividos que junto a la búsqueda documental, nos conduzca a forjar un libro sobre la vida de la maderada y el ganchero; es decir, se intenta traducir este estudio en el logro de conseguir el testimonio de primera magnitud vivido al cabo del río, lo que podríamos denominar: “el libro de oro o misal de la ganchería”.

Otro aspecto de indudable importancia que marca este estudio son los industriales madereros instalados en Aranjuez a partir del siglo XIX, es una parte interesantísima que abordamos en este trabajo, pues, como se sabe, contrataban los servicios de los gancheros para conducir las maderadas hasta sus destinos, y sin madereros, evidentemente no había maderada. Y llegado el comienzo de los años cuarenta del siglo XX, cesa la actividad del ganchero contratado por los industriales para dar paso a las conducciones de la madera por medio de camiones y ferrocarril.

Sobre los industriales que encontramos como referencia en este trabajo con más incidencia en la maderada, entre otros, localizamos a dos: Juan Correcher Pardo, que además de ser un importante industrial maderero en el territorio nacional con tres fábricas en Cuenca, Aranjuez y Madrid, fue Senador electo por la provincia de Cuenca en la legislatura 1896-1898. Y, el segundo industrial nos lleva a la figura del industrial de origen vasco, Horacio Echevarrieta.

Dentro de las conversaciones que se han mantenido para alcanzar a comprender minimamente la vida de la industria maderera, localizamos a dos personas claves, por un lado a Consuelo Martínez-Correcher y Gil, descendiente de tres sagas de madereros: los Pardo, Correcher, y los Martínez, que son de Chelva (Valencia). Su bisabuelo fue Juan Correcher y Pardo natural de Cofrentes y su mujer Dolores Pardo Pérez, que a la sazón eran primos hermanos. Su otro bisabuelo también maderero fue Joaquín Martínez Roger, natural de Chelva (Valencia).

Una de las cosas que hizo Juan Correcher, que según las fuentes históricas, tenía un gran talento, fue poner al frente de su inmenso negocio, de sus empresas, a un Correcher o a un Pardo, o sea sacaba de un pueblecito que es Cofrentes (Valencia), a todo el mundo de aquella ciudad para ponerlos al frente de su fábrica, oficina o montes, en fin, al nivel que pudiera actuar la persona, para que tuviera un medio de vida. O sea, todos sus negocios estaban plagados de Correcher. Como en la maderada, también buscaba principalmente Mayorales, Maestros de río o Gancheros para conducir la maderada. Era una forma de tener a gente de confianza al frente de sus negocios, y a la vez un sistema que tenían de favorecer a los suyos con más o menos posibilidades de talento, de fuerza o de mínima preparación; uno de aquellos elegidos de su saga fue Leopoldo Correcher y Correcher, quién llegó a ser Alcalde de Aranjuez desde 1917 al 1918, y se casó con Patrocinio Correcher, que eran primos hermanos y tuvieron muchos hijos.

Sobre la figura del otro industrial, Horacio Echevarrieta Maruri, tomó el relevo de su padre a su muerte en 1903. Fue una de las familias emergentes de la oligarquía vasca que se hizo en el mundo empresarial entre 1872 y 1900. Tuvo industria en los Altos Hornos de Vizcaya y fue además, industrial en la construcción de submarinos para la marina española. Al fallecimiento de este industrial vasco, le sucedió en el mundo empresarial su hijo Rafael Echevarrieta. Pero en lo concerniente a la industria de la maderada, debemos añadir sobre el industrial Echevarrieta, que tuvimos la enorme fortuna de conocer, a través del Cronista Oficial, hoy Alcalde de esta Villa, Jerónimo Torralba, de conocer a la vecina de Chelva María Antonia Martínez Chapa, quien fue nieta Vicente Martínez Solaz, un chelvano que estuvo al servicio de éste industrial maderero durante muchos años, teniendo a su cargo la importante misión de ser el encargado de La Tienda. Esta era el epicentro de la intendencia de la ganchería, donde día a día, de madrugada, cuando los gancheros dormitaban, los guisanderos acudían a la Tienda con las boletas de las compañas a retirar tantas raciones de comida como eran necesarias.

A través de la documentación escrita y fotográfica que nos cedió generosamente para este estudio María Antonia, nos acerca minimamente, pero no por ello menos importante, de una forma determinante a tiempos y episodios pasados para comprender lo que fue el duro oficio de la maderada. Sobre la memoria vivida por Pedro Mantilla en aquella maderada del año 1926 al 27, y que dedicó a Vicente Martínez, nos da una idea de aquellos vecinos de Chelva que dedicados a la ganchería vivían año a año. Las formas de vestir con sus esparteñas y amplias camisas o blusas, zaragüelles y esparteñas como calzado; durmiendo el suelo al calor de las hogueras en la ribera del río para secar sus empapadas ropas o en covachas y casuchas alquiladas al amo de la madera para el invierno. Comiendo en sartenes comunes lo que era un plato rutinario, judías, patatas o arroz y en algunas ocasiones las típicas gachas. Sufriendo las enfermedades comunes, sufriendo penalidades, teniendo como una fiesta el Día del Señor. Y todo por un jornal diario de dos a dos cincuenta pesetas ante una durísima jornada laboral de sol a sol. Esta era la vida del ganchero al que casi siempre le acompañaba algún jovenzuelo de la prole familiar para ir tomando buena nota de aquel idílico pero cruel y duro oficio que era el de sus mayores y que había ido sucediéndose a través de generaciones: la ganchería.

Anteriormente refería el misal, recogiendo esta acepción que utilicé como metáfora para construir el vivir de los últimos gancheros, ahora, al respecto de la religiosidad o creencias de los gancheros valencianos, especialmente de Chelva, encontramos otra referencia de antiguo en el que los gancheros en la conducción de la maderada desde Cuenca por el río Júcar, paraban en una vieja Ermita llamada de San José, alto obligatorio ante la peligrosidad que suponía encarar un desfiladero o cañón llamado del Turia de un kilómetro, muy peligroso, en el que se podía perder la vida.

Así nos lo cuenta Aureliano Lairón, Cronista Oficial de Alzira.

Está en la orilla del río junto al cañón, pero no a la salida por aquí por Chulilla, sino a la entrada. Hay que ir por el río desde el pantano de Loriguilla y en donde se acaban las orillas allí está la Ermita. A ella acudían los madereros cuando bajaban con la maderada antes de meterse por el cañón. Aquí bajaba el cura y confesaba a los madereros antes de emprender su viaje por el cañón haciendo piruetas sobre las grandes balsas de troncos que ellos empujaban con sus ganchos. Aquí se acaba el camino… Más allá solamente agua y paredes verticales hasta llegar a Chulilla.

Como también se observa en la ciudad de Alzira, que se llevó a cabo el empleo de la madera conquense para realizar una talla o imagen religiosa. El hecho fue que el día 6 de agosto de 1413 dos peregrinos visitaban la parroquia de Santa María, y repararon de la falta de una imagen tan propia como es un Cristo crucificado.

Imagen que quedaría destruida con la llegada de la pre-Guerra Civil. Al percatarse aquellos peregrinos de que el templo carecía de crucificado, manifestaron ante las autoridades civiles de la villa su disposición para tallar la imagen en uno de los troncos procedentes de Cuenca que el río había arrastrado.

Al respecto de la devoción religiosa del ganchero, y en especial el hombre de Chelva, población de la que casi la totalidad se dedicaba a la maderada siendo considerados, por su arte y pericia como los mejores de España –según se recoge en la obra del Cronista Oficial de dicha localidad, Jerónimo Torralba Rull–; quién nos da cuenta de la intensa devoción que guardaban y divulgación mariana que los chelvanos hacían de la figura de la Virgen del Remedio.

«Llegados a este punto, no podemos olvidar a unos personajes que contribuyeron enormemente a propagar la imagen y veneración de la Virgen del Remedio muy lejos de su tierra. Durante el siglo XVIII, pero sobre todo en el XIX, los madereros o gancheros de Chelva bajaron por los ríos grandes maderadas de pinos destinadas a la edificación, industria y la marina. Hicieron patrona suya a la Virgen del Remedio, cuyas estampas siempre llevaron consigo y a la que se encomendaban no sólo para que los protegiera de las amenazas propias de su arriesgado trabajo –los accidentes y las tercianas–, sino también para que les diera consuelo y les recordara su distante patria, pues además de conducir la madera por el Turia y Júcar, lo hacían también por el Tajo y otros cursos, razón por la cual pasaban muchos meses fuera de sus casas»

Chelva, según las fuentes históricas, queda en los anales de la historia de los pueblos de España como una tierra de curtidos y sabios hombres de río. Llegado el comienzo del año abandonaban sus quehaceres en el campo u otras artes, y realizaban el éxodo rutinario hasta la alta Sierra de Molina en Cuenca. Una vez allí, en los meses de febrero o marzo, con el deshielo de las altas cumbres y el crecer del caudal de los ríos, como un ejército modelo en su estructura divididos en compañas al cargo de cuadrilleros, mayorales y la voz del único mando, el Maestro de río, y teniendo como única herramienta de trabajo su varagancho o bichero, ponían en marcha la maderada rumbo hasta su destino final: Aranjuez.

A lo lago de meses la camaradería, señales propias de la ganchería a lo largo del curso de la maderada y la propia supervivencia, harán que lleguen a su punto y final con bien. Y una vez llegado al Puente Colgante de Aranjuez, serán saludos, vitoreados y aclamados con auténticos héroes por la proeza de haber sorteado todas las adversidades del curso del río hasta su destino. Aranjuez se vestía año tras año de fiesta ante la llegada de inmenso ejercito de hombres sabios, hacendosos y valerosos como era la estampa del ganchero haciendo malabarismos y equilibrios en un autentico mar de troncos de pino. Era un autentico espectáculo.

Habían merecido la pena, atrás quedaban penalidades, estrecheces y enfermedades o accidentes, habían llegado una vez más a su destino: Aranjuez.

Para cerrar esta conferencia si me gustaría realizar una reflexión en voz alta, y es que mi deseo es que no se busque en éste episodio universal, como es la madera y su transporte por las cuencas fluviales, una escena romántica o literaria, como podría valorarse por alguna trabajo literario, pues a lo largo de lo ya andado en este estudio quedan claras al menos dos cuestiones vividas desde siglos: la importancia de la madera desde cientos de años, y un oficio muy sacrificado y lleno de penurias que aún hoy no ha sido reconocido y valorado ampliamente por la historia y sus pueblos, me refiero, al ganchero.

JOSÉ LUIS LINDO MARTÍNEZ
CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO Y VILLA DE ARANJUEZ

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