POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Fueron los que tuvieron que afrontar la mayor parte de nuestros padres o abuelos –aunque muchos se han ido ya, estando el resto en “lista de espera”. Que vieron la luz en la segunda mitad de los “infelices” –para ellos– años veinte, o en la década de los treinta del siglo pasado, a cual más desdichados:
Sufriendo las secuelas de la “Crisis de Subsistencia”, emanada de la Primera Guerra Mundial (1914-18); o de la gran pandemia de Gripe de 1918 (la peor de los últimos tiempos, pues se estima que afectó a unos 500 millones de personas, falleciendo alrededor de 40 millones…), el caciquismo imperante en esa época, las repercusiones de la “Gran Depresión”, los conflictivos años de la 2ª República (oscilando entre la ilusión y el desencanto) y la cruenta y fratricida guerra incivil. La mayoría de ellos no disfrutaron de infancia, ni de adolescencia, ni…
Y, cuando el sangriento conflicto bélico finalizó, unos sufrieron la muerte, la depuración o el exilio; mientras que unos y otros tuvieron la misión de levantar un país en ruinas –los conocidos como “Años del Hambre” y del Aislamieto–, con todos los sectores productivos torpedeados –dañados en mayor o menor grado, o hundidos…–. No nos extrañe si a muchos –como fue mi caso– no nos pudieran ni amamantar…
Y esos “héroes” supervivientes fueron los grandes protagonistas del “Plan de Estabilización” (1959), los peones de los Planes de Desarrollo (a partir de 1964, pero a costa de abandonar sus hogares y emigrar a esos privilegiados lugares) o de la emigración al extranjero.
A veces, encadenando dos o más trabajos, para poder sacar adelante a su prole –se inicia el “Baby Boom”– y pagar las letras del minúsculo piso en la periferia de las urbes de ubicación.
A la vez, luchan para que sus hijos aprendan un oficio, u obtengan los estudios que ellos no pudieron cursar. El papel de la mujer no sólo era complementario, sino esencial.
Muchos olvidan que nuestros mayores fueron los verdaderos artífices de la Transición, de los Pactos de la Moncloa, de que asentáramos la Democracia.
Y, cuando al fin logran su merecida jubilación, su paupérrima pensión volverá a convertirse en el sostén que mitigue a muchas familias de la gran crisis económica que surge en el siglo XXI, acogiendo en su mesa –y a veces vivienda– a los hijos y nietos.
Así son nuestros “HÉROES”, sufriendo un final inmerecido e inhumano miles de ellos (sin poder despedirse de sus seres queridos, apilados durante una semana en una morgue mientras sus familiares intentaban localizarlos…), sobre los que se ha cebado el Covid-19. Y todo porque nuestra prepotencia, incapacidad y falta de previsión nos hace olvidar los sabios consejos que nos legaron nuestros predecesores: “Estad preparados, porque no sabréis el día ni la hora…” (S. Mateo, 24,42).
Luego, no nos extrañe que diversas Áreas de Salud no cuenten con algo tan fundamental como unas UCI adecuadas, por más que colectivos ciudadanos y las propias Corporaciones las hayan reclamado… Y, para más inri, cuando hizo acto de presencia lo que demasiados ingenuos no esperaban, la vanguardia de los sanitarios que se enfrentan a ella carecían de los medios apropiados…