POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Mañana (¡horror, terror y furor!, que decía un buen amigo mío) es «martes y 13». Día y fecha nefastos que auguran malas noticias y peores sucesos, según dicen «los que creen en agüeros, usan de supercherías y cosas supersticiosas», como definía el Catecismo del P. Astete.
Pero augurios aparte, mañana martes 13 de junio es la festividad de SAN ANTONIO DE PADUA, santo abogado en la recuperación de cosas perdidas (novios o novias incluidos), y doctor de la Iglesia proclamado en 1946 por el entonces Papa Pío XII.
Sobre San Antonio de Padua, para hacerle honor, se han escrito verdaderos disparates.
¿Recuerdan aquel cantar sobre el «milagro de los pajaritos» que cantábamos los niños (y niñas) de mi época y que comenzaba así?:
«Glorioso y DIVINO Antonio
suplícale a Dios inmenso
que por su gracia divina
alumbre mi entendimiento.
Para que mi lengua
refiera el milagro,
que en el huerto hiciste
a edad de ocho años…»
¿O el final de aquella oración en verso que se rezaba para recuperar objetos perdidos?:
«Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio DIVINO y Santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos…»
Si se fijan en esas dos estrofas se califica a San Antonio como DIVINO, adjetivo solamente aplicable a Dios.
Más aún. Otra de las oraciones dirigidas al Santo en la búsqueda de algo perdido comenzaba de este modo:
«San Antonio de Padua,
que en Padua NACISTE
y en Portugal DEPRENDISTE
letres para pedricar…»
Pues, no. San Antonio nació en Lisboa (Portugal), estudió en Coimbra (Portugal), y fue en Italia donde conoció a San Francisco de Asís, y ya franciscano, falleció en Padua en 1231 a la edad de 36 años.
Son muchos los pueblos españoles donde, para celebrar esta festividad, elaboran unas rosquillas cuyo formato recuerda la «corona» del pelo que, al afeitar la cabeza, dejaban muchos monjes en aquellos tiempos del medioevo.
Fíjense en la cabeza de la imagen de San Antonio de Padua que se venera en la Iglesia de San Nicolás, de Murcia.
¿Cómo hacer esas rosquillas?
Batan 4 yemas de huevo de gallina con unos 350-400 g de manteca de cerdo, 250 g de azúcar, 100 g de almendra molida muy fina y la harina que se precise para conseguir una masa fácil de trabajar con las manos (1 kg aproximadamente).
Moldeen las rosquillas, báñenlas con claras de huevo batidas a punto de nieve y horneen a horno medio-fuerte hasta que estén bien cocidas.