POR JOSÉ LUIS DE TOMÁS, CRONISTA OFICIAL DE MANISES (VALENCIA)
“Hay una puerta por la que puede entrar la buena y la mala fortuna, pero tú tienes la llave.” Así reza el proverbio japonés. Y esa máxima la ha seguido, desde sus años mozos, este manisero, maestro artesano ceramista y creador de nuevas corrientes en el arte cerámico.
D. Enrique Cases Cerveró nació un 23 de marzo de 1936 en la calle Cervantes, número 11, de nuestra ciudad. Su madre, Dª. Consuelo Cerveró era de Monserrat y su padre, D. Cayetano Cases, era de Manises. Tuvieron tres hijos varones.
Era en los inviernos de cuando entonces, que diría Paco Umbral, que la niñez de D. Enrique Cases comenzaba a caminar. En Manises no había maestros. Ni había maestros ni había dinero ni había nada en aquella terrible postguerra española. Y el acalde, D. José Requena Mas, disponía de muy pocos recursos para arreglar el problema de la enseñanza. A los 14 años, nuestro manisero empezó a trabajar en la fábrica de cerámica de su padre, sita en la c/. Sierpes, 4, justo frente a su actual fábrica. Pero la inquietud por el estudio y el aprendizaje de nuevas técnicas cerámicas, le mantenía despierto. Con el trabajo, empezó a alternar los primeros estudios en la Academioa Serna, que estaba en la Plaza de la Iglesia, junto al Casino, si bien se entraba por la parte trasera.
En la fábrica de su padre empezó a trabajar el barro. Su progenitor metió en el horno alguna de sus creaciones y se las enseñó a dos profesores de la Escuela de Cerámica (que entonces se hallaba en plena reconstrucción), D. Federico Gimeno Palés y D. Alfonso Blat. Ambos profesores coincidieron en dos cualidades del trabajo del joven Enrique Cases: la creatividad y la belleza. Entre los años 1950 y 1953 estudió en la Escuela de Cerámica, alcanzando en 1960 el Peritaje. Posteriormente, un viaje al Museo del Prado de Madrid, con otros compañeros de estudios, le impactó plenamente. Sus profesores le habían enseñado dibujo, pintura, modelaje en barro y otras técnicas. Y, llegados a este punto surge la pregunta de siempre: el artista, ¿nace o se hace? Vaya usted a saber, pero es innegable que existe un sustrato que alguien sembró allí.
En 1960 viajó a Europa para conocer la cerámica que se hacía en los países más punteros. Francia e Italia eran los principales países productores de cerámica artística. Su viaje duró dos meses y lo llevó a cabo en solitario y sin dominar idiomas. Pero la escapada resultó muy positiva. Trajo consigo conocimientos y varios materiales cerámicos desconocidos en nuestra ciudad. El más importante, el color bermellón, también desconocido por nuestros ceramistas, que tan sólo usaban el rojo carmín. Tras su regreso, comenzó a poner en orden sus ideas. No sólo deseaba innovar, sino llevar a cabo una cerámica más creativa y, lógicamente, de mucha más calidad.
Entre 1978 y 1980 la fábrica afamiliar llegó a tener 70 personas en nómina. Adquirieron la “Fábrica la Española” a D. Jesús José Escobar Folgado, con todo lo que tenía: trabajadores, hornos, moldes, etc. Pero andando los años, la crisis del fuel supuso la última gota que colmó el vaso, obligándoles a cerrar la empresa. El humorista explicaría las cosas de otra manera: “Una multa es un impuesto por hacer las cosas mal; un impuesto es una multa por hacer las cosas bien.”
Finalizada la década de los 80, la empresa debió adaptarse a los nuevos tiempos. Y se dividió en tres partes, poniéndose un hermano al frente de cada fábrica. Nuestro manisero rotuló su fábrica como “Cerámicas Enrique Cases”. Se especializó en el mundo de la decoración y el interiorismo, exportando su producción a diversos países de Europa y de Estados Unidos. En su última etapa, D. Enrique Cases continuó su faceta profesional como formador en AVEC (Asociación Valenciana de Empresarios de la Cerámica), compartiendo sus conocimientos y experiencias con los futuros ceramistas.
En la actualidad, ha recuperado su vida artística, dedicándose al dibujo, la pintura y el estudio de la cerámica. Es la forma de no echar en el olvido su etapa de preparación en el Universidad Politécnica y en la Escuela Superior de Cerámica de Manises.
El escritor francés, Theophile Gautier (1811-1872), dejó escrito que “todo pasa; únicamente el arte sólido posee la eternidad.” Y nuestro ceramista, además de artesano fue docente de la cerámica. Su trabajo consistió en convertir esa cerámica en un arte. Y es que antes, la cerámica era eminentemente práctica, donde la artesanía quedaba en un segundo plano. Ello proporcionó, durante muchos años, mucho dinero a Manises. Y a nuestra cerámica le faltaba ese detalle sencillo pero trascendental: el arte. Y el señor Cases luchó para conseguir una cerámica que llegara al corazón del arte. Se le considera uno de los pioneros que lucharon en ese frente.
El 12 de julio de 2012, tuvo lugar la inauguración de la exposición “Retrospectiva de la Cerámica de Enrique Cases”, en el Museo de Cerámica de Manises. Con tal motivo, el ayuntamiento de la ciudad, a través de su Concejalía de Turismo y Promoción de la Cerámica, le rindió un emotivo homernaje.
Actualmente, nuestro manisero ilustre, jubilado desde el año 2001, tiene en su primitiva fábrica el despacho y el gabinete de trabajo. Sigue pintando y dibujando. Ahora observa el camino recorrido desde su infancia con sus padres, hasta la madurez, con su mujer, María, sus hijos y toda su familia. El mundo de la cerámica y del arte ha sido su pasión. Y sigue viviendo en ese ambiente artístico.