“MANOLITO MONTESINOS”
Oct 22 2024

POR TITO ORTIZ, CRONISTA OFICIAL DE GRANADA

La relación entre Lorca y su cuñado, siempre fue de mutua admiración. 

Pese a ser tres años más joven que su cuñado, Federico García Lorca, Manuel Fernández-Montesinos Lustau, en ocasiones parecía ejercer de hermano mayor, pues no en vano, en más de una ocasión aconsejó a Federico, que aunque solo fuera por darle una satisfacción a su padre, terminara los estudios universitarios emprendidos, sin que eso tuviera que significar, abandonar su vocación de poeta, dramaturgo y escritor, pero la llamada de las artes en Lorca, siempre fue mayor que la de las aulas universitarias, y mucho menos, cuando comprobaba, que el éxito le acompañaba en todo lo que emprendía. Lejos de la rivalidad típica y tópica entre cuñados, los dos se admiraban mutuamente, y mantuvieron un mismo círculo de amistades, lo que da fe, de que un pretendido pragmático, hombre de ciencia y médico vocacional, era perfectamente compatible con la imaginación desbordante de un poeta creador de atmósferas y tiempos inverosímiles, inmerso en la fantasía creativa de un genio irrepetible. Dos hombres que morirían en la flor de la vida, casi a la vez, como si de la sonrisa cruel de un destino injusto, se tratara. 

FAMILIAS BIEN 

Terratenientes de la vega, unos, y burguesía acaudalada los otros, las familias emparentaron, cuando “Manolito” –que así lo llamaba Lorca- casó con la hermana de Federico, Concha, diez años después de que terminara Medicina con brillantes calificaciones, y montado consulta frente a la Capitanía General. Pero los cuñados ya se conocían de antes, y de hecho frecuentaban sitios coincidentes, como por ejemplo, la tertulia, “El Rinconcillo” del Café Alameda, donde además de asistir sus respectivos hermanos, lo hacían entre otros, Melchor Fernández Almagro, Manuel de Falla, Manuel Ángeles Ortiz, José Acosta Medina, José Mora Guarnido, Juan José Santa Cruz, el periodista Constantino Ruiz Carnero, que tristemente correría la misma suerte de nuestros protagonistas, Francisco Soriano, Miguel Pizarro, Hermenegildo Lanz, Ángel Barrios, e Ismael González de la Serna. Coinciden los años en los que Federico es ya un poeta y dramaturgo reconocido, con los del inicio de la actividad política en su cuñado, que comienza a fraguar en el inicio de la década de los años treinta del siglo pasado, cuando, Manuel Fernández-Montesinos, dos días antes de que se proclame la República, es elegido concejal del ayuntamiento de Granada, en las listas del Partido Socialista, y al año siguiente, siendo un completo convencido de la necesaria vertebración de Andalucía, participa junto a otros en la ponencia: “La Conveniencia de Formar Parte de la Mancomunidad Andaluza”, con la que Granada asiste un año más tarde a la Asamblea de Córdoba, con el horizonte de un Estatuto de Autonomía, y donde Fernández-Montesinos, se muestra contrario a la integración de Granada, no en vano, él se había mostrado a lo largo de toda su trayectoria política, partidario de una moderación y mesura en su ideas de izquierdas, que no siempre fueron compartidas por sus compañeros de partido, propensos a la acción contundente de la política. Aun así, en 1934 es encarcelado con motivo de las revueltas del momento. 

EL TRÁGICO FINAL DE LOS CUÑADOS 

La elecciones de 1936, devuelven a Manuel, a la Alcaldía de la plaza del Carmen, sustituyendo el uno de Julio a Luís Fernández, y quiere el destino que solo dieciocho días después, Franco inicie el golpe de Estado y una guerra fratricida que durará tres años. Un día antes, como si de una premonición macabra se tratara, el cuñado de Lorca, ha acompañado en ceremonial fúnebre, la llegada de los restos mortales a la estación del tren de Granada, del Duque de San Pedro de Galatino, y en solemne ceremonia lo entierran en La Catedral. El 20 de Julio de 1936, Fernández- Montesinos, junto a otros concejales, lleva horas sin dormir, y sin salir del Ayuntamiento, ante los trágicos sucesos que están ocurriendo en España, cuando minutos antes de las siete de la tarde, el sublevado traidor al gobierno instituido por las urnas, Coronel, Miguel del Campo, pistola en mano, y acompañado por soldados golpistas, los destituyó a voces en el salón municipal y se lo llevó detenido junto a otros. Nada se supo más de nuestro Alcalde, hasta que en la madrugada del 16 de Agosto, las balas asesinas atravesaron su cuerpo en las tapias del cementerio. Tan solo unas horas más tarde, el destino uniría a los dos cuñados, porque Federico, caía en un barranco entre Víznar y Alfacar. Ambos se admiraron y respetaron hasta la muerte injusta y asesina de la sinrazón.

FUENTE: EL CRONISTA

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