POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El nombre “Manos Limpias” encierra una paradoja, como aquel anuncio en la casa rectoral: “La matrícula para participar en el cursillo Oración y Ayuno, incluye también las comidas”. O aquello de: “-¿Eres virgen? -Por ahora no”. Y guarda relación con eso de que llamemos inodoro al retrete; nombramos el efecto por la causa, más bien el efecto por la cosa, pero el efecto contrario; es una metonimia piadosa. ¿Manos Limpias? Así somos de contradictorios, en el fondo y en la forma. La ortografía misma es, a veces, un disparate: “Separado” se escribe todo junto y “todo junto” se escribe separado. “-¡Abueloo! ¿Vienes a cenar? -Estoy con una chica; si puedo no voy, y si no puedo voy”. ¿Manos Limpias? Decía Antonin Artaud en los primeros versos de “Los enfermos y los médicos”: “Pues mi ser es bello pero espantoso. Y sólo es bello porque es espantoso”.
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